ALTA POESÍA
Escribe Carlos Sforza*
Muchas veces los gozadores de poesía están como enfrascados
en un estilo, en una corriente, en una actitud si se quiere, excluyente con
respecto a otras expresiones líricas.
Esto viene a cuento por cuanto hay personas que siguen firmes
a la poesía con rima y medida, como también las hay que están aferradas a una
poesía blanca, libre, donde sólo vale el ritmo interior que la convierte en
poesía.
Johannes Pfeiffer en su recordado e imprescindible libro “La
poesía”, sostienes que “La poesía hace patente
una actitud del hombre ante el mundo a través de su atemperada hondura
esencial. Esto significa que la poesía dice más de lo que enuncia.” Agrega: “No
importa el contendido que una poesía pueda
ofrecernos, ni la ideología que profese; lo que importa es su
realización verbal.” (p. 56).
Esa actitud del hombre hacia el mundo de que nos habla el
alemán, debe expresarse de tal forma que no sea una simple enumeración (a veces
caótica) o una efusión de sentimientos agolpados en versos.
Debe tener tal conformación y tal “temple de ánimo” que sea
una realización verbal que se convierta en auténtica, única poesía.
Gloria María Traverso acaba de publicar un cuaderno con el
título de “Momentos” (Ediciones del Clé, dibujos de Luis María Andrade, páginas
sin numerar, Victoria, 2014). Son 6 momentos en los que encuentro en cada uno
de ellos, y en la brevedad de cada poema, lo que da título a esta nota: estamos
ante una alta poesía. Y al calificar de esta forma los versos de Gloria, no
hago sino afirmar lo que es cada uno de los momentos. No es una poesía popular,
no es una poesía donde se acumulen asimétricamente diversos elementos, no es
una poesía rimada. Es otra cosa. Es la expresión de quien la escribe y pone en
cada verso y, más, en cada palabra, su estar en el mundo y lo que ello le
produce para transformarlo en alta poesía.
Desde el primer momento la lírica de la poeta se manifiesta
con soltura y, a la vez, profundidad: “A lo lejos, caen las gotas lentas/ de
una campana triste,/ salpican el silencio de la tarde./ Se ve pasar la brisa
por las/ frondas absortas.// Mi corazón aguarda.” La comparación y metáfora de
“Gotas lentas” de una “campana” nos hablan de un sentido lírico profundo.
Gloria emplea la metáfora con soltura y excelente despliegue, ya que sabe ubicarla
en su lugar preciso y en el momento justo del poema.
Los elementos externos, el sol que “se desploma”, el sol que
es “el fuego cenital que distorsiona/ el paisaje de siempre, que es ahora una
sola y silenciosa flama ardiente”, los cerros, “algún ombú”, todo lo externo no
es sino la expresión verbal y poética de un estado de ánimo, de una existencia
que vive cada instante y logra transmitirlo con la verdad que le proporciona la
poesía.
Ese estado que le hace escribir estos versos: “Las muchachas
cantaban a orillas del arroyo./ Yo llevaba el corazón plegado entre las manos/
y velaban mis ojos visillos de tristeza.” Todo ello no es sino una expresión de
alta poesía.
Los dibujos de Luis María Andrade están acordes con los
versos de Gloria. Sus ilustraciones, basadas en líneas al estilo Picasso
(salvando las distancias y las comparaciones) son acordes con la levedad que requieren
los seis momentos de este breve pero esencial poemario. Y digo esencial, porque
sin dudas Gloria Traverso con este breve cuaderno se incorpora a la alta poesía
que, por suerte, todavía existe en nuestro pueblo
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