domingo, 19 de febrero de 2012

SOBRE LITERATURA
Escribe Carlos Sforza*
Siempre es bueno volver a hablar sobre literatura. Evidentemente se han escrito sesudos tratados sobre el tema; se ha debatido en congresos, reuniones, simposios; se habla de ella muchas veces frente a la mesa de un bar. Y, siempre también, quedan hitos para alcanzar, puntos para dilucidar.
El paso de la oralidad a la literatura fue, sin dudas, uno de los grandes avances de la humanidad. Pensemos que los grandes libros como el Vedanta, las Sagradas Escrituras, el poema del “Myo Cid”, “no son libros escritos, sino puestos por escrito a veces mucho después de su creación, y quizá justamente a modo de testimonio (…) Así Pisístrato hizo poner por escrito las rapsodias orales de Homero, cuando se notó en Grecia que empezaban a corromperse; es decir, a diferir entre sí, por medio de los rapsodas o recitadores” (L. Castellani).
Es cierto también que la oralidad es la forma común de transmitir y relacionarse con el otro. Pero muchas veces sucede que al reiterar una información, por razones desconocidas, se cambian palabras y se llega a tergiversar la información.
La literatura como tal, fue conformándose con el aporte de la oralidad. Pensemos en los famosos cuentos recogidos por los hermanos Grimm o de Perrault. Y también es verdad que a medida que se afianzaba la escritura se iba conformando un verdadero canon con el aporte de diversos rubros literarios. Si en un principio la poesía es todo lo que se escribe en verso o en prosa, con el pasar de los años se bifurca y queda como poesía lo que es verso, con un ritmo que le daban los meturgemanes o rapsodas, y lo que no es verso, la prosa, pasa a ser narración que se llamará cuento, relato, fábula o novela. Aparte, claro de los tratados filosóficos, de los libros religiosos, y de todo lo que abarca el gran espectro de la prosa.
Dentro de esta catalogación, ciñéndonos a la prosa, tenemos en literatura en los cánones aceptados en general, entre otros, los géneros cuento y novela. Y nos encontramos que es tan vasta la materia de cada uno de esos géneros, que ellos mismos se amplían y se bifurcan. Así dentro del género cuento podemos encontrar los realistas, los fantásticos, los de ciencia ficción, los policiales, los que mezclan lo real con lo suprareal. En cuanto a la novela las hay también de muchos géneros. Se habla de la novela psicológica, de la histórica, de novelas en clave, policiales, de ciencia ficción o fantaciencia.
A ello debemos sumarle un punto importante: la estructura del cuento o de la novela. El punto de vista de cada obra, sea en primera persona, o en tercera con un narrador onniciente. Existe una modalidad narrativa que marca la relación entre el lector y el narrador que es lo que se denomina estilo indirecto. “El narrador procura aquí dar (al lector) la imagen fiel del personaje, contagiando su modo de ver y de decir con los del propio personaje” (O. Tasca). Pensemos siempre que la ficción es una mentira que encierra en sí misma una verdad. “Pues lo propio de las novelas es justamente aparecer como ficciones en las cuales nadie cree, salvo el lector en el momento de la lectura” (Georges Jean).
En cuanto al tiempo de la novela, Oscar Tacca dice que “(…) es un tiempo de sueño, o mejor dicho, de ensueño. Ni presente ni pasado” Y agrega: “No es presente, porque la novela es lectura, y la lectura implica ya una distancia entre la narración y lo narrado. Y no es pasado, porque los sucesos se actualizan a medida que se avanza en la lectura. La novela reposa pues sobre la ineludible convención de un presente imaginario”.
Los tiempos en la novela, no se corresponden con el tiempo histórico propiamente dicho, ni con el tiempo del propio lector. Los tiempos de la novela se miden por lo que el narrador impone desde su interior, es lo que se llama el tiempo emancipado y Tacca da dos ejemplos: la celeridad de García Márquez en “Cien años de soledad y la morosidad de Proust en “Tiempo perdido”.
Recordemos también que por su estructura y contenido, diferenciamos el cuento de la novela. Enrique Anderson Imbert diferenciaba ambos géneros afirmando que el novelista despliega su concepción del mundo en un vasto conjunto de sucesos mientras que el cuentista aprieta su materia narrativa hasta darle una intensa unidad tonal.
La visión que despliega el novelista es amplísima y sobre la materia o personaje principal, se desprenden otras visiones desplegándose a la par de lo que es central en la novela. En el cuento, por el contrario, se trata de una historia que tiene por sí sola, sin aditamentos, una importancia indudable que lleva a que el lector quede atrapado y lo lea de un tirón.
Todo esto hace que la literatura tenga vigencia. Que los libros de ficción se lean con la avidez que despierta la historia narrada y, hecho esencial, la forma en que se cuenta y que convierte a ese libro en una verdadera obra de arte literaria.

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