miércoles, 28 de marzo de 2012

PRESENCIA DE LA BIBLIOTECA
Escribe Carlos Sforza*
A raíz del hecho que el 16 de marzo se cumplieron 200 años de la inauguración en Buenos Aires de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, fundada por Mariano Moreno y hoy convertida en Biblioteca Nacional, se me ocurrió hacer un repaso sobre lo que ha sido, es y será la biblioteca que es el local donde se tiene considerable cantidad de libros ordenados para la lectura. Hay biblioteca públicas y, en gran medida por cierto, privadas. Si nos remontamos a la antigüedad está la legendaria Biblioteca de Alejandría que fuera quemada y luego restaurada y actualmente reinaugurada con un edificio excelente.
Entre las de occidente una de las más antiguas es sin dudas, la de la universidad de Cambrige (Gran Bretaña) fundada en 1278, la Nacional de Praga de 1348, la Nacional Bávara de 1585 y sigue la larga lista de bibliotecas famosas en el mundo de lo público, ya sea de las naciones, de las universidades, de instituciones como el Congreso (Washington) de 1800, del Congreso Nacional (Argentina), de las provincias y de las ciudades.
Es indudable que con las nuevas tecnologías, las clásicas bibliotecas en las que abrevamos muchas generaciones han tenido una merma en la concurrencia de lectores, debido a las posibilidades que ofrece la cibernética con los libros que se pueden leer en la computadora, con la anunciada digitalización de la célebre Enciclopedia Británica, y tantos otros métodos usados para informarse, deleitarse y/ o estudiar.
No obstante ello, la existencia de las bibliotecas creo que sigue vigente y hay muchas personas que acuden a ellas a consultar libros para sus estudios, o a leer novelas, cuentos, poesía como una necesidad y a la vez un goce espiritual.
MI EXPERIENCIA
Personalmente, lo he dicho y escrito en otras ocasiones, mis lecturas de niño hasta entrado en años, se nutrieron en gran medida en el aporte de las Bibliotecas Populares. En primer lugar, siendo chico, en la Biblioteca “Mariano Moreno” del Partido Socialista de Victoria, cuando su local estuvo en las esquina de Italia y Suipacha, luego en Italia y Rawson y, por último, ya adolescente y estudiante secundario recibido, en Sarmiento y Abásolo. Allí pude leer las novelas policiales de Conan Doyle, estudios de filosofía y tratados de economía y otras cosas que me resultaban necesarias e interesantes.
En Nogoyá en mis dos años del final del Colegio Nacional, en la Biblioteca Pública donde diariamente asistíamos para consultas en las materias de Historia, cátedra que llevaba el Profesor Juan José Antonio Segura y en la de Literatura de la inolvidable “Pipí” Ascúa.
Ya en Rosario, en la Universidad, asitía muy asiduamente a la Biblioteca de la Facultad de Ciencias Económicas, Políticas y Sociales, en Boulevard Oroño o a la tradicional Biblioteca Argentina. De regreso a mi ciudad, eran frecuentes las lecturas de libros de la Biblioteca Popular “Juventud” (hoy “P:Esteban Lonne”) en calle Matanza, en la desparecida Biblioteca “José de San Martín” del Jockey Club y, como queda dicho, en la “Mariano Moreno”.
A la par, como un buen adicto a los libros, fui formando mi propia biblioteca que hoy suma algunos miles de libros, clasificados en general, por temas.
De esa forma pienso que nuestra generación se formó en buena medida a través del aporte de las bibliotecas públicas (incluyo en el rubro a las denominadas populares), en las bibliotecas de las escuelas y no puedo dejar de mencionar el aporte por largos años y que sigue en la actualidad, de la Biblioteca Sarmiento, hoy municipal, que estuvo en diversos sitios y ha arraigado en la Casa Piaggio (Piaggio y 9 de Julio).

LA LECTURA
A. D. Sertillanges escribió que “Constituye la lectura, sin duda, el medio universal de aprender, y es la preparación inmediata o lejana de toda producción”. Y a renglón seguido agrega: “Nunca pensamos aisladamente, pensamos en sociedad, en inmensa colaboración; trabajamos con los trabajadores del pasado y del presente. Todo el mundo intelectual puede ser comparado, gracias a la lectura, con una sala de redacción o con una oficina de negocios: cada uno encuentra en quienes le rodean la iniciación, la ayuda, la fiscalización, la información y el ánimo necesarios” y remata su pensamiento sobre la lectura y el hombre de estudio así: “Saber leer y utilizar bien las lecturas es, pues, para el hombre de estudio una necesidad primordial, y quiera Dios que la inconsciencia rutinaria nunca lo olvide” (“La vida intelectual”, p. 162/163).
Por eso la lectura es imprescindible. Y las bibliotecas suplen la falta de posibilidades que suelen tener las personas para comprar libros. Por otra parte, hay libros que no se encuentran en librerías ni quioscos, que están agotados y no se reeditan. Y allí está la función, entre otras, de las bibliotecas. Dar la posibilidad de acceso a la lectura a muchos que necesitan por estudio, trabajo o placer, leer una obra determinada.
Jean Guitton escribió: “La ventaja de un hermoso libro es el que nos hace entrar en la experiencia de otro ser, lo que es casi imposible en este mundo, aún cuando se trate de nuestros allegados: ¡cómo atravesar esos velos de costumbre y de pudor! (…) El libro nos coloca en el centro de un espíritu extraño; nos entrega su esencia misma” y más adelante agrega: “un libro verdadero se escribe en virtud de una necesidad, así como una verdadera lectura es la que se hace en estado de hambre y de deseo” (“El trabajo intelectual”, p. 104/105).
El escritor ha creado su obra por una necesidad y una vez editada, el lector la busca con “hambre y deseo” conforme sostiene el filósofo francés. Y ese libro lo encuentra muchas veces gracias al aporte de las bibliotecas que son el reservorio de lo que con el sostén del papel impreso, se convierte en la obra buscada.
Mucho más se podría reflexionar sobre la presencia de la biblioteca y su función y misión en los pueblos y ciudades, en las escuelas e instituciones. Pero lo dicho, nacido al calor del bicentenario de la inauguración de la hoy Biblioteca Nacional, creo que es suficiente con mi propia experiencia y la que puede tener cada uno de los lectores de esta nota.

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