sábado, 7 de mayo de 2011

LA MUERTE DE UN ESCRITOR
Escribe Carlos Sforza*
Se ha repetido y es comprobable, que la muerte de un escritor significa la desaparición física del mismo. Pero, a la vez, se reitera que pervive en el tiempo y el espacio a través de las obras que escribió.
Es claro que ello conlleva que esa obra sea una expresión de arte literario, de lo contrario el olvido es el resultado final. Sabido es, asimismo, que hay obras que son verdaderas creaciones y que tienen valor literario, que por algunas causas misteriosas u olvidos culpables, se pierden en el tiempo y salvo algunos bibliófilos son los que las buscan, releen y valoran.
Todo esto viene a cuento ante la muerte de Ernesto Sabato y el legado escrito que nos deja.
LAS FICCIONES
El escritor nacido en Rojas (Bs. As.) el 24 de junio de 1911 publicó tres novelas. “El túnel”, “Sobre héroes y tumbas” y “Abaddón, el exterminador”. Una obra de ficción relativamente breve en cuanto que sólo reúne tres títulos. Ello ha hecho decir a alguien por ahí, que por esa exigüidad de obras, Sabato no fue postulado para el Nobel de Literatura.
Digo de entrada que no es cuestión de autores con pocos libros o con muchos, lo que hace valiosa una obra. Pienso en Juan Rulfo, por ejemplo. En el siempre presente James Joyce. Y por otra parte un gran número de autores con una amplia lista de títulos publicados. En ambos sectores hay excelentes escritores. Como también hay regulares y hasta malos escritores. En suma, la cuestión no es de cantidad de obras sino de calidad de las que se escriben y publican.
Sabato representa un tipo de narrador que se enrola desde el comienzo en la búsqueda del tema más profundo del hombre. Él viene de un recorrido espiritual y cultural que se inicia en las ciencias duras para dejarlas y entrar de lleno en la literatura. Es decir que su periplo va cambiando de mirada a medida que avanza en la reflexión, en los años vividos y en sus mirada sobre el hombre problemático. Es un existencialista que a través de la ficción, trata de entrar en los meandros oscuros del ser humano y, muchas veces con visión pesimista, nos entrega en sus personajes y en su estar en el mundo, en una situación cotidiana pero, las más de las veces, extrema, la problemática del misterio que rodea al hombre contemporáneo.
En su breve novela o nouvelle “El túnel” (1948), el escritor nos introduce en lo que algunos llaman la conciencia de la nada. Es el drama del pintor Juan Pablo Castel que se debate en el acto incomprensible que comete al matar a la mujer amada, María Iribarne. Hay muchos sentimientos encontrados en esta breve obra que mereció el elogio de Albert Camus, y que muestra la aventura de un hombre en sus diversas secuencias de amor, de sueños, narrada en primera persona.
Después de esta primera novela, que por las repercusiones que tuvo en Europa, lo hizo conocer en el mundo de las letras, Sabato publicó en 1961 “Sobre héroes y tumbas”. En esta novela encontramos un entramado que reúne, en una especie de collage, la historia de Fernando Vidal Campos, Alejandra (a la que parece que vamos a encontrar cuando recorremos el parque Lezama), con el Informe sobre Ciegos y el peregrinaje del cuerpo muerto de Juan Galo Lavalle. Es, por momentos, un descenso a los infiernos, es asimismo un interrogarse sobre la Argentina profunda, y también sobre el provenir de los hombres que en ella vivimos, en una lucha existencial donde los vericuetos de la conciencia se confunden con los insondables huecos del inconsciente y el subconsciente.
El autor escribió en la primera edición de esta novela que “Existe cierto tipo de ficciones mediante las cuales el autor intenta liberarse de una obsesión que no resulta clara ni para él mismo.” Fiel a su pensamiento, Sabato entra a través de sus personajes en un intento de conocer y expresar la condición humana. En “El escritor y sus fantasmas”, sostiene lo siguiente: “(…) llamo gran literatura a la que se propone la investigación de la condición humana. Y casi diría a la investigación feroz, pues la ausencia de ferocidad me hace dudar sobre el auténtico propósito de ese investigador. Ya que un hombre que no se plantee ese problema con indignación, un escritor que no esté impulsado por una despiadada furia contra Dios o contra la Nada es muy improbable que tenga posibilidades (o ganas) de atravesar el abismo” (p. 162, 1ª edición).
