miércoles, 28 de septiembre de 2011

¿HAN MUERTO LOS VALORES?
Escribe Carlos Sforza*
La vertiginosa marcha de los tiempos actuales hace pensar que no existen valores. Y si existen, desgraciadamente pareciera que está guardados en un ropero o barridos para colocarlos debajo de una gran alfombra.
Por supuesto que esto se ve y se traduce en actos que los humanos realizan en diversas circunstancias de sus vidas. Vemos travestismo político, social, sindical, juvenil y sigue la larga lista.
También es cierto que en muchos períodos de la historia se ha asistido a una ignorancia o soterramiento de los valores. Y no es menos cierto que muchos valores varían conforme a las civilizaciones a las que pertenecen y cambian con el correr del tiempo y con los cambios que ese transcurrir temporal puede provocar en los hombres.
En un acto de verdadera toma de conciencia, el filósofo francés Gabriel Marcel escribió: “De una manera general, reflexionando sobre las aberraciones que se multiplican sin descanso en torno de nosotros, tanto en el plano de la ética y del pensamiento especulativo como en el del orden estético, me he visto impulsado a tomar a contrario una conciencia cada vez más clara de un cierto número de valores, que durante todo el período en el cual se constituyó lo que gusta llamar precisamente mi filosofía, fui, sin embargo, llevado a despreciar espontáneamente. Pero todos esos valores están ligados a la sabiduría y a la sensatez”.
Valores, dice el pensador francés, ligados a la sabiduría y a la sensatez. Indudablemente los valores que hablan desde la sabiduría, se constituyen a través del pensamiento reflexivo y crítico. Del saber que hace posible ponerlo en práctica a través de valores.
Asimismo cuando se refiere a la sensatez nos remite al sentido común. A lo que la razón y el corazón del hombre admiten como una cosa que no necesita de muchas explicaciones porque en definitiva, se explica por sí sola. Ese sentido común que advertimos en los dichos populares, en los refranes repetidos oralmente de generación en generación. Ese sentido común que lo tiene, incluso, un hombre sin estudios, sin haber pasado por las academias o las universidades, pero que nace de lo íntimo de su ser. Ese sentido común que, lamentablemente, muchos hombres que ocupan cargos importantes, que quizá han transitado por los claustros universitarios, no lo tienen. Y si lo tienen, por razones que quizá solamente ellos puedan conocer, no lo ponen en práctica.
Nos llamamos hombres civilizados. Y lo somos si tenemos presente que “la condición del hombre civilizado (lo es) por oposición a cierto estado primitivo, salvaje o bárbaro” (Marcel).
En ese sentido, tengamos en cuenta que toda civilización implica tener valores. Pueden variar de una civilización a otra, como escribí líneas arriba. Pero no puede haber una civilización si una serie de valores. El admirado filósofo citado, sostiene que “De cualquier manera que se defina una civilización, es de una evidencias innegable que ella implica creencias, esto es, valores”.
Precisamente los valores son los pilares de las civilizaciones que perduran. Cuando se violan los valores, la civilización ha entrado en una crisis que puede llevar a la destrucción final de esa civilización. Y en ese supuesto, surgirá una nueva, con sus valores que deberán ser respetados y cumplir con lo que mandan para ser fieles al espíritu de la civilización que entroniza tales valores.
Hay en la modernidad o posmodernidad o posposmodernidad, una tendencia a minivaluar. Es decir a menospreciar los valores. Hay como un estado de efervescencia donde todo se pone en discusión y en duda. Y existe una propensión a que cualquier hijo de vecinos, tome un micrófono o se presente en la pantalla de un televisor o escriba en un diario. Y así puedan opinar sin más ni más, sobre los valores que suelen ser pilares que sostiene el andamiaje social. Y lo hacen sin conocimiento y con un desparpajo que deja perplejo a quien se dedica de lleno a aplicar la sabiduría y la sensatez cuando se trata de analizar los valores.
Es como si cada uno se sintiera poseedor de la verdad absoluta. Y caemos, ahí sí, en una actitud soberbia y fanática. Es simplemente una actitud de orgullo. Y como sostiene Gabriel Marcel es allí cuando la sabiduría debe enfrentarse. “Contra la hybris, contra el orgullo”. Juan Pablo II en la carta encíclica “FIDES ET RATIO” decía que “se puede definir, pues, al hombre como aquel que busca la verdad”. Y antes había sostenido que “De por sí, toda verdad, incluso parcial, si es realmente verdad, se presenta como universal. Lo que es verdad, debe ser verdad para todos y siempre”
Por eso hoy como ayer y tal vez, más que nunca, debemos buscar la verdad para poder cumplir con los valores que sustentan el ser de una civilización. Cuando los infradotados quieren imponer su pensamiento, hay que reaccionar. Y hay que hacerlo desde cada lugar que nos toque ocupar., Hay que reivindicar los valores y, fundamentalmente, saber ver en el otro al prójimo. Es decir a quien es el que puede dialogar con nosotros. De esa forma y no cerrándose, se puede avanzar hacia una sociedad más justa basada en valores compartidos.

1 comentario:

  1. Debemos aprender a focalizar y a jerarquizar.
    A reconocernos en el Otro. Dijo G.Mead..."los gestos son aquellas frases del acto que operan el ajuste a la respuesta del otro"...(1934) Mead se da cuenta de que los gestos sociales sirven para tomar conciencia de sí.
    Cuando hablamos de Valores, como nos invita gentilmente el Conde hoy, es justamente eso, darle un Valor a las cosas, en una sociedad que todo lo mide desde lo económico y utilitario, es aprender a medirlo desde otro lugar, que tiene que ver más con el compromiso sincero y respetuoso del otro, con la educación y las normas.
    Es responsabilidad re todos y cada uno de nosotros recuperar los Valores con los que fuimos educados. No nos dejemos arrastrar por el oleaje negativo y mediocre que nos quieren imponer.
    Gracias Conde por tu aporte en pro de los verdaderos Valores!!!

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