martes, 13 de abril de 2010

Recuerdo de Manuel Mujca Lainez

SU OBRA
Mujica Lainez fue un voraz lector y, si se quiere, un precoz escritor. Pero su obra la construyó paso a paso. Cultivó la biografía con “Miguel Cané” (1942), “Vida de Aniceto el Gallo” (1943), “Vida de Anastasio el Pollo” (1947). Escribió en 1936 el ensayo “Glosas Castellanas” que fue de los treinta publicados, su primer libro. Como después de abandonar la carrera de derecho y un puesto en el Ministerio de Agricultura de la nación, entró en la redacción del diario “La Nación” como cronista, estuvo como el calamar en su tinta. Sus crónicas fueron la base de aquel primer libro de 1936.
“Manucho” como lo conocíamos, era un poeta de fácil pluma. No había ocasión, según cuentan quienes lo conocieron íntimamente, que no fuera propicia para que escribiera unos versos alusivos a circunstancias disímiles. Así sucedía en la redacción del diario porteño como en acontecimientos sociales y en su sillón de académico de la Academia Argentina de Letras.
Su único libro en verso publicado fue “Canto a Buenos Aires” en 1943.
Pero es a través de los relatos y las novelas, donde surge la figura del gran escritor que fue (y es a pesar de no estar entre nosotros) Manuel Mujica Lainez. Ya en 1946 se edita “Estampas de Buenos Aires” que son comentarios “a las imágenes de barrios porteños trazadas por la dibujante Marie Elisabeth Wrede” según señala Jorge Cruz.
Luego vienen sus libros de relatos “Aquí vivieron” (1949) y la tantas veces leída “Misteriosa Buenos Aires” (1950).
Libros éstos, de verdadera calidad literaria que han trascendido los mismos para entrar en muchas antologías. ¿Quién, que se precie de lector, no ha gozado con alguno de los cuentos de Mujica Lainez, sobre todo del segundo de los libros citados?
“Manucho” pertenecía a una clase social alta. Conocía las glorias de esa clase así como la decadencia de muchos de sus integrantes. Ese conocimiento le permitió escribir valiosas novelas donde los personajes pertenecen a ese estamento. De allí que algunos seudos críticos en su momento quisieron descalificar esas novelas puesto que trataban de la alta sociedad porteña. Y es que el escritor, el narrador, no elige sus personajes sino que éstos lo eligen a él. Y cada autor pinta, crea conforme a lo que visceralmente necesita pintar y crear. No se puede descalificar una obra literaria porque el enfoque, la temática, los personajes nos resultan rechazables. La ley primera y única para calificar una obra literaria es, lo repito nuevamente aquí, que la obra sea buena literatura o mala literatura. Si es buena literatura, nos guste o no el enfoque, nos agraden o no los personajes, la obra es buena como expresión de arte literario.
En la saga de las novelas de la alta clase social se inscriben “Los ídolos” (1953), “La casa” (1954), “Los viajeros” (1955) e “Invitados en El Paraíso” (1957). Yo tengo personalmente una especial preferencia por “La Casa”, novela que a través de la decadencia de una suntuosa residencia porteña se muestra la paralela decadencia de quienes la habitaron o habitan. Es una novela que a mí me impactó de tal forma, que siempre la he apreciado como una de las obras excelentes de la mitad del siglo pasado. Por su prosa, por su estilo, por las descripciones al servicio de la novela, “La casa” es uno de los libros fundamentales de Mujica Lainez.
HISTORIAS DE EUROPA
Hay en la novelística de “Manucho” un giro hacia el pasado europeo. Y cuando conoció Bomarzo, cercano a Roma, se nutrió de documentación y así fue el hacedor de la novela que recupera la vida de un duque italiano en el Renacimiento del siglo XVI. Se trata de “Bomarzo” (1962) con personajes que van desde príncipes y pasan por condotieros, bufones, artistas, convirtiéndose en la gran novela del autor que mereció el Premio Nacional de Literatura y que fue adaptada para ópera por Alberto Ginastera y estrenada en Nueva York. La novela estuvo prohibida varios años durante el gobierno de facto de Onganía.
A esa novela en la que recrea la vida de Pier Francesco Orsini, le siguió “El unicornio” (1965). Esta novela, que en su lectura resulta apasionante cuando el lector logra meterse en los vericuetos de la misma, se sitúa en la Edad Media, en la época de las cruzadas. En ella, con la maestría y la frondosa imaginación características del autor, Mujica Lainez nos presenta personajes de carne y hueso y otros de los denominados feéricos. Uno anda de aquí para allá con el hada Melusina que relata sus memorias. Al lector posesionado de la historia, le parece que se encuentra junto a Melusina en el campanario de la iglesia de Lusignan. Realmente esta obra es hechura de una portentosa imaginación a la vez que el escritor ha sabido recopilar documentación y tradición muchas veces oral, sobre esos lejanos acontecimientos y la existencia (real, imaginada…) de las hadas y su cohorte.
OTRAS OBRAS
Entre otras obras podría citar una que nos habla de historia, situada en Hispanoamérica en el siglo XVII: “El laberinto”. A ella añado “El gran teatro”, “Un novelista en el museo del Prado” y varias más de la treintena que publicó. Pero no puedo dejar pasar, porque era un gusto leerlas, las crónicas de viajes y sobre diversos temas con las que engalanó las columnas de “La Nación” durante largos, larguísimos años.
Este recuerdo de Manuel Mujica Lainez surge a raíz de sus dos libros que me han marcado mucho: “La casa” y “El unicornio”. Y de la memoria de sus crónicas. Y a ello, agrego que el 11 de septiembre de 2010 se cumplen 100 años del nacimiento de “Manucho” y en este mismo años, 25 de su muerte.
Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com

1 comentario:

  1. Es más que grato releer a los grandes maetros de la literatura, comparto con el autor de la nota el deleite que produce la lectura de Mujica Lainez. Criticado por escribir de la burguesía a la que conocía desde adentro...¡pobres críticos! no poder ver el bosque porque les atajaba el árbol. La mágica pluma de Mujica Lainez, que entremezcla lo real con la fantasía!, como en el relato "Hechizada" de "Misteriosa Buenos Aires". Gracias nuevamente por traernos estos autores, olvidados en ciertas ocaciones, y que nos llenan el espíritu en medio de tanta mediocridad.

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