viernes, 1 de julio de 2011

LA NOVELA SEGÚN UN ESTUDIO DE 1916
ESCRIBE Carlos Sforza*
György Lukács nació en Budapest (Hungría) el 13 de abril de 1885. Sus primeros escritos fueron publicados durante el tiempo de enseñanza media en el Instituto Protestante de Budapest. También anduvo por el teatro a tal punto que en 1904 fundó el Teatro Talía. Luego colaboró en la Sociedad Sociológica.
Cuando conoció a Georg Simmel, según sus biógrafos, fue un hecho decisivo pues éste se convirtió en su maestro.
Se afilió al Partido Comunista de su país en 1918 y fue colaborador de la revista internacional del partido. De 1930 a 1945 estuvo como editor del diario Literaturnyikritik. Ya de regreso a su país, se dedicó a la docencia como profesor de Estética y Filosofía de la Cultura en la Universidad de Budapest hasta 1958.
Los trabajos de Lukács han sido traducidos a varios idiomas y, sin dudas, con un pensamiento que arranca en Kant y desemboca en Hegel, para luego independizarse y tener su propia visión, el autor húngaro es uno de los reputados críticos de la literatura y de la filosofía.
LA NOVELA
En 1916 publicó “Teoría de la novela –Un ensayo histórico filosófico sobre las formas de la gran Literatura épica-“. Precisamente en 2010 esta obra fue publicada en español en Ediciones Godot (Colección Exhumaciones, en traducción de Micaela Ortelli (Ediciones Godot Argentina, 2010, 160 p.).
La colección en la que sale publicada se denomina Exhumaciones, y verdaderamente esta obra presentada en castellano, publicada originariamente hace casi cien años, es una auténtica exhumación de un texto que, hoy quizá, puede considerarse superado pero que tiene un especial sabor que deja intuir al estudioso y crítico que, con el correr de los años, fue Lukács.
En forma de libro esta obra fue publicada en 1920 en Berlín, conforme lo expresa el propio autor en un prólogo de julio de 1962. En ese preámbulo al estudio propiamente dicho, el húngaro nos ilustra sobre su gestación y afirma que lo llevó a escribirlo el estallido de la primera guerra mundial. Afirma por otra parte, que al leer esta obra no sólo se debe considerar el contenido en sí mismo, sino también las circunstancias en las que fue escrito. Dice que su “rechazo a la guerra y la sociedad burguesa de la época eran puramente utópicos” (…) Me encontraba entonces en proceso de viraje de Kant a Hegel, lo cual no conllevaba cambio alguno de opinión con la así llamada escuela de las ciencias del espíritu (…) Teoría de la novela es, en efecto, una producción típica de las tendencias de esta escuela” (pp.6/7).
Está claro que, en el mencionado prólogo, el propio autor admite las limitaciones del método adoptado pero a la vez, sostiene que “nos encontramos en condiciones de reivindicar las características que, en cierta medida, lo justifican históricamente, en contraposición al positivismo dual neo-kantiano” (p.7).
LA OBRA EN SÍ MISMA
El estudio de Lukács se divide en dos partes: 1ª Las formas de la gran literatura épica analizadas según la civilización actual sea integrada o problemática, 2ª Ensayo de tipología de la forma novelística. El ensayista y crítico húngaro plantea la distinción que hay entre la tragedia, la épica y la novela. Sostiene que, conforme fuera planteado por el romanticismo alemán, la “forma de la novela, es, como ninguna otra, una expresión del desamparo trascendental” (p. 32). Ante las transformaciones del tiempo en cuanto a la visión del mundo y la transformación de los géneros, el húngaro afirma que “la tragedia a pesar de las transformaciones, ha sobrevivido hasta nuestro tiempo con su esencia natural intacta, mientras que la épica debió desapareció y dar lugar a una forma enteramente nueva: la novela” (p.33).
Es sumamente interesante e ilustrativo cómo Lukács desmenuzada las diferencias intrínsecas y formales de los tres géneros. Plantea con claridad cuáles son las características de cada uno de ellos y de allí marca las diferencias. La tragedia con los dioses o semidioses devenidos humanos, la razón de ser del coro en las tragedias “cuyo sentido artístico consiste en otorgar vida y plenitud a la esencia situada por fuera y más allá de toda vida” (p.34). Y afirma, asimismo, que la soledad es la verdadera esencia de la tragedia. Por su parte, los poetas épicos no podían abandonar “la empiria para representar la realidad trascendental (…) podían limitarse a ser narradores de acontecimientos” (p.39). En cuanto a la epopeya y la novela, el ensayista sostiene que
“se diferencian no en las intenciones fundamentales de los autores, sino en las realidades histórico-filosóficas a las que los mismos se vieron enfrentados. La novela es la epopeya de una época en que la totalidad extensiva de la vida ya no está directamente determinada, en que la inmanencia del sentido de la vida se ha vuelto un problema, pero que aún busca la totalidad” (p.49).
El estudio tiene partes donde el autor plantea con claridad su punto de vista y marca, según él, las diferencias entre la epopeya y su continuadora, la novela. Dice: “La epopeya le da forma a una totalidad de la existencia ya de por sí incompleta; la novela, en el proceso de configuración, busca descubrir y construir la totalidad de la vida oculta” (p.54).
Siguiendo con su pensamiento hegeliano, el autor afirma que “en la novela lo único que se vuelve visible es la distancia que separa el sistema de la realidad concreta; un sistema que pone el acento en la convencionalidad del mundo objetivo y en la interioridad del subjetivo. Así, en sentido hegeliano, los elementos de la novela son enteramente

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