“Sobre héroes y tumbas” fue leída por toda nuestra generación que comenzaba a publicar en los comienzos de los sesenta del siglo pasado. De ella dijo S.Quasimodo que es “Un Apocalipsis de nuestro tiempo”. Fue una de nuestra grandes lecturas de aquellos tiempos y la tragedia que muestra la obra, el armado de las secuencias narrativas el buscar la realidad a través de una mirada trágica, todo resultaba a nuestros ojos, atrapante.
En 1974 publicó “Abaddón el exterminador” que es una de las novelas fuertes, profundas, escrita con sangre y sudor, de la segunda mitad del siglo veinte. Es que el Quinto Ángel del Apocalipsis aparece con la fuerza devastadora que anuncia el libro de San Juan. Y esa es una novela, que tiene mucho de onírica y que no hace sino mostrar un lado oscuro de nuestra realidad. En la novela está presente el propio autor con su apellido, cuando comienza la obra y están Bruno y Gilberto y Juancho y el gordo y la Secta y están los males de una Argentina que debe ser redimida y rescatada aunque para ello sea necesario pasar por el Apocalipsis a través del ángel exterminador. Comienza la narración así: “EN LA TARDE DEL 5 DE ENERO, de pie en el umbral del café de Guido y Junín, Bruno vio venir a Sabato, y cuando ya se disponía a hablarle sintió que un hecho inexplicable se producía: a pesar de mantener la mirada en su dirección, Sabato siguió de largo, como si no lo hubiese visto (…)”.
Ese descenso a los infiernos, narrado con fuerza, con estilo, es una muestra acabada de la grandeza de la literatura de ficción que creó Ernesto Sabato y que, pese a oscuros detractores, tiene vigencia hoy porque es, precisamente, una muestra cabal de la gran literatura. Esta última novela mereció en 1975 el Gran Premio de Honor de la SADE y en 1976, habiendo sido traducida al francés, el Premio al mejor libro extranjero en París.
ENSAYOS Y NOTAS
Sabato se inició literariamente con un conjunto de artículos reunidos en “Uno y el Universo” (1945) premiado por un jurado que integraron Adolfo Bioy Casares, Vicente Barbieri, Leónidas Barleta y Ricardo Molinari que le otorgaron el Primer Premio en Prosa de la Municipalidad de Buenos Aires. Desde ese trabajo inaugural de su labor como escritor, he seguido los rastros de Sabato a través de todos sus ensayos. Son notas, artículos, citas, recopilaciones, reflexiones de un hombre lúcido, que a través de sus escritos nos muestra la evolución de su pensamiento, nos enseña caminos, nos hace reflexionar sobre la ciencia y el arte, nos introduce en los vaivenes de la literatura, con una prosa limpia, que hace que el lector se sienta cómodo cuando la aborda.
Entre sus libros de ensayos, tengo en mi biblioteca “Carta a un joven escritor” con una hermosa dedicatoria, trabajo que me envió con motivo de un comentario a una de sus obras y como retribución a un libro de mi autoría que había recibido. Este opúsculo de Sábato es poco conocido en su bibliografía. No puedo dejar de mencionar “El escritor y sus fantasmas” publicado en primera edición por Aguilar.
Siempre recuerdo cuando en su primer libro de ensayos breves, “Uno y el Universo”, habla de Jorge Luis Borges y dice que “La teología de Borges es el juego de un descreído y es motivo de una hermosa literatura. ¿Cómo explicar, entonces, su admiración por León Bloy? ¿No admirará en él, nostálgicamente, la fe y la fuerza? (…). A usted, Borges, heresiarca del arrabal porteño, latinista del lunfardo, suma de infinitos bibliotecarios hipostáticos, mezcla rara de Asia Menor y Palermo, de Chesterton y Carriego, de Kafka y Martín Fierro; a usted, Borges, lo veo como un Gran Poeta” (pp. 23/24).
Otro de los libros de Sabato insoslayable es “Apologías y rechazos”. En él, entre otros artículos, hay un retrato hermosos del que fuera su Profesor en La Plata, en el secundario, Pedro Henríquez Ureña y que el autor conoció en 1924 cuando cursaba el primer año del colegio secundario de la Universidad. En ese libro se incluye “Nuestro tiempo del desprecio” que originariamente fue publicado en l976 en la obra colectiva “Pensar la República”.
A ellos podemos sumarles otros libros donde la lucidez del pensamiento de Sabato ilumina muchos caminos, senderos y vericuetos del pensamiento. Tal el caso de “Heterodoxia”, “La resistencia”, “Antes del fin”. En suma, un pensador y ensayista que no tuvo límites en cuanto se expresó con la libertad por la que siempre luchó, con convicción y lucidez.
Esa obra del escritor Ernesto Sabato es la que hace que su calidad de escritor perdure más allá del tiempo y del espacio.

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