sábado, 21 de mayo de 2011

SOBRE EL ENSAYO
Escribe Carlos Sforza*
Muchos en los últimos tiempos, han transitado el camino del ensayo en sus escarceos literarios. Es claro que ese encontrarse con lo que se denomina ensayo, en el canon y fuera de él, no es tarea fácil. Siempre tengo presente lo que escribió Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura 1990, al afirmar que el ensayo es el “ejercicio de la imaginación crítica”.
Precisamente hay muchos que se atreven a escribir ensayos, o que así lo llaman, sin tener plena conciencia que lo que hacen no es crear a través de las palabras un ensayo, sino una monografía, un estudio con abundancia de citas, un conglomerado de apreciaciones que no es precisamente la expresión de su imaginación crítica, sino el andar en muletas literarias gracias a otros que han escrito sobre el tema que se pretende abordar en el ensayo.
En mi trabajo sobre Luis Gorosito Heredia, que mereció el Premio “Fray Mocho” de Ensayo, cité a Martín Alonso en su “Ciencia del Lenguaje y Arte del Estilo” cuando afirma que “El ensayo es un producto literario moderno, de redacción personal, ingenioso y sin prejuicios… Todo puede ser tratado en el ensayo. Lo trascendente y lo frívolo, las inquietudes actuales o las preocupaciones pretéritas” y agrega que “la estilística del ensayo está regida por su condición especial. No admite complicaciones de forma que recarguen su vibración o la apaguen. Su norma será la intensidad y no la extensión” y cita a Ortega y Gasset, “maestro de ensayistas, (que) es un espectador que escribe para los que Platón en su República, llama amigos de mirar” y a Azorín para quien “los ensayos son notas de un transeúnte, un caminar despacioso por la calle, como un regodeo después de la vigilia diaria”, mientas que “los ensayos unamunescos son notas de un lector. Un pretexto para ir el autor entretejiendo sus propias ideas con las que les dan aquellos otros escritores que lee”.
En ensayo es pues, un estudio más bien breve, intenso, sobre un tema determinado. En él, por supuesto, debe primar la visión personal del autor, del ensayista, quien lo enfoca desde su punto de vista.
Sobre el ensayo literario propiamente dicho, no hace mucho tiempo, Mario Vargas Llosa escribió un esclarecer artículo sobre los que encaró Luis Loayza. Dice el flamante Premio Nobel de Literatura que “el ensayo literario que Loayza ha practicado toda su vida fue el que escritores como Edmund Wilson y Cyril Connolly en el mundo anglosajón, o Paul Valéry, Jean Pauhlan y Laurice Blanchot en Francia, o Alfonso Reyes, Octavio Paz y Ortega y Gasset en español utilizaron para expresar sus simpatías y diferencias a la vez que, al hacerlo, escribían textos de gran belleza literaria”.
Quizá hoy haya una carencia de ese género de ensayos que esos ilustres escritores escribieron. Existe una tendencia la facilismo en la expresión. O al academicismo surgido en la universidad, para encarar temas que suelen rotularse como ensayos cuando en realidad no lo son. Son otras formas expresivas pero no son propiamente ensayos.
De ahí que el peruano, autor de “La guerra del fin del mundo”, sostenga que “en nuestro tiempo, la crítica se ha apartado de esa buena tradición y escindido en dos direcciones que están, ambas, a años luz de las que encarnaron lo ensayos de Luis Loayza”. Ese alejamiento del ensayo que escribía el peruano Loaysa, , lo hace decir a su connacional Vargas Llosa que “Hay una crítica universitaria, erudita, generalmente enfardelada en una jerga técnica que la pone fuera del alcance de los no especialistas, y, a menudo, vanidosa y abstrusa, que disimula detrás de sus enredadas teorizaciones lingüísticas, antropológicas o psicoanalistas, su nadería. Y hay otra, periodística, superficial, hecha de reseñas y comentarios breves y ligeros, que dan cuenta de las nuevas publicaciones y que no disponen ni del espacio ni del ánimo para profundizar algo en los libros que comentan o fundamentar con argumentos sus valorizaciones. El ensayo al que yo me refiero es a la vez profundo y asequible al lector profano, libre y creativo, que utiliza las obras literarias ajenas como una materia para ejercitar la imaginación crítica y que, a la vez que enriquece la comprensión de las obras que lo inspiran, es en sí mismo excelente literatura”.
Sin dudas, en estas citas se vislumbra qué es un ensayo. Y cómo debe el que lo escribe, encararlo. No olvidemos que lo que está en juego es la visión de quien escribe el ensayo. No es valerse de otros para interpretar una obra, para referirse a un hecho, para calar hondo en una situación determinada. Es claro que hay en quien escribe un ensayo, situaciones en las que se apoya en un autor o en más de uno. Pero que nunca deja de lado ni elude lo que es propio de su tarea: la visión unitaria, propia sobre el tema abordado. Y, claro, que al crearlo, al escribirlo, lo engalana con una prosa acorde con lo que es el arte literario. De lo contrario sería una simple visión carente de valor como obra literaria. Porque, está sobreentendido, que hablo de un ensayo literario. Que, al serlo, debe tener en sí mismo la calidad que exige una verdadera obra literaria.

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