sábado, 10 de marzo de 2012

ALGUNOS ELEMENTOS DE LA NOVELA
Escribe Carlos Sforza*
Muchas veces me he referido directa o indirectamente a los elementos de la novela. Género que, obviamente, ha evolucionado desde que se constituyó como tal. Descendiente de la epopeya, los dioses, semidioses y demás personajes de las epopeyas fueron reemplazados por hombres de carne y huesos. Y nació la novela que, estructuralmente ha evolucionado con el correr del tiempo. Pero a la vez, mantiene elementos imprescindibles para convertir una obra en novela.
Aristóteles decía que “Seis son las parte integrantes de todo drama: fábula, costumbres, palabras, pensamientos, espectáculos y melopeas (…) Ni las costumbres, ni las palabras, ni los pensamientos felices, constituyen la obra de la tragedia, y es muy
preferible un drama que, aún siendo débil en otras partes, tanga fábula y acción.(…) Ni se ha de tener por cosa fácil y baladí la acción. Y agregaba: “Los principiantes antes aciertan en las palabras y en las costumbres que en la fábula. Ella es el principio y como el alma de la tragedia”.
Es sabido que el filósofo habla de la tragedia y el drama que en su época eran las más altas realizaciones de la literatura. La novela, por supuesto no había nacido. Pero es interesante valorar los dichos del autor de “La retórica” y aplicarlo en cierta medida a la novela.
La fábula a que se refiere es la historia que se cuenta. A ello le agrega otros aderezos. Conviene recordar asimismo, lo que decía W. Faulkner cuando afirmaba que lo que importa en la novela no es lo que se cuenta sino cómo se cuenta. Ello se refiere a la escritura en sí misma, a la versión que el autor da a través de las palabras de la necesaria historia que es el núcleo de la novela.
Diríamos que la trama forma parte esencial de la novela. No se puede hacer una novela de puras descripciones, sin un pathos que sea lo que le da sustento. Es claro que en muchas novelas (y hasta en muchos cuentos) hay descripciones hermosas. Pero no deben ser bajo ningún concepto el sustento de la obra. Porque, como muy bien dijo alguna vez Leonardo Castellani, la descripción es como la salsa de las comidas, y con salsa sola no se hace una comida. La comida en el caso de la novela es la trama y el aderezo puede se una buena descripción.
En la novela moderna uno de los elementos que marcan a la misma son los diálogos. Las personas se conocen dialogando. Y cuando en una narración novelesca aparecen los diálogos, muestran a quienes hablan, quienes lo hacen se pintan en sus dichos, pero claro, cuando el diálogo está manejado por la mano de un artista. Que pueden ser diálogos con lenguaje culto cuando los personajes son seres de un círculo especial, o vivaz y movido, con lenguaje coloquial, cuando quienes hablan y se muestran cómo son, son personas del pueblo, gente común que habla en la novela como hablan los seres reales en la calle o en un bar o en su casa.
Conviene también recordar que un personaje de ficción que crea un narrador en cuanto lo deja en libertad ya no es del narrador. Como decía Eduardo Mallea “un personaje de ficción no surge en tanto ya no es nosotros” Se libera, según el autor de “Todo verdor perecerá”, cuando surge en nuestra imaginación y lo colocamos en una novela.
Siempre he sostenido que la escritura de una novela requiere talento y trabajo. “Sudar la camiseta” cuando se escribe una novela es esencial porque en el trabajo constante de ir armando la obra se pasan muchas horas y días y en algunos casos, años. El autor de “Una pasión argentina” escribió que “el artista es realista porque es testigo, el testigo por antonomasia, el testigo de los testigos; no realista por las órdenes de la secta ni por las tentaciones de la comodidad”.
Alguien podrá preguntarse ¿dónde juega en esto la ciencia ficción? Uno de los grandes narradores de cuentos fantásticos y de ciencia ficción, mi admirado Ray Bradbury, escribió en su libro “Fueiserá”: “La ciencia ficción es la ficción más importante que los
Escritores hayan inventado alguna vez. Porque fue capaz de prever el cúmulo de problemas que se nos venían encima través de las profundidades del tiempo. (…) Porque por encima de todas las cosas y desde los tiempos en que Platón trataba de crear una sociedad razonable, la ciencia ficción siempre ha sido un maestro de fábula en cuestiones morales al decir si talamos árboles tenemos que plantar otros. Si inventamos la píldora, ¿qué haremos con las estructuras religiosas y nuestras concepciones? (…)
No hay problema trascendente en el mundo de hoy en día que no haya sido abordado por la ciencia ficción” (p. 260/261).
Es decir, que los verdaderos novelistas y cuentistas de ciencia ficción, son testigos del futuro. Así como otros narradores, lo son del presente o del pasado.
Claro que no son testigos a la manera de un historiador, sino a través de la ficción, que es una mentira pero que siempre transmite una verdad cuando quien la escribe es un narrador de valía.

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