lunes, 21 de mayo de 2012

SENTIDO POÉTICO EN LA OBRA DE JORGE ISAÍAS


Escribe Carlos Sforza*

Acaba de aparecer un nuevo poemario de Jorge Isaías, el poeta de Los Quirquinchos, que desde hace años reside en Rosario (Santa Fe). Se trata de “Lluvia de marzo” (Colección de Poesía ÍCONO, Edit. Ciudad Gótica, Prólogo de Graciela Cariello, Rosario, marzo de 2012, 120 p.).

Al leer este nuevo libro de Isaías, encuentro que hay una continuidad en su poética. Y la hay porque como sostiene Jacques Maritain, “El sentido, en la obra, corresponde a la experiencia poética en el poeta.” Y el filósofo francés agrega que “El sentido poético significa, a través del complejo conjunto de todos los elementos y cualidades de la obra, la subjetividad oscuramente aprehendida en su misma noche conjuntamente con alguna realidad transparente que resuena en ella. Este sentido o significación es lo que confiere al poema su conformidad interior, sus configuración necesaria y sobre todo su ser y existencia” (“La Poesía y el Arte, p. 307/308).

Jorge Isaías ha sigo consecuente con un tiempo determinado: el otoño. Lo ha sido en obras anteriores; lo es, ahora, en ésta. Ello no significa, claro, que todo sea otoñal en sus poemas de “Lluvia de marzo”. Pero sí que hay una constante presencia de ese tiempo que se une a un lugar determinado y confiere un tono ocre a muchos poemas.

Esa constancia en el tiempo y en el lugar, no es sino lo que el crítico ruso Mijail Bajtin llama el cronotopo (cronos, tiempo y topos, espacio). Jorge Isaís logra identificar, unir, conjugar el tiempo y el espacio. De allí que este “Lluvia de marzo” nos haga vivir un tiempo determinado y, a la vez, un espacio también determinado.

Es claro que para que ello suceda, el poeta recurre a una forma que da carnadura a esa conjunción

Es evidente que Isaías poetiza con una levedad que convierte sus versos en poesía. Así, si aditamentos: poesía. Para ello recurre a comparaciones y, sobre todo a metáforas e imágenes que sostienen el sentido poético de todo el libro.

Hay versos que son un adjetivo, un sustantivo, un verbo. Pero esa disposición lingüística de palabras solas en medio de otros versos, dan fuerza e intensidad a cada poema. Por otra parte, se advierte la actitud existencial del poeta. El ser parte del mundo y el saber unir su memoria, su imaginación, con el presente del estar aquí y ahora. El vuelo de las bandurrias, que aparece en más de uno de los poemas del libro, no es sino ese andar mismo de la vida que, si bien en algunos momentos se evoca con nostalgia (como cuando recuerda a la madre), no se detiene. Y al fin hace que el poeta se pregunte por el sentido mismo de la vida. Esa pregunta que es la que se ha hecho el hombre siempre, clara u oscuramente pensada o expresada, hace que uno se sumerja en la poesía de Isaías y sienta que allí no sólo está la pregunta sino la misma respuesta. Se da en el vuelo de las aves que ennegrecen el cielo diáfano, en la mansedumbre de la lluvia otoñal, en el sentir el latido de los campos y ver en su inmensidad, las inmensas posibilidades que nos brinda la vida. Que, como sabemos, “son las aguas que van al mar que es el morir”. O, como lo recordó Heidegger, el hombre es el único ser que sabe que va a morir.

No obstante ello, la palabra poética mantiene enhiesta la esperanza. Y para que ello sea así, Jorge Isaías recurre a versos a veces desnudos, ascéticos. Y en muchas ocasiones a la metáfora. A esa metáfora que como escribió Carlos Fuentes, “(…) es el encuentro de dos imágenes –de dos carnalidades verbales que se reconocen como tales- (y que) tiende a su vez hacia la analogía, echa redes a fin de encontrar la semejanza de las cosas, es decir su verdadera identidad”. Y agrega el mexicano: “En la metáfora, el lenguaje y la realidad pierden su carácter incompleto o fragmentario y se convierten no sólo en lenguaje y realidad en cuanto tales, sino también en todo lo que evocan o provocan. En la metáfora el mundo de la realidad inmediata, sin dejar de serlo, puede convertirse en el mundo de la imaginación” (“La gran novela latinoamericana”, p. 227/228).

En el Poema 70 dice en los versos finales Isaías: “Pero algo acudió de pronto/ a lo lejos/ una inmensa bandada de bandurrias/ cruzó en silencio el cielo/ y yo me quedé absorto/ ante tanta maravilla”. Y en el comienzo del poema siguiente (el 71), expresa: “Observando/ ese puñado/ de carbones/ que mancharon/ un instante el cielo bruñido/ y herido y distante./ Entonces/ guardé/ todos/ estos papeles/ inútiles/ e intenté captar/ toda esa belleza/ fugitiva” (p.89 y 90).

Vemos cómo el poeta transforma las bandurrias en carbones y cómo ese andar fugitivo de la belleza, que es el andar de la vida, lo deja extasiado y hace que con sus versos nos transmita el sentido poético que tiene.

“Lluvia de marzo” es, sin dudas, un nuevo y valioso aporte de uno de los buenos poetas argentinos que desde el país interior (a veces silenciado), ilumina la poesía argentina.

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