martes, 1 de junio de 2010

LOS NIVELES DE NUESTRA LENGUA
Escribe Carlos Sforza*
Asistimos a una depreciación de nuestra lengua. Hay tanto en el habla cotidiana como en los comunicadores sociales, una degradación del español hablado y escrito en la Argentina que no sólo llama la atención, sino que causa alarma por la deformación de nuestra lengua.
Nuestra Academia Porteña del Lunfardo emitió una declaración a comienzos de este año sobre los “riesgos que acechan ahora al castellano hablado en Buenos Aires”. Y es digno tener en cuenta que nuestro lema académico es: “El pueblo agranda el idioma”. Pero ese agrandar el idioma por el pueblo no significa caer en la chabacanería o en gruesos errores (u horrores) en el uso y manejo de la lengua que hablamos.
Con mucha razón Italo Calvino en una nota publicada en “Corriere della Sera” en 1978 advertía que “El uso popular es un modelo al que hay que recurrir por lo que tiene de reserva de creatividad, de imaginación, y no por lo que tiene de repertorio de términos empobrecidos”. Existe una tendencia al facilismo en el uso de la lengua que al fin no es sino un permanente nivelar hacia abajo en vez de nivelar hacia arriba. Por eso en el final de su artículo, Calvino sostenía: “Creo poco en la virtud de “hablar francamente”, porque suele significar entregarse a las costumbres más fáciles, a la pereza mental, a la debilidad de las expresiones banales. Sólo en la palabra que indica un esfuerzo por volver a pensar en las cosas, desconfiando de las expresiones comunes, se puede reconocer el arranque de un proceso liberador”.
Hay que tratar de hablar con justeza. Y la responsabilidad de los comunicadores sociales sean periodistas de medios escritos, orales o televisivos, hace que deben guardar un mínimo respeto por la palabra, no tergiversar su uso ni su sentido, no inventar vocablos a su gusto, no caer en la chabacanería ni en el menosprecio del idioma que bien rico es en expresiones y formas para que cualquier charlatán de feria pretenda modificarlo o reinventarlo.
De allí que la Declaración de la Academia Porteña del Lunfardo, con justeza afirme: “Sin negar otras causas, creemos que la pobreza idiomática tiene que ver con el tono chabacano de algunos comunicadores y con la cómoda irracionalidad que sustituye el argumento por el grito o la descalificación”. Y agrega a renglón seguido que “No parece tampoco omisible la creciente equivocidad de no pocos términos a los que se atribuyen fraudulentamente significaciones que no registran los códigos de la lengua, sino los de la mala fe”.
Es interesante e importante esta Declaración, puesto que no solamente habla en general de la caída de los niveles de lengua, sino que ejemplifica algunos casos comunes y reiterados de ese bajón. Así nos ilustra con la desaparición del usted “reemplazado por un checheo confianzudo”. Habla de la pauperización del habla porteña que se ha “manifestado en el eclipse del relativo cuyo y del adverbio tampoco, en el ninguneo del subjuntivo, modo verbal que cede terreno al condicional (si yo sería por si yo fuera), en el desconocimiento de la coordinación de los tiempos (me dijo que vaya el día siguiente por me dijo que fuera el día siguiente) y en la confusión de los géneros (ese acta, esa área, ese agua)”.
El lector podrá, sin dudas, agregar otros suculentos ejemplos de la caída de los niveles de nuestra lengua ya que diariamente leemos y escuchamos esa pauperización horrible que nos baja el nivel constantemente.
Aclara nuestra Academia que los extranjerismos no empobrecen nuestra habla sino que por el contrario, la enriquecen y expresa que tal es el caso de “los extranjerismos usuales en la lengua castellana desde los años que ésta incorporó bellísimas voces arábigas, ni las creaciones léxicas de los sectores marginales, que la Real Academia Española viene acogiendo en su diccionario desde la primera edición (1726)”.
Es importante pues, tener en cuenta esta Declaración y, siempre, aplicar el sentido común en el uso de la lengua. De allí que hay que estar atentos a que nuestro léxico no se pauperice sino que sea “abierto, dinámico, unívoco, rico, limpio, sujeto tan sólo al orden mental y al buen gusto”.
Por otra parte, hay una decadencia “que supone el estilo ético de quienes profesan que se puede decir cualquier cosa de cualquier modo” a la vez que, como dice claramente la
Declaración comentada, hay que rechazar toda injerencia autoritaria en este y otros asuntos. En una palabra, hay que ejercer la libertad pero con responsabilidad. Y en el caso del habla, esa responsabilidad consiste en no pauperizar el idioma y en tratar, siempre, de nivelar para arriba.

2 comentarios:

  1. Coincido plenamente con el autor de la nota, es terrible para el oido y el ojo, lo que se escucha y lee. Y más terrible aún resulta viniendo de "formadores de opinión"...que lamentable que bajo este título cualquiera pueda decir, o mejor dicho, mal decir barbaridades tanto en su contenido como en su forma.
    Ser cuidadosos con el idioma, es en definitiva ser cuidadosos con nuestra identidad, que como tantas otras palabras, ha sufrido una devaluación insensata, y es compromiso de todos recuperar.

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  2. Gracias mtreseses. Hay que recuperar la identidad que nace de nuestro propio decir. Desde todos los lugares: lo cotidiano, la educación, los medios, la escritura literaria, debemos levantar la puntería. Es decir: nivelar hacia arriba. Dejar de lado la pauperización de la lengua y enriquecer nuestro decir.

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