domingo, 28 de noviembre de 2010

ENSAYO SOBRE EL SILENCIO
Escribe Carlos Sforza*
Santiago Kovadloff es uno de los más destacados ensayistas argentinos. Nació en Buenos Aires en 1942, ciudad en la que reside. Obtuvo el Primer Premio Nacional de Literatura como ensayista en 1992 y en 2000 el Primer Premio de Poesía de la Ciudad de Buenos Aires. Es Miembro de la Academia Argentina de Letras y Miembro Correspondiente de la Real Academia Española. A su labor ensayística se agrega su calidad de poeta, de autor de relatos para niños y de traductor.
Ahora acaba de aparecer una nueve edición de su profundo ensayo EL SILENCIO PRIMORDIAL (Emecé, Bs.As., julio de 20l0, 208 p.).
El libro trata del silencio a través de siete capítulos donde se habla de él en la poesía, en el psicoanálisis, en la música, en las matemáticas, en el monaquismo, en la pintura y claro, culmina con el silencio amoroso. Un vasto y profundo panorama para entrar en las profundidades del silencio y desde allí buscar la comprensión de uno mismo y el encuentro con lo profundo del ser a partir del silencio primordial.
Es interesante entrar en el mundo que nos presenta Kovadloff, pero lo es sobremanera para quienes, escritores, nos valemos de la palabras que precisamente pareciera que contradicen el silencio.
En el prólogo, el ensayista se plantea la pregunta de cómo hablar de lo que no puede ser designado. Y a renglón seguido aclara que “lo indesignable, empero, puede ser reconocido”. Sabe, y lo expresa, que el silencio no puede ser atrapado. Pero no obstante ello, agrega que “Se advierte, entonces, que si no tiene objeto discurrir sobre el silencio, ese discurrir tiene, sin embargo, sujeto. Hay, se diría, una imagen sin forma en la que el hombre puede contemplarse sin verse. Es la del silencio primordial (…).
Desde el punto de vista de Kovadloff, el hombre roza la cima de su conformación libre, “cuando llega a saber que las raíces de su misteriosa singularidad se hunden en el silencio”. Reconoce, claro, que al ser un libro personal es una “obra discutible”. Y es bueno que así sea. Porque con su ensayo el autor nos impele a pensar sobre el silencio primordial y a sacar nuestras propias conclusiones. Que se pueda estar de acuerdo con su pensamiento en un todo o en parte, o disentir de él en un todo, es cuestión de cada lector. Kovadloff afirma que para él, meditar es “una aventura mayor”. Y aquí nos remitimos a la bibliografía y citas que hace el autor y que nutren cada uno de los capítulos del libro. Ya Buda sostenía que la manera de llegar al conocimiento de la verdad absoluta era por medio del cuestionamiento y la propia investigación. Y una de las maneras de lograrla, es a través de la meditación.
LA PALABRA Y EL SILENCIO
Cuando en el primer ensayo del libro, Kovadloff habla sobre poesía y silencio, plantea una curiosidad: “que los griegos, que casi todo lo presintieron, no hayan concebido una divinidad del silencio”. Y él, dice que “A esa divinidad del silencio la imagino yo emparentada con Jano: uno de sus rostros vuelto hacia atrás, el otro hacia delante y ambos unidos por un tronco común capaz de recordar el parentesco indisoluble de los contrarios”.
De allí que el pensador pueda decir que “El silencio humano –es sabido- no se expresa sólo mediante la prescindencia de las palabras. También se expresa mediante las palabras de la prescindencia”. Esto que parece un juego de palabras, no es sino la búsqueda de cómo entroncar los contarios. El insondable silencio con la voz poética.
De allí que Kovadloff sostenga que hay una trayectoria del poema: “va del silencio al silencio”. El silencio del que el poema parte al constituirse como poema que “es fruto de una trama verbal”. Es que en el pensamiento del autor está presente encontrar la epifanía del silencio o el silencio de la epifanía. Dice así que el silencio no es el fracaso del lenguaje sino la culminación del lenguaje.
Kovadloff nos habla del oír. ¿Oír qué o a quién? Pone el ejemplo del
Ángel que parece soplarle al oído a San Mateo las palabras que debe escribir en su Evangelio conforme a la obra de Rembrandt de 1661, titulada “El Evangelista Mateo inspirado por el ángel”. Y sostiene que Mateo presta oído no a lo inteligible sino a lo ininteligible. Y al verterlo en el Evangelio no transcribirá lo escuchado, sino que el Ángel lo ha puesto en presencia de algo ininteligible, que sería la inspiración según la mirada del ensayista. Yo, como muchas veces lo he dicho, descreo de la inspiración y creo en la imaginación que crea. Pero en la mirada de Kovadloff, poeta él, está esa inspiración que hace que “desde el contacto con lo indecible se rebota hacia la palabra que intenta reflejar y preservar el efecto de ese encuentro. Poeta es el que sabe iluminar líricamente ese efecto en su escritura”.
