sábado, 8 de octubre de 2011

HISTORIAS Y PERSONAJES BUSCAN AL AUTOR
Escribe Carlos Sforza*
El título de la nota hace referencia directa a la labor del contador de historias o narrador. Es decir a cómo nacen las historias que escribe y los personajes que actúan en esas historias.
Es evidente que cada autor tiene una manera peculiar, única quizá, de imaginar una historia y hacer deambular por ella a los personajes. Muchas veces son hechos fortuitos, inesperados, los que sorprenden al escritor y lo incitan y nutren para desarrollar una narración. Sea un cuento, un relato una novela. Claro que no es lo mismo el desarrollo de una novela que el de un cuento.
En la primera no es sólo contar una historia y hacer andar y actuar a un personaje. Es mucho más complejo puesto que, como he dicho otras veces, la novela es como un gran delta con innumerables canales de agua, ciénagas, embalsados, tierra firme, con diversas derivaciones. Todo ello hace que la estructura novelística sea compleja y requiera de un hilo central pero, a la vez, de anexos que son como parte del condimento que da sabor a la novela.
En el cuento la cuestión parece simplificarse puesto que no se nutre de esos vericuetos que encontramos en la novela, sino que tiene un eje central que es el que mueve todo el relato. No es cuestión de extensión. Más bien es cuestión de tensión. El cuento además de su verosimilitud, debe ser una especie de círculo donde la atención del lector no se disperse hasta el punto que se pueda leer sin hesitar, de un tirón.
CUANDO LAS HISTORIAS Y PERSONAJES BUSCAN AL AUTOR
Por mi experiencia personal, estoy convencido que las historias y los personajes buscan al autor. El escritor, a lo menos en mi caso, no anda detrás de una historia, hurgando aquí y allá para encontrarla. Por el contrario, sucede que la historia lo busca a uno y se mete de tal forma que el escritor no puede dejar de pensar en ella y con su imaginación creadora, armar un relato que será una novela o un cuento.
Como experiencia personal puedo decir que hay hechos que uno vive y acontecimientos de los que se entera por los medios de comunicación, el contacto personal o interpósita persona, que le transmiten la necesidad de hacerlos novelables. Es decir, de escribir una obra basada en esos hechos, acontecimientos y/o personas que causan tal impacto que el escritor, entonces, reacciona y se da cuenta que lo andan buscando para que sea la voz de esas historias y de esos personajes.
Recuerdo que cuando escribí y publiqué con seudónimo, por los finales de la década del cincuenta y comienzos de los sesenta mi primer cuento que titulé “Será Justicia”, fue un hecho que me tocó vivir directamente el que dio lugar a contar una historia. Era el desalojo de una familia de colonos en la zona rural de Victoria y a mí me tocó actuar como oficial de justicia puesto que trabajaba en el Juzgado de 1a. Instancia en lo Civil y Comercial. Ver esa escena, los chicos, hijos de los colonos, amontonados entre las cacharpas sobre los carros rusos, todo ello, fue como que me entrara de lleno y de golpe y me poseyera. De ahí que esa historia de gente para mí desconocida, dio nacimiento a aquel lejano cuento.
La primera novela que escribí y que fue publicada en 1965 por Ediciones Paulinas y distribuida en Argentina, México y España, nació de una historia que leí en un periódico local. Era un delito que había cometido un joven y cuyo destino fue ir a la cárcel, con un final inesperado. El final que puse a la novela no estaba ni fue así en la realidad. Pero el hecho, el impacto de esa noticia, fue lo que me motivó a escribir la novela que, gracias a la recomendación de quien era asesor de las Ediciones Paulinas, el novelista y crítico Adolfo L. Pérez Zelaschi, fue publicada en la colección en que salió la tercera edición de “El país de los chajás” de Martín del Pospós” entre otras obras.
La segunda novela publicada, “La rueda” (1975), narra una historia que me llegó de boca de uno de los protagonistas. Lucía Mendieta es el nombre que puse al personaje central y si bien es una obra que relata un hecho de mal trato y abuso de una menor, esa historia me buscó a mí como escribidor de la misma. Me rondó en la cabeza y un día me puse a escribirla. Y fue una obra, ambientada en Victoria que comienza en la octava de carnaval en la Plaza San Martín y culmina en la salida del Hospital público con un hálito de esperanza en medio de la desesperanza de la protagonista. Es una de las historias que se valió de mi imaginación y mi pluma para que llegara a la gente, al lector. En el Concurso Literario de Obras Inéditas, organizado por la Municipalidad de La Matanza (Bs.As.) en 1974, el original de “La rueda” mereció una mención del Jurado que entre otros integraban Nicolás Cócaro, Graciela Maturo y Ernesto Goldar. La novela fue editada en Victoria al año siguiente.
Por otra parte, la muerte de Juan Domingo Perón y los días inmediatos a ella, me captó de tal forma que dio origen a la novela “Historias en negro y gris” donde entrecruzo cuatro historias con retrospectiva, intercambio de planos temporales y geográficos que mereció el elogio de la crítica por la estructura moderna de la obra y por el tratamiento del tema, y de escritores como Gustavo García Saraví y Ulises Petit de Murat. Un hecho, la muerte de Perón que me buscó a mí como escritor. Y que fructificó en la escritura de la novela.
En el caso de los cuentos, evidentemente también sucede así. Mi primer libro, “Cuentos con niños” surgió de ver chicos en diversas actitudes, con diferentes motivaciones, y esas historias y esas personas convertidas luego en personajes, fueron quienes buscaron al escritor para que las fijara en cada cuento. Los libros posteriores no escapan a esa impronta de historias que buscan al autor.
“De casas y misterios” reeditado por la Sociedad Filantrópica “Terror do Corso” en Ediciones Del Castillo (Rosario, 2011), son cuentos que surgieron de relatos orales escuchados en mi infancia, de ver casas con un hálito especial en mi ciudad, historias que me encontraron a mí y que yo las transformé en cuentos.
A veces son sueños que en el inconsciente afloran cuando duermo y que por alguna extraña razón, conexión o lo que fuere, se graban y necesitan ser contados, con el lógico e imprescindible trabajo de la imaginación y el pulimento y andamiaje que le debo dar como escritor. Así sucede con “El sueño” incluido en mi libro “La culpa la tuvo el cuento”, o en “”Una tarde de claridades cíclicas” incluido en “Los Cuentos del Astrólogo”.
De esa forma, puedo decir a través de mi experiencia, que el narrador no busca las historias sino que son las historias las la lo buscan a él. Y ella se traduce en el armado de obras que nacen en un mundo donde todo es materia novelable. Y como escritores, nos encontramos con esa materia y cuando es apta y nos llama, debemos transformarla en una obra de arte literario como cocreadores o continuadores de la creación que permanentemente está en evolución y, por suerte, necesita de los artistas (en este caso de los escritores) para que se concrete.

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