sábado, 15 de febrero de 2014

ALTA POESÍA
Escribe Carlos Sforza*
Muchas veces los gozadores de poesía están como enfrascados en un estilo, en una corriente, en una actitud si se quiere, excluyente con respecto a otras expresiones líricas.
Esto viene a cuento por cuanto hay personas que siguen firmes a la poesía con rima y medida, como también las hay que están aferradas a una poesía blanca, libre, donde sólo vale el ritmo interior que la convierte en poesía.
Johannes Pfeiffer en su recordado e imprescindible libro “La poesía”, sostienes que “La poesía hace patente  una actitud del hombre ante el mundo a través de su atemperada hondura esencial. Esto significa que la poesía dice más de lo que enuncia.” Agrega: “No importa el contendido que una poesía pueda  ofrecernos, ni la ideología que profese; lo que importa es su realización verbal.” (p. 56).
Esa actitud del hombre hacia el mundo de que nos habla el alemán, debe expresarse de tal forma que no sea una simple enumeración (a veces caótica) o una efusión de sentimientos agolpados en versos.
Debe tener tal conformación y tal “temple de ánimo” que sea una realización verbal que se convierta en auténtica, única poesía.
Gloria María Traverso acaba de publicar un cuaderno con el título de “Momentos” (Ediciones del Clé, dibujos de Luis María Andrade, páginas sin numerar, Victoria, 2014). Son 6 momentos en los que encuentro en cada uno de ellos, y en la brevedad de cada poema, lo que da título a esta nota: estamos ante una alta poesía. Y al calificar de esta forma los versos de Gloria, no hago sino afirmar lo que es cada uno de los momentos. No es una poesía popular, no es una poesía donde se acumulen asimétricamente diversos elementos, no es una poesía rimada. Es otra cosa. Es la expresión de quien la escribe y pone en cada verso y, más, en cada palabra, su estar en el mundo y lo que ello le produce para transformarlo en alta poesía.
Desde el primer momento la lírica de la poeta se manifiesta con soltura y, a la vez, profundidad: “A lo lejos, caen las gotas lentas/ de una campana triste,/ salpican el silencio de la tarde./ Se ve pasar la brisa por las/ frondas absortas.// Mi corazón aguarda.” La comparación y metáfora de “Gotas lentas” de una “campana” nos hablan de un sentido lírico profundo. Gloria emplea la metáfora con soltura y excelente despliegue, ya que sabe ubicarla en su lugar preciso y en el momento justo del poema.
Los elementos externos, el sol que “se desploma”, el sol que es “el fuego cenital que distorsiona/ el paisaje de siempre, que es ahora una sola y silenciosa flama ardiente”, los cerros, “algún ombú”, todo lo externo no es sino la expresión verbal y poética de un estado de ánimo, de una existencia que vive cada instante y logra transmitirlo con la verdad que le proporciona la poesía.
Ese estado que le hace escribir estos versos: “Las muchachas cantaban a orillas del arroyo./ Yo llevaba el corazón plegado entre las manos/ y velaban mis ojos visillos de tristeza.” Todo ello no es sino una expresión de alta poesía.
Los dibujos de Luis María Andrade están acordes con los versos de Gloria. Sus ilustraciones, basadas en líneas al estilo Picasso (salvando las distancias y las comparaciones) son acordes con la levedad que requieren los seis momentos de este breve pero esencial poemario. Y digo esencial, porque sin dudas Gloria Traverso con este breve cuaderno se incorpora a la alta poesía que, por suerte, todavía existe en nuestro pueblo
 


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