miércoles, 11 de enero de 2012

UNA NOVELA METÁFORA
Escribe Carlos Sforza*
La novela ha alcanzado en los comienzos del nuevo siglo, una amplitud estructural que contradice los clásicos cánones establecidos a partir del siglo XIX.
Hoy nos encontramos con novelas que responden aún a aquellos cánones y que son excelentes obras literarias. Pero, a la vez, asistimos a la creación de obras que transgreden las reglas clásicas y abren nuevos surcos en la escritura.
Tal el caso de la obra que ganó el premio de Novela Clarín 2011. Se trata de “El imitador de Dios” (Clarín-Alfaguara, Imagen de tapa: Getty Images, Buenos Aires, diciembre de 2011, 160 pp.), escrita por Luis Lozano.
EL AUTOR
Luis Lozano nació en Bolívar (Buenos Aires) en 1960. En 1995 publicó la novela “El legado”, distinguida con el Premio Proyección 1994. “Una mujer sucede (2005) fue su segunda novela que mereció menciones en varios concursos, entre otros el de Casa de las Américas. Esta obra fue llevada al cine por Pablo Bucca. Ahora estamos frente a su última novela premiada por Clarín en 2011. Lozano colabora en medios gráficos de nuestro país, de México y de Chile,
LA OBRA
“El imitador de Dios” es una novela que considero como una gran metáfora. Es de una trama bien armada, con una peculiar estructura, donde no abundan los diálogos directos sino por interpósita persona. Tiene reminiscencias de algunos novelistas conocidos. Tanto es así que Juan Cruz Ruiz afirma que “tiene el clima de Rulfo, el ritmo de Onetti y la pasión literaria de Cortazar”.
La trama de la obra gira en torno a un personaje enigmático, Vieytes, que quiere imitar a Dios y crear una vida ficticia. Que es como si pasara de la realidad viva a la realidad de la muerte pero con seres vivos. Para ello plantea a su ex compañero de la escuela secundaria, Gauna, realizar en un día una representación teatral en su pueblo natal: Providencia. Para ello hay que convocar a todos los habitantes, que no son muchos, y que en la representación cumplirán roles diferentes a los que habitualmente tienen en la vida real. Así el panadero será el cartero, el jardinero el guardia, para dar algunos ejemplos. De allí que el nombre de la representación será “La Obra”. Gauna será el amanuense, el escriba, que deberá tomar nota de todo lo que suceda en ese día. Es claro que en el ínterin hay secuencias narrativas a tiempos anteriores, a sucesos a veces que colisión consigo mismos, que crean el clima para el desenlace final. Rosa Montero dijo de la novela que “Es una historia aparentemente sencilla, pero está llena de inquietud y oscuridad. Te hipnotiza y te atrapa, como un juego perverso, dentro de su desasosegante enigma”.
Yo le encuentro en muchos aspectos una influencia borgeana en cuanto al uso de los números, cuando Vieytes dispone el plano de la Providencia donde desarrollará como un dios invisible, la representación teatral colectiva de un día. Sólo él sabe, si es que realmente lo sabe, qué sucederá en ese día. Asimismo la presencia de Borges se nota en las citas que hace Vieytes de Melanchthon y su obra recogida en Arcadia Coelestia de Emmanuel Swedenborg. Allí sitúa, en la transcripción que aparece en la novela, la vida después de la muerte del que fuera discípulo de Lutero (Melanchthon) y su concepción del mundo.
Es claro que toda esta puesta en escena no es gratuita. Vieytes tiene un plan. Y Luis Lozano, como creador, no sólo se centra en el plan del que pretende convertirse en un dios despótico, sino que mecha la narración con escenas retrospectivas, con historias paralelas que tienen que ver, desde distintos puntos de vista, con la propia historia del creador y director de “La Obra”, conforme lo anticipé líneas arriba.

Estamos, como bien ha dicho Edgardo Cozarinsky ante “Una novela que seduce al lector, a partir de la promesa de una intriga, para llevarlo a territorios insospechados donde toda apariencia se revela engañosa y todo personaje resulta máscara de otro”. Lozano ha empleado una gran metáfora de la que se desprenden otras, para crear un clima especial, donde se ponen en duda la vida y la muerte y donde se palpita la representación como una realidad que no lo es pero que, a la postre tiene un desenlace que podría preverse y explicarse en la medida en que uno asume que Vieytes es como la continuación y el ejecutor de las ideas de Swedenborg.
Una novela que realmente atrapa, que en su relativa brevedad es complicada, pero que muestra la labor, el trabajo y la creación de un buen narrador.

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