miércoles, 9 de noviembre de 2011

¿QUÉ QUIEREN LOS LECTORES DE FICCIONES?
Escribe Carlos Sforza*
El escritor estadounidense Jonathan Franze en una breve página habla de por qué es el tipo de escritor que es. Cuenta que cuando tenía el manuscrito de su primera novela (antes había escrito cuentos) buscaba un contacto para poder publicarla. La obra, mecanografiada, tenía 1300 páginas. Y fue entonces cuando tomó un lápiz en la mano y comenzó a leerla. Y también fue cuando advirtió cosas que no había visto antes. Dice: “Pensé: Alguien va a leer esto, y no les va a interesar esto que estoy diciendo durante tres páginas… La gente quiere que le cuenten historias. Así que corregí, corregí, corregí. Y aprendí mucho”.
La reflexión del narrador es sumamente acertada. El lector de ficciones quiere que le cuenten historias. Pero, por supuesto, que se las cuenten bien. El escritor cuando escribe, no se detiene en general, a pensar en el potencial lector. Va llenado las hojas con lo que su talento a través de su imaginación, necesita expresar. Sucede que muchas veces se excede en detalles, minucias o disgreciones que al que lea la obra no les interesan. Porque lo que en general mueve al lector de ficciones es la historia que le cuentan.
Yo recuerdo, y lo he dicho, que cuando daba clases de lengua en el Instituto “John F. Kennedy” de Victoria, los alumnos se entusiasmaban cuando les llevaba para leer cuentos y novelas con una historia. Les interesaba el desarrollo de esa historia y, pasó muchas veces, que la novela que se leía en un año lectivo, con sus respectivos análisis, algunos alumnos la habían concluido mucho antes de fin de año. La seguían leyendo en sus casas porque contaba una historia que querían conocer en su totalidad y no sólo fragmentariamente, clase por clase. De allí surge el hecho comprobado que cuando en la escuela se llevaban libros descriptivos, el interés de los educandos disminuía notablemente. Carecían esas obras de historias contadas, y no les interesaban a los alumnos.
Es claro que contar historias no es sencillo. Hablo desde el punto de vista de una obra literaria. Una novela, por ejemplo. Cada escritor tiene su manera propia, su estilo, pone su impronta en la escritura. El caso de Flaubert es paradigmático. El autor de “Madame Bovary” halló su verdadero lenguaje en esa novela que es uno de los clásicos de la novelística universal. Cuenta Mallea que “Flaubert creía en el lenguaje más que en la gramática.; estaba seguro de que una palabra es necesaria en la complexión forzosa, secreta, de una frase, y cuando Maxime Du Camp le aconsejaba que cambiara un vocablo porque era erróneo, Flaubert gritaba: ¿Y que se hará de mi frase?”
Es evidente que muchos narradores buscan mostrar, ser testigos de destinos individuales. Y adecuan el lenguaje a esa visión. En otros casos, lo que el novelista quiere mostrar y contar es toda una época. De allí que en ese caso el lenguaje y la estructura novelística, varían. Tal el caso, por ejemplo, de John Dos Passos quien logra describir una época y muestra no lo individual sino toda una sociedad, la estadounidense, del americano medio del año 19l7. Es una técnica que luego se ha usado mucho y, en cierta forma es como un film cinematográfico.
A ese mismo tema se refiere Mario Vargas Llosa cuando afirma que “(…) No importa nada que un estilo sea correcto o incorrecto; importa que sea eficaz, adecuado a su cometido, que es insuflar una ilusión de vida –de verdad- a las historias que cuenta”. El autor de “La guerra del fin del mundo”, identifica lo que se cuenta con la manera en que la historia está contada. Y una novela atrae como obra literaria, cuando es buena “(…) porque gracias a la eficacia de su forma, ha sido dotada de un irresistible poder de persuasión”.

Que es más o menos lo que todo narrador sabe y trata de hacer. Como decía W. Faulkner, lo importante es cómo se cuenta. Porque en la forma, adecuada a la historia, está el valor de la narración. Las historias por sí mismas pueden valer o no valer. Pueden ser atractivas o no. Pero si quien las transforma en una obra literaria sabe dar con la forma adecuada, seguramente podrá lograr una buena novela. Con una historia o con la historia de una época, pero narrada con un lenguaje acorde con el tema y sobre todo, con el espíritu y el estilo y el tono que le da ese hombre que es el novelista. Y que tiene una mirada sobre una historia, distinta seguramente, a la que pueda tener otro novelista. Un mismo tema tratado por varios narradores no será vertido igual. Porque habrá visiones en cada imaginación, diferentes y, a la vez, el estilo no será nunca el mismo.
De allí que lo que busca el lector son historias, sí. Pero historias bien contadas. Para que la novela, en ese caso, se una verdadera obra literaria.
Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com
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