jueves, 4 de abril de 2013


LEER, ¿UNA COSA RARA?
Escribe Carlos Sforza*
Últimamente se ha hecho mucho hincapié en la lectura. Se habla, por algunos, que se lee menos que antes. Cuestión ésta, que yo he puesto en duda. No creo que se lea menos que antes. Y, tampoco puedo afirmar que se lee mucho más que antes.
Camilo José Cela, Premio Nobel de literatura, autor de una memorable novela como “La colmena”, sostenía algo parecido.
Hay muchas maneras de leer. Por obligación, por compromiso con el autor, por gozo. Ahora sucede que hay talleres de lectura y muchos jóvenes, que han leído algún libro que les ha interesado, lo recomiendan por la Red.
Siempre he sostenido que cuando era estudiante, y hace bastante tiempo, mis compañeros de escuela en su gran mayoría no leían. Y no había televisión ni Internet que los distrajera y motivara para ir por otro camino. La lectura de libros era, aparte de los que se imponían en la escuela por obligación, cosa de pocos. Cuando más, algunos solían leer revistas con aventuras de Mandrake el Mago, Tarzán, Superman o Flash Gordon. Pero en cuanto a libros, éramos muy pocos los que fuera de los del colegio, leíamos.
En una reunión en la Feria Internacional del Libro, la escritora Alicia Steimberg  contó que “Cuando yo era muy joven ya era raro encontrar gente que leyera; en realidad, leer, y mucho, siempre fue cosa rara, de gente rara”. Esa anécdota no hace sino corroborar lo que he sostenido al comienzo y lo he reiterado muchas veces.
Todo ello lleva a la conclusión que la lectura de hoy no es menor a la de antaño. Quizá, a través de otros soportes, como Internet, haya aumentado e incluso  multiplicado. Pero concretamente estamos hablando de la lectura con soporte papel, es decir, del libro impreso.
Se aproxima el Día Mundial del Libro, el 23 de abril, establecido coincidentemente con los aniversarios de las muertes de William Shakespeare, Miguel de Cervantes Saavedra y el Inca Garcilazo de la Vega. Este acontecimiento coadyuva para poder hablar de la lectura hoy.
Es indudable que, como cualquier escritor que lo sea de verdad, sostiene, que la base de una buena escritura es la lectura. Parece ser una verdad de Perogrullo pero hay que repetirla porque es necesario que los jóvenes (e incluso adultos) que deseen encaminarse por la escritura, la recuerde si es que no lo saben.
La escritora Silvia Plager en una nota donde fue entrevistada por ADNCultura, dice que “(…) hay que ser lector primero y después escritor. El que no venera el texto escrito no puede ser escritor.” Y detrás de la mayoría de buenos escritores, hay mucha y atenta lectura. De libros de diversos autores y variados temas y géneros. Pero que hay lectura, no quepa la menor duda. Y no es que se lea para copiar estilos o métodos de escritura. Se lee por la necesidad de vivir otras vidas, de acercarse a otros seres, a otros mundos posibles que el escritor plasma en sus obras.
Cuando uno comienza a leer es como empezar una aventura. La que le deparará el texto que tiene ante la vista. Ricardo Piglia en su libro “El último lector”, dice que “Hay una relación entre la lectura y lo real, pero también hay una relación entre la lectura y los sueños, y en ese doble vínculo la novela ha tramado su historia. Digamos mejor que la novela- con Joyce y Cervantes en primer lugar- busca sus temas en la realidad, pero encuentra en los sueños un modo de leer.” Y agrega: “Esta lectura nocturna define un tipo particular de lector, el visionario, el que lee para saber cómo vivir. (…) Para poder definir al lector, diría Macedonio (Fernández), primero hay que saber encontrarlo. Es decir nombrarlo, individualizarlo, contar su historia. La literatura hace eso: le da al lector un nombre y una historia, lo sustrae de la práctica múltiple y anónima, lo hace visible en un contexto preciso, lo integra en una narración particular. La pregunta “qué es un lector” es, en definitiva, la pregunta de la literatura. Esa pregunta la constituye, no es externa a sí misma, es su condición de existencia. Y su respuesta –para beneficio de todos nosotros, lectores imperfectos pero reales- es un relato: inquietante, singular y siempre distinto.” (p. 25).
Leer pues, enriquece al lector. Lo transforma en cuanto lo hace partícipe de lo que lee. Y, a la vez, como dice el mexicano Gabriel Zaid, nos vuelve más reales.   

    

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