jueves, 25 de agosto de 2011

¿POR QUÉ ESCRIBO COMO ESCRIBO?
Escribe Carlos Sforza*
En cierta ocasión, hace ya varios años, cuando Ediciones Paulinas de Buenos Aires editó mi primera novela “Patio Cerrado”, un lector, oriundo de Rosario, que había leído el libro, después de hacer un elogio del mismo me espetó esta pregunta: “¿Por qué mató al muchacho?”. Se refería al final del libro cuando se suicida el protagonista central. Mi respuesta fue la lógica y la hice con la rapidez del convencimiento: “Yo no maté al muchazo. Se suicidó él”.
En otra ocasión, cuando publiqué “Cuentos con niños” e “Historias de mi pueblo”, alguien me identificó con la ideología marxista por los temas que abordaba. Se refería a que la temática de mis cuentos tomaba en general, a personajes pobres, humildes, desposeídos y en algunos casos, olvidados.
También hubo una vez en que al leer un fragmento de mi novela “Historias en negro y gris”, una señora pareció escandalizada y dijo que cómo un católico como yo podía escribir esas cosas. A ella yo le respondo que yo no soy un novelista católico sino un católico que escribe novelas. Y al hacerlo aparecen personajes y escenas que suceden en todos los rincones del mundo, porque el hombre deja ver sus pasiones, amores, odios, grandezas y bajezas, en cualquier lugar del expendido mundo que habitamos.
Estas anécdotas las cuenta para que el lector pueda apreciar varios aspectos de mi manera de escribir. En primer lugar que cuando un narrador crea un personaje, ese ser de ficción, se independiza del autor y comienza a andar y a hacer su propia vida. Ya no depende de lo que quiera de él el creador, sino que mantiene su libertad dentro de la ficción. En segundo lugar, en mi caso, hay que tener en cuenta que cuando escribo tomo ambientes y personajes que existen. De allí que Martín del Pospós, maestro y amigo, cuando presentó mi primer libro de cuentos, dijo que en la triple alternativa de elegir entre lo que pudieran ser los niños, o de lo que debieran ser los niños, opté por presentar cuadros concretos de lo que son los niños. Y en tercer lugar, queda ya explicada mi posición de católico que escribe novelas y no de novelista católico que pretende hacer una apologética de sus narraciones. Como escribiera Heinrich Böll: “Yo no soy un novelista católico (…). Me considero tan libre como libres dejo yo a los personajes de mis novelas.”
Es cierto que en ese juego de andar por la ficción como creador, aparecen elementos como la memoria y el olvido, que juegan su papel en la actitud del creador. Y la memoria que recupera instantes de la infancia, es primordial al momento de escribir porque suele nutrir de elementos olvidados la labor creadora.
Uno de los temas que están siempre presentes de una u otra forma en mis ficciones, es la muerte. Esa sombra, como he dicho varias veces, que nos acompaña desde el nacimiento y que cuando desaparece de nuestro lado, es porque ya no estamos entre los vivos. El hombre, al decir de Heidegger, es el único ser que sabe que va a morir. Y yo ví la muerte siendo un niño: cuando tenía seis años falleció un tío y al año siguiente, con siete años de edad en mi vida, falleció mi padre. A mis cuatro abuelos no los conocí salvo por fotografías puesto que al nacer yo, ellos ya había fallecido. Eso como tantas cosas de la infancia, inciden consciente o inconcientemente en la labor del escritor. Afloran en ciertas situaciones y quedan, muchas veces, plasmadas en escenas de relatos que no tienen que ver con el autor en cuanto a lo narrado, pero sí en cuanto a vivencias de la niñez.
Elementos materiales como las casas, son en mi narrativa temas recurrentes que se plasman en relatos y misterios que pueden suceder en el interior de esas viviendas. Así como las historias de nuestros ancestros, las guerras jordanistas, los odios que muchas veces tiñeron de rojo a familias enteras. Nada es ajeno a la imaginación del novelista. Todo, diría Manuel Gálvez, es materia novelable. Por esos si bien hay elementos recurrentes, siempre aparecen otros inesperados, buscados o no, que nutren el quehacer creador. Los sueños suelen nutrir, también la labor del creador. Hay cuentos que he soñado literalmente y que luego, al salir del sueño he reescrito como sucede en un caso concreto, en el libro “Los cuentos del Astrólogo”. También Cortázar dijo en una entrevista para la televisión española, que ví íntegra, que “Casa tomada” uno de los clásicos del autor de “Rayuela”, era un cuento que había soñado y que luego, con algún agregado, escribió.
