sábado, 26 de noviembre de 2011

UN LIBRO QUE CUENTA LAS DOS HISTORIAS
Escribe Carlos Sforza*
He leído un libro apasionado y apasionante. Apasionado porque quien lo escribe, mantiene su pensamiento y lo que nos narra lo hace con ecuanimidad. Algo que muchas veces resulta difícil lograr cuando se hace un recuento de una historia reciente. Se trata de “Los hombres del juicio” escrito por Pepe Eliaschev (Sudamericana, Buenos Aires, 2011, 544 pp.).
En una mañana del otoño de 2010, el autor se entrevistó, ante un llamado telefónico, con el Dr. Ricardo Gil Lavedra en el estudio de éste en Buenos Aires. El motivo era la inquietud de quienes integraron la Cámara Federal que juzgó a las Juntas Militares que gobernaron el país a partir de marzo de 1976 y del Fiscal Julio Strassera.
Pensaban que no se había dicho todo lo que se debía decir sobre ese proceso y faltaban hitos fundamentales para conocer la verdadera historia del juicio. Eliaschev aceptó el desafió de escribir un libro sobre el hecho pero, claro, puso sus condiciones. El autor iba a ser él, es decir el responsable del libro. Y con el consentimiento de los interesados, León Carlos Arlanian, Ricardo Gil Lavedra, Guillermo Ledesma, Julio Strassera, Jorge Torlasco, Jorge Valerga Aráoz y la familia de Andrés D’Alesio (quien había fallecido en 2009) quienes “soportaron largas horas de testimonio conmigo” conforme lo expresa el autor (p. 13)
LA ESTRUCTURA DEL LIBRO
Pepe Eliaschev conoce su oficio y dio a la obra una estructura adecuada para que los lectores se compenetren no sólo con el juicio histórico en sí, sino también con quienes eran los jueces y el fiscal intervinientes. De esa forma nos presenta aspectos fundamentales de la vida de esos camaristas y del fiscal no sólo en su calidad de juristas recibidos, sino con una historia que arranca desde quiénes eran y que hacían los padres de ellos, cómo era su niñez y adolescencia, sus estudios, en fin, todo un recuento de la vida íntima y pública de los hombres del juicio.
Esas biografías, salpimentadas con aportes del autor y anécdotas la mayoría de ellas desconocidas para los lectores, hacen que el libro sea apasionante. En la estructura del libro, Pepe Eliaschev da la historia de un camarista y en el capítulo siguiente, lo que sucedía antes durante y después del juicio. Así en el tercer capítulo nos habla de La ley y las armas. Justicia, guerrilla y dictadura. En el quinto de La enigmática conexión noruega; en el séptimo de Lo que no hicieron otros pero se hizo aquí; en el noveno de Sin excusas ni hipocresías; en el undécimo de De dónde venía y cómo se llegó; en el décimo tercero Vencedores y vencidos: ¿se puede juzgar el horror?; en el décimo quinto La suerte está echada: una sentencia escalofriante y concluye con Terremoto: palabras convertidas en hechos. Entre cada uno de esos capítulos, está narrada la historia y la tarea que les cupo a los hombres del juicio y termina con un importante y útil Índice onomástico.
El libro se constituye en un documento indispensable para conocer los entretelones del juicio cuya sentencia se dictó en 1985. Y es interesante saber los pormenores que llevaron a ese acto que se considera una verdadera hazaña civil. Es claro que Eliaschev no elude hablar de la guerrilla y de las atrocidades que cometió en numerosos casos con muertes, ataques y secuestros. Pero pone los límites necesarios entre ese accionar de suyo condenable, y el de las fuerzas armadas que se apartaron de toda ley e hicieron tabla rasa de las normas jurídicas.
No hubo una guerra como pretendían los militares juzgados, pues el autor delimita claramente cuándo existe una guerra y cuando no. Y también deja en claro a través de los argumentos de la Cámara Federal y del pensamiento de sus integrantes, que lo que se hizo para lograr que el juicio tuviera validez y rapidez, fue armar una estrategia con casos claves del accionar de las fuerzas armadas y cómo, pese a lo que pretendieron los que eran juzgados, hubo un plan armado a la perfección y transmitido a los mandos superiores para cometer los horrores que se ventilaron en el juicio. Cómo hubo libertad para apropiarse de personas, para robar en las casas donde detenían, tanto bienes de los capturados como de sus familias. Y cómo, ese plan perverso, fue elaborado y de ahí la existencia de ejecutores indirectos, sentados detrás de un escritorio, que si bien ellos no fueron los torturadores, asesinos, apropiadores, ejecutores materiales, sí lo fueron como ejecutores mediatos, porque habían armado ese plan que no desconocían y no les importaba saber lo que hacían los subordinados.
Es interesante asimismo, salvar las distancias entre los famosos juicios de posguerra, de Nüremberg y el que se hizo en nuestro país. Allá los jueces fueron los vencedores. Acá los jueces fueron los hombres de la Cámara Federal creada por Raúl Alfonsín y que trabajaba sobre ascuas, y era así porque el poder militar estaba intacto y ejemplo de ello fueron los levantamientos de los “carapintadas” y demás resistencias directas o indirectas de las fuerzas militares ante el juzgamiento de las juntas. Por eso el autor dice: “Nadie en el mundo hizo tanto, tan rápido y de manera tan contundente”.
Narra el autor lo que le contaron los hombres del juicio cuando debían dictar el fallo y había entre ellos algunas discrepancias por las penas. Entonces decidieron ir a comer unas pizzas a la conocida Pizzería Banchero de la Capital Federal. Y allí, en una servilleta de la pizzería, Carlos Arlanian tomó la palabra y con el acuerdo de sus colegas de la Cámara Federal, redactó el fallo y lo hizo firmar por cada uno de ellos. Así, se zanjaron las discrepancias y el día fijado se leyó la sentencia.
Es un libro que debe ser leído por quienes vivimos esos años y por quienes eran niños o nacieron después del juicio. Para que no haya una verdad a medias, una visión sesgada, y para que se sepa lo que realmente pasó en nuestro país en esos años. Como dijo Nelson Castro es "Un libro fenomenal, un documento histórico imperdible.

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