viernes, 11 de mayo de 2012

EL TÁBANO DE SÓCRATES


Escribe Carlos Sforza*

Si tuviera que arriesgar una definición sobre el filósofo Tomás Abraham cuando se ocupa de la cotidianidad de nuestra sociedad, lo llamaría el tábano de Sócrates. Aquel que según se autodefinió el filósofo griego, está sobre el noble corcel para picarlo y mantenerlo despierto.

Todo esto viene a cuento porque he seguido las notas de Abraham en diversos diarios, en su blog y en sus libros. Pero concretamente ahora en “La lechuza y el caracol” (Sudamericana, Buenos Aires, 2012, 288 p.).

El título llamativo por cierto del libro, lo explica Tomás Abraham al decir que “La lechuza es el ave de la filosofía. Vela cuando todos duermen. Da vuelta la cabeza ciento ochenta grados como algunos maestros de yoga. Fue el ícono de Atenas y la inspiración de Sócrates”. Y agrega que “El caracol según algunas fuentes es el molusco de los cínicos. Diógenes no tenía otra identidad y posesión que lo que llevaba puesto (…) el filósofo se desplazaba con el tonel que ocultaba su desnudez mientras desafiaba al poder con una política de gestos” (p. 9).

Hecha la aclaración de por qué el libro lleva ese título, debo decir que la pluma del filósofo Abraham en las páginas de esta obra, se adecua perfectamente al alcance del lector común, sin necesidad que éste esté revestido de estudios filosóficos. Pero

siempre lo hace con la profundidad y el convencimiento que su estar en el mundo, su ser un pensador de los valiosos que hay en el país debe expresarse y llegar al pueblo a través de sus escritos. Y es de esa forma que introduce su escalpelo en la realidad del presente argentino.

No elude un mirada retrospectiva sobre el país y su gente. Y al decir gente hablo de quienes lo habitamos y de quienes, en diversos estamentos, dirigen y manejan las riendas de los poderes que se disputan la primacía en la Argentina.

Con plena lucidez no escatima ningún tema que haga a la problemática nacional. Y al contexto internacional en el cual la Argentina está inserta, aunque muchos quieran librar una batalla utópica en un aislamiento imposible de sostener en el mundo globalizado del siglo veintiuno.

EL LIBRO

Abraham aclara lo que ha pretendido con la publicación de “La lechuza y el caracol” (que tiene un añadido al título: “Contrarrelato político”). Y por eso escribe: “Este libro sin dejar de pertenecer a la actualidad, no pretende ser una crónica de hechos ni una crítica a medidas de gobierno. No creo que se restrinja a cuestiones de coyuntura, sino que nos habla de un nuevo relato que se nos quiere imponer, que, como todo experimento discursivo de esta especie, se pretende fundacional”. Y agrega: “Llamo a este relato el sistema de los 70. (…) La lectura crítica de este sistema no tiene complicidades con posiciones de sectores políticos y mediáticos que hacen del antikirchnerismo un intento de que no pierdan vigencia ideologías que reivindican algún pasado. Sin embargo, el mentado callarse la boca o mentir lo que se pueda para no beneficiar a la derecha o hacer del silencio una contribución a la causa no sólo evoca a la política sometida a un régimen, sino que es la muerte del pensamiento. Y pensar es disentir, y el disenso es el barómetro de la libertad” (p. 16/17).

Aparte de la Introducción, el libro está dividido en siete capítulos que, a la vez, se interrelacionan entre sí: Intelectuales, Ideología, Batallas culturales, Jóvenes, El enemigo, El Uno o la Una, Sistema 70.

El pensamiento de Tomás Abraham, forjado en una permanente e intensa actividad de estudio, investigación, reflexión y también agregaría una praxis, se refleja en lo concreto, en la filosofía política, en la sociología, en el análisis profundo de nuestra realidad, en este libro.

Diría que estamos ante una obra que recibirá adhesiones y repulsiones. Lo que pasa es que Tomás Abraham “no se casa con nadie”. Dice su pensamiento y lo hace consciente de lo que hace. Es decir, afronta las posibles loas y los posibles improperios que el libro puede (y de hecho lo hace, provocar). Pienso que T. Abraham es un pensador libre. Y como tal no elude ni se achica para decir lo que piensa y cómo ve la realidad argentina hoy y su proyección hacia el futuro. El filósofo ha transitado muchos caminos y como él mismo dice cuando habla de educación y de los jóvenes, “Yo también fui joven. Me echaron de la facultad a los diecinueve años con bastones largos. En esos años militaba en una agrupación de izquierda (…) En París participé del Mayo francés con adoquín en mano. En el 73 voté por la lista de Abelardo Ramos. Con el tiempo dejé de ser joven. Ser joven no es lo mismo que ser lúcido y entusiasta” (p. 160).

Por supuesto que todos los grandes temas que hoy acucian, interpelan y preocupan a la gente de todos los sectores, desfilan por las páginas clarificadoras de “La lechuza y el caracol”.

Es evidente que se pueden o no compartir las aseveraciones, las reflexiones, las conclusiones en muchos casos, que nos ofrece Tomás Abraham. Lo que no se puede dejar de reconocer es que el pensamiento del filósofo está expuesto y cae sobre la realidad como una lluvia por momentos mansa y de a ratos torrencial. Y es bueno que haya pensadores como el autor de este libro, que, como dije al principio, como el tábano de Sócrates nos pica para mantenernos despiertos.



1 comentario:

  1. Celebro la llegada de este nuevo libro del filósofo, que como bien lo refleja el Conde, nos mantiene alertas sobre cuestiones actuales.
    Siempre es bueno que algo "haga ruido".
    Comparto con el autor de la nota mi visión sobre el pensamiento de Abraham, sus aportes siempre son críticos en el sentido estricto de la palabra.
    Gracias Conde por permitirnos una vez más acceder a grandes del intelecto actual.

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