sábado, 17 de septiembre de 2011

¿QUÉ LEEMOS LOS ESCRITORES?
Escribe Carlos Sforza*
La pregunta que da título a esta nota tiene, claro, diversas respuestas. Y es así puesto que cada escritor es una individualidad y por serlo, sus preferencias varían de uno a otro. Para tratar de responder a la interrogación, me voy a referir a mis lecturas. Y de esa manera puedo dar una pista a quienes son mis lectores, sobre lo que a lo largo del tiempo formaron mis muchas lecturas.
Cuando era niño, hace ya bastante tiempo, las lecturas se centraban en revistas y algunos libros. Las revistas eran, por ejemplo, un suplemento que editada el diario “Crítica” y que se publicaba creo que los martes y los viernes de cada semana. Ahí, en tiras teníamos lecturas ilustradas de diversa índole. Aventuras de Tarzán, la vida jocosa de “los cebollitas” y muchas más. A ello se sumaba “El Tony” y el “Pif Paf”con las aventuras de Mandrake el Mago, Tarzán y numerosas historietas que nutrían mi imaginación niña junto a las aventuras de Superman y el emperador Ming.
No puedo obviar la lectura de artículos especiales para la edad, del memorable “Tesoro de la Juventud” que leíamos en la casa de una vecina, la Sra. Julia Muzzio de Cudini que, como buena maestra de la Escuela Laprida, en su biblioteca tenía la colección de los preciados libros que eran una verdadera enciclopedia, variada y accesible aún para los niños.
No puedo obviar la lectura de algunas obras que publicaba la revista “Leoplán”. La que se grabó de una manera muy especial fue “El retrato de Dorian Gray” de Oscar Wilde, que en folletín se publicó en esa revista y que impresionaba la ilustración de la tapa con el famoso retrato.
Con el correr del tiempo, lecturas de Salgari y otros de por medio, me dediqué de lleno a leer novelas policiales. El detonador de esas lecturas fue la colección de las novelas y cuentos escritos por Arthur Conan Doyle, con Sherlock Holmes como el paradigma de detective privado que se adelantaba a Scotland Yard y resolvía los más intricados casos como “El sabueso de los Baskerville”, “La marca de los cuatro” y tantas otras aventuras como los enfrentamientos y luchas sin cuartel con el Profesor Moriarty. A esas lecturas de las obras de Conan Doyle, se sumaban otras novelas policiales, conseguidas a bajo precio en los quioscos de revistas, como la colección de Sexton Blake (de quien conservo aún dos libritos), de Mr.Reeder, de Fantosma y otros por el estilo. En esa época de mi adolescencia, leía prácticamente una novela policial por día. Y para lograrlo, además de recurrir a las bibliotecas públicas, intercambiaba libros con amigos.
EN LA SECUNDARIA
Cuando comencé el cuatro año de la secundaria, mis lecturas derivaron en muchos escritores que nos proporcionaban los profesores del Colegio Nacional de Nogoyá. En historia, libros del revisionismo histórico con Juan José Antonio Segura, historiador y maestro ejemplar. En literatura leía a poetas como Antonio Machado, Francisco Luis Bernárdez, Paul Claudel, asimismo a los españoles artífices del idioma como Azorín. Por supuesto a los autores clásicos del programa de literatura del Colegio. Pero lo que nos reunía a un grupo de alumnos, eran esas otras lecturas que no las hacíamos por obligación académica, sino por el gozo de la lectura misma. A ello se sumaba el estudio y profundización en temas de religión, teología y filosofía.
Posteriormente ahondé en lecturas de los libros de Giovanni Papini, de Graham Greene, de Francois Mauriac, de George Bernanos, de Gabriel Marcel, de León Bloy, de Jacques Maritain, de Jean Paul Sartre, de Merleau Ponty, M. F.Sciacca, Camilo José Cela., de Gilbert K. Chesterton. Asimismo los clásicos novelistas norteamericanos: Faulkner, John Dos Passos, Hemingwey. El irlandés James Joyce. La inglesa Virginia Wolf. El norteamericano Kart Vonnegut…
OTRAS LECTURAS
A esa nómina, incompleta de lecturas intensas y meditadas, debo agregarle mi predilección por los libros de Ray Bradbury, uno de los preferidos autores no sólo de ciencia ficción sino de narraciones donde se mezclan el misterio, lo sorprendente y la belleza de un estilo excelente y de una estructura novelística de calidad indudable.
En cuanto a los argentinos, mis lecturas se han nutrido de Ernesto Sábado, Arturo Cerretani, Adolfo Bioy Casares, Manuel Mujica Láinez, Jorge Luis Borges, María Esther de Miguel, Juan Carlos Ghiano… Está sobreentendido que a la par de ellos, he leído a los autores entrerrianos cuya nómina es extensa y de otros lugares del país. Por supuesto no se puede, en mi caso, obviar a Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Juan Carlos Onetti. Y un gran escritor alemán como H. Böll o el irlandés G. Orwell. Tampoco a Umberto Eco y también, en forma muy especial, a Italo Calvino
También es cierto, que entre mis lecturas figuran nombres de autores, libros y antologías que, por mi tarea como crítico y comentador de libros, realizo incesantemente. Son cientos los artículos en los que he reseñado y he comentado y he hecho crítica literaria de libros editados en el país y fuera de él. Han desfilado muchos autores, algunos de alto valor, otros de menor valor y, obviamente, ha habido malos libros escritos por quienes pretenden ser escritores y no les el cuero para serlos.
COLOFÓN
Como final a la respuesta de la nota, puedo asegurar que esas muchas, muchísimas lecturas han nutrido mi vida y me han dado gozo y oportunidad de vivir muchas vidas en las vidas de cada narración. A la vez, he aprendido mucho puesto que al leer buenos autores, algo siempre queda y sirve, inconscientemente, al escritor. Y, claro, sigo leyendo como buen adicto a la letra impresa, a las ficciones, a la poesía, al ensayo y la filosofía.

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