jueves, 26 de enero de 2012

UNA BUENA NOVELA POLICIAL
Escribe Carlos Sforza*
He leído lo que puedo llamar una buena novela policial. Su autor es Guillermo Martínez, narrador y ensayista y doctor en ciencias matemáticas cuyo libro “Borges y la Matemática” comenté oportunamente.
La novela policial es “Crímenes imperceptibles” (Booket, 11ªedición, Buenos Aires 2011, 248 p.) y mereció el premio Planeta (Argentina) por un jurado que integraron Marcos Aguinis, Federico Andahazi, Carmen Posadas, Marcela Serrano y Ricardo J. Sabanes.
La obra se desarrolla en Oxford, ciudad en la que el autor residió dos años. La trama está muy bien urdida y entran en juego más que la violencia al estilo de la denominada novela negra, el raciocinio y la intriga ante una serie de muertes denominadas imperceptibles, porque en apariencia no parecen (salvo el primer caso) sino muertes naturales.
El estudiante argentino que protagoniza la novela, llega a Oxford y se hospeda en la casa de una anciana que ayudó en la última gran guerra y allí comienzan las muertes con la de la anciana que muere asfixiada con una almohada.
Por supuesto que la obra tiene los ingredientes de las novelas policiales inglesas, con la presencia del inspector Petersen, y el munod de Oxford con descripciones justas sobre ambientes, costumbres, juegos y todos los demás ingredientes que hemos conocido muchas veces en las lecturas de otras novelas policiales o cuentos ambientados en Inglaterra, como los de Chesterton para dar un ejemplo que me es muy familiar.
Todo se centra en lo que parece ser un verdadero desafío intelectual al investigador de las matemáticas, Profesor Arthur Seldon. El joven estudiante argentino, al encontrarse con el profesor Seldon lo describe así: “El hombre de ojos pequeños y transparentes que estrechaba la mano era ya entre los matemáticos una leyenda. (….) Se lo consideraba de las cuatro espadas de la Lógica y bastaba revisar la variedad de los títulos de sus trabajos para advertir que era uno de los raros casos de summa matemática: bajo esa frente despejada y serena se habían agitado y reordenado las ideas más profundas del siglo” (pp.22/23).
Pues bien, desde la primera muerte de la anciana comienza un verdadero juego de razonamientos y teorías acerca de quién era el asesino y por qué actuaba como lo hacía. Sobre todo que las víctimas eran personas de entrada edad, con ciertas enfermedades irreversibles y ello las constituía en conejitos de indias para desafiar a uno de los lógicos más destacados del siglo XX.
Hay descripciones de sombríos hospitales ingleses, como el Radclkiffe Hospital, donde trabaja de enfermera la irlandesa Lorna que resulta compañera de tenis del argentino y, a la vez, su amante. Hay, dada la formación académica del autor, un juego permanente entre teorías del lenguaje basadas en los estudios de Wittgenstein, el teorema de Golden, la escuela de los pitagóricos, la secta de los antiguos matemáticos y muchos ingredientes más con los que Martínez sazona la trama.
El desarrollo de la obra está estructurado con secuencias armonizadas, con un lenguaje claro, descriptivo y a la vez con el hilo de las deducciones que el estudiante y Seldon hacen sobre quién es el asesino y por qué los íconos, letras y símbolos que deja tras cada crimen.
Es ésta, sin dudas, una novela policial al estilo clásico del género pero, a la vez, con el aditamento de las partes lógico-matemáticas que aporta el narrador y protagonista. Es decir, el joven estudiante argentino en Oxford.
El desenlace puede sorprender y de hecho tiene todo para ejercer esa reacción del lector. Pero, a la vez, es explicable y hace lógico lo que ha sucedido a lo largo de toda la novela porque se comprenden no sólo los mensajes del asesino sino también el porqué de ellos y las causas que llevaron a los diversos crímenes.
De allí que podamos afirmar que “Crímenes imperceptibles” es una buena novela policial. No es un panfleto ni una serie de acciones violentas. Es una obra al mejor estilo de las clásicas novelas policiales inglesas. Que, claro, no es poco decir.
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