OTRAS FORMAS DEL SILENCIO
En los capítulos siguientes el ensayista nos plantea otras formas del silencio. Es sumamente ilustrativo y profundo cuando se sumerge en las profundidades del psicoanálisis, donde el paciente se enfrenta con el silencio de quien lo psicoanaliza. Cita a Liliana Zolty cuando expresa que “Los pacientes siempre dicen la verdad cuando dicen que no tienen nada que decir. Pero para encontrar esa nada que decir hay que hablar”. Ante esta situación, sostiene Kovadloff que el sitio del psicoanalista “será el de quien asume la representación de lo callado”. Y líneas después afirma que “En un primer momento, al encontrarse con el silencio del psicoanalista, el paciente no sospecha que ese silencio constituye una representación, un semblante”.
A través del encuentro paciente-psicoanalista, se produce un reconocimiento de aquél en el silencio de éste. Cuando el paciente retorna a la palabra es porque el silencio la devuelve y “reconfigura al hombre al permitir que se reconozca en su básica condición de carente, en lugar de hacerlo mediante la negación de esa carencia”.
Cuando habla del silencio en la música, sostiene que “el arte de la música no quiere ser sino alusión” En su etimología, nos dice, la palabra remite al juego, a la diversión. Recuerda que “Una de las resonancias más antiguas de la palabra juego (ludus) retrotrae a la idea de la representación efectuada en honor de una divinidad” Y agrega: “Esa ceremonia mayor es en nuestro caso, la música, rito consagratorio de lo indesignable”. Con variadas citas, nos hace entrar en el juego y recupera palabras esenciales de Murena y con cita de Vladimir Jankélevitch expresa que “La música, presencia sonora, es, ella misma, una forma de silencio”.
Asimismo introduce su meditación en el silencio matemático y el silencio en la luz: la pintura. Entra en el campo de lo religioso propiamente dicho cuando reflexiona sobre el silencio monástico. Se vale como apoyatura en escritos de Thomas Merton, el monje trapense, del creador del monaquismo occidental: San Benito de Nursia, de San Juan de la Cruz, de Blas Pascal, de Vicente Fatone, para sacar sus propias conclusiones. “El silencio que lleva a Dios, es entonces, el que implica haber superado la identificación de lo real y lo verdadero con lo doblegable y puramente inteligible. Pero es también el que ha superado el desprecio”.
FINAL
El libro culmina con el silencio amoroso. Es una profunda meditación sobre el silencio en el amor. Recurre a citas de variados pensadores que se han ocupado del tema. Disiente del pensamiento de Schopenhauer y Hegel. Trae sabrosas citas de Gabriel Marcel extraídas de su “Diario Metafísico”, de Emmanuel Lévinas, de Kierkegaard, de Platón, de Ortega y Gasset, del poeta Rainer María Rilke entre otros. Éste como los demás temas abordados a través del silencio, es un capítulo que merece (y necesita) una lectura pausada y reflexiva. Sostiene que “la caricia responde a la convocatoria del silencio primordial. Contesta a lo indecible mediante lo indecible”.
Estamos ante un libro que hace pensar y por ello, tiene un valor agregado. Al interés propio del tema, se suma una permanente actitud reflexiva y de meditación del autor. A la que, se espera, se sume el lector.
*Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com

2 comentarios:

  1. Habrá que leerlo entonces!
    De Kovadloff leí algunos capítulos de La nueva ignorancia y me encantó!
    Me parece que ya es momento de que adquiera alguno de sus libros!
    Besos paranaenses!

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  2. Que bueno saber de gente que valora el silencio.
    Silencio que no es ausencia de palabras, sino lo que se "dice" cuando no se habla.
    Recuperar esos espacios nos devuelve a un estado primitivo, donde las palabras no eran necesarias, solo gestos que nos conectan con el mundo exterior. Quizás temamos al silencio porque nos obliga a escuchar nuestro corazón...quizás le temamos porque nos recuerda que el silencio nos espera al final del camino... Habrá que leer el libro entonces, para reflexionar con un pensador inteligente y actual. Gracias Conde por comentar el libro.

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