INFLUENCIAS
Todo escritor que ha sido y es un lector adicto, recibe influencias. No es que luego trate de escribir como el autor preferido, sino que como somos deudores de la cultura en que nos nutrimos, asimilamos elementos de diversa índole que tarde o temprano, en general en forma inconsciente, nos alimentan y pasan a formar parte de nuestra manera de vivir la creación literaria.
Yo, por supuesto, asimilé mucho de las charlas-enseñanzas con Martín del Pospós. Aunque nunca me consideré un seguidor de su manera impar de escribir ni tuve el conocimiento directo, como él lo vivió, de las islas y del alma de los isleros de nuestro departamento. Pero con él discutíamos sobre autores del momento. Entre ellos el reconocido autor de “La Colmena”, Camilo José Cela. O Nikos Kazantzakis, el autor de “Cristo de nuevo crucificado. O Carmen Laforet. Aparte de los autores argentinos, a los cuales él conocía al dedillo y de cuyos libros en más de una ocasión, escribimos comentarios.
En mi caso particular, yo reconozco ser deudor de Graham Greene a quien leí por primera vez, cuando se publicó la traducción de “El poder y la gloria”. A Greene lo he seguido desde entonces (hace más de cincuenta años) a través de prácticamente toda su producción novelística. Lo he considerado y considero, como uno de esos escritores que a uno lo marcan. Otro tanto sucede con Gilbert K. Chesterton, cuya producción comencé a leer cuando era estudiante secundario. Por supuesto a uno de los novelistas olvidados de nuestro país como es Arturo Cerretani. Y, claro, no puedo obviar a uno de los escritores excepcionales del siglo XX y lo que va del XXI: Ray Bradbury. Ernesto Sábato, Julio Cortázar, Manuel Mujica Láinez… A ellos, sumo los españoles citados, y varios argentinos que hoy están vigentes en el público lector y otros no lo están por ese olvido que es propio de nuestra a veces flaca memoria.
Es indudable que la lectura de buenos narradores tiene influencia indirecta en quien es escritor. Se aprende con la lectura de sus libros. Se goza con ellos y, a la vez, se aprende a ver cómo cada autor encara la construcción narrativa cómo escribe lo que quiere contar.
Gálvez decía que “el novelista vuelve a dar vida, pero una vida distinta, a lo que más o menos, ha sucedido. Es un creador de vida y de vidas”. Es claro que para que ello suceda y sea verdadero creador, el narrador debe dejar en sus creaciones su impronta, su ritmo, su micro y cosmovisión escritas con un estilo y una estructura propios y adecuados a cada momento de la ficción.
En ese sentido, personalmente comencé escribiendo desde el narrador omnisciente y en forma lineal. Luego y paulatinamente, pasé a cambiar y mezclar el narrador en tercera persona con el que lo hace en primera persona. Y, a la vez, a incorporar diversos planos temporales y narrativos en mis ficciones. Sin abandonar, cuando el tema lo requería, la forma lineal con monólogo interior, entrecruzamiento de realidad y elementos suprarreales. Todo ello teniendo siempre presente la premisa que no vale sólo lo que se dice, sino cómo se dice.
Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com

1 comentario:

  1. En esta nota el Conde se "desnuda" de manera generosa y comparte con sus lectores experiencias de vida. Simples, cotidianas, que le han permitido nutrirse para su creación. Él se sabe influenciado como lector por otros autores y lo comparte con nosotros, y cómo no serlo, si cómo todo ser humano también él es sujeto atravesado por la cultura a la que pertenece. Seguramente esos lectores que en algún momento le han reprochado algo al Conde por sus personajes se hanidentificado tanto con ellos que se han apropiado de ellos en esa relación que se da entre autro y creador donde el personaje ya ha cobrado vida propia.
    ¡Que maravilla el Arte!
    Gracias nuevamente querido Conde por regalarnos este momento de goce y cultura en épocas de mediocridad!!!!!!!!!

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