domingo, 1 de julio de 2012

VIDAS FILOSÓFICAS


Escribe Carlos Sforza*

Bajo la dirección del filósofo Tomás Abraham se realiza en Buenos Aires el denominado Seminario de los Jueves al que concurren profesores y otras personas de distintas áreas, interesadas en el diálogo y la discusión de temas que hacen a la filosofía.

El resultado de las reuniones de todos los jueves en el año, se plasma en ocasiones en libros que recogen las ponencias de algunos participantes. Es de destacar que ese Seminario se inició en 1984 y en 1988 decidieron publicar el seminario de aquel año: “Foucault y la ética”.

Ahora tengo en mis manos y lo he leído con sumo interés, un nuevo aporte del seminario. Se trata de “Vidas filosóficas” (Eudeba, Bs.As., 2003, 492 p.). En esta entrega del seminario, escriben diversos autores y la presentación está a cargo de Tomás Abraham, así como el último trabajo que cierra el libro titulado “George Soros, un filósofo fracasado”.

El Director del Seminario, en la presentación de la obra aclara bien el sentido y contenido del libro. Dice: “Una vida filosófica implica una disciplina, disciplina que también exige una vida de artista o la vida de un santo. Una vida filosófica no es la distinguida vida de los filósofos, porque los filósofos no tienen ni más ni menos vida que cualquier ser mortal. La vida de un filósofo no es una vida especial. La condición de filósofo no exime de ninguna de las vulgaridades de la más común de las existencias terrestres”. Al fin de cuentas, es un ser humano como cualesquiera de nosotros. Y por ello es interesante conocer aspectos que hacen a esa vida de un filósofo no como una información biográfica, seca, rutinaria y con detalles que no hacen a la misión que ese filósofo determinado se ha propuesto. “La meditación filosófica es una mirada a la condición humana” dice Abraham. Y para poder captar, entender y meditar esa mirada, es indudable que conocer aspectos de la vida del filósofo, sobre todo circunstancias que tengan relación con esa visión, ayuda a comprender lo que piensa sobre la condición humana y otros temas conexos, el filósofo en cuestión.

LOS TRABAJOS DEL SEMINARIO

Quienes aportan con sus trabajos en el libro, son numerosos estudiosos. Lo hacen sobre determinados filósofos y centran sus comunicaciones en aspectos que consideran relevantes o fundamentales en el pensamiento del pensador abordado y de allí en más, hurgan en la vida que tiene relación con esa postura o pensamiento filosófico.

Para citar algunos de los trabajos que integran la obra, diré por ejemplo, que Carlos Correa tiene un estudio interesante sobre J. P. Sastre donde indaga en el pensamiento del autor de “La Náusea” y encuentra rasgos de ligereza, inteligencia y aventurismo, como ha titulado su exposición.

Es interesantísimo el trabajo de Leonardo Sacco sobre Séneca. Allí el pensador romano aparece en toda su plenitud y nos lleva el autor hasta el sentido de la muerte en Séneca. Otro tanto, con el tema de la muerte, desarrolla Mónica Cabrera en “Sócrates: la fundación”. Sigue el periplo de la condena y aceptación de la muerte por el filósofo griego y las consecuencias que ello tiene como afirmación del pensamiento y la fidelidad a ese pensamiento de Sócrates.

El trabajo de Alfredo B. Tzveibel sobre la vida de Aristóteles, no hace sino mostrar los avatares que sufrió el autor de la “Ética a Nicómaco” y cómo fue forjando su pensamiento lógico, metafísico y sus incursiones por la retórica y la poética. Me pareció iluminador el trabajo de Mónica Virasoro sobre la vida de Sören Kierkegaard en base al diario del danés y a otros escritos.

Para quienes han seguido la denominada Escuela de Frankfurt, la comunicación que hace Susana Raquel Barbosa al encarar al fundador y director de la misma, Max Horkheimer, que es una figura “injustamente más postergada que otras en el Institut quizá por el estilo en que expresara sus ideas –“preciso”, llano, sensible y despojado de la genialidad estetizante de Adorno, del pathos melancólico de Benjamín o del tono desmesuradamente provocador de Marcuse-, es sin embargo la más importante del grupo de Frankfurt” conforme lo explicita en su trabajo la autora.

Me parece, asimismo, interesante la inclusión del artículo de Alejandro Rússovich que tituló “¿Quién es Witold Gombrowicz?”. El autor fue una especie de Secretario del escritor polaco, exiliado en la Argentina desde la década del 40 y por varios años. Precisamente yo conocí la vida y obra del escritor polaco gracias a la revista Eco Contemporáneo que apareció en Buenos Aires en los comienzos de los años sesenta bajo la dirección de Miguel Grimberg. En el Nº 5 de la revista hay varias notas sobre Gombrowics que había nacido en Polonia en 1904 y llegó a Buenos Aires en 1939 por dos semanas y se quedó varios años, en el anonimato, salvo ciertas relaciones sobre todo con nuestro comprovinciano Carlos Mastronardi. Y saltó al conocimiento del mundo literario cuando en París, Juliard lanza su novela “Ferdydurke”. Hay notas que rememoro al leer el artículo del libro, que están en “Eco Contemporáneo” como cuando en 1957 viaja el autor a Tandil y allí conoce a algunos jóvenes con los que comparte inquietudes y traza líneas a la literatura del momento. Y en el Nº 10 de la mencionada revista, hay un fragmento de “Diario Argentino”, libro que escribió el escritor polaco donde retrata lo que vio en nuestro país relacionado, en este caso, con la vida literaria.

Por eso afirma en “Diario Argentino” que “El arte es ante todo una cuestión de amor. Si queréis conocer la verdadera posición del artista preguntad: ¿De qué está enamorado?”

Yo diría que el libro (pese a algunos errores de tipeo que llaman la atención en una edición de Eudeba) es iluminador. Porque penetra en la vida y su relación directa con el pensamiento de filósofos y pensadores como Agustín de Hipona, Foucault, Levinas el de la posición dialoguista del yo-tú, es decir, del encuentro con el otro, de Platón y sus viajes, de Hegel, de la sin par Simone Weil, de quien allá lejos y hace tiempo, marcador en mano, leí su libro “La Gravedad y la Gracia”, publicado en 1953 por Sudamericana con una extensa introducción de Gustave Thibon. Por supuesto que no faltan pensadores como Blas Pascal, Edith Stein, Unamuno, Ortega, Heidegger, Simone de Beauvoir, Bergson , y otros cuya lista es larga pero que muestran una labor, la de los asistentes al Seminario de los Jueves, seria, profunda, de investigación, reflexión y diálogo.

El trabajo final de Tomás Abraham es esclarecedor sobre Soros, discípulo de Popper y su fracaso como filósofo a quien define “que no es más que uno de los tantos discípulos de Popper protegido por la fortuna”.

Leer “Vidas filosóficas” entraña descubrir a pensadores que en silencio, trabajan con seriedad y responsabilidad para iluminar el pensamiento. Es parte de esta Argentina oculta que no está en los medios pero que estudia, piensa y hace cultura a través de sus trabajos.







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