JOSÉ MANUEL ESTRADA
Escribe Carlos Sforza*
El 17 se septiembre se celebró el
Día del Profesor. Muchos, que desconocen porqué ese día está dedicado al
Profesor, deben saber que es en memoria de José Manuel Estrada que falleció,
precisamente un 17 de septiembre de 1894 a las l6,25 siendo Ministro
Plenipotenciario en el Paraguay.
La figura de Estrada es un ejemplo
para cualquier generación. Hoy cuando escasean tanto las figuras ejemplares por
sus valores morales e intelectuales, cuando pareciera que todo se faramduliza,
que se confunden la Biblia
con el calefón como escribiera Discépolo en su siempre actual tango
“Cambalache”, recordar y rescatar la figura de José Manuel Estrada es una
necesidad y, a la vez, un reconocimiento a un hombre que no claudicó de sus ideas
y se paró con firmeza ante la prepotencia del poder.
Con motivo del 31 aniversario del
fallecimiento de Estrada, en la
Cámara de Diputados de la Nación dijo Sánchez Sorondo que “Su inteligencia
precoz asombra desde sus primeras manifestaciones. Contaba 16 años cuando
obtiene por concurso el premio que el Liceo Literario acordaba al mejor trabajo
sobre el descubrimiento de América; 17 cuando escribía el Signum Federis,
imbuido del más generoso nacionalismo en los momentos más álgidos de la lucha
fratricida entre la Confederación
y Buenos Aires; 19 cuando refuta al doctor Minelli con “El génesis de nuestra
raza”; 20 cuando escribió “El Catolicismo y la Democracia ” y 21 cuando
inicia con “Los Comuneros del Paraguay” la serie inolvidable de sus estudios históricos”.
EL PROFESOR
Se ha dicho que Estrada fue un
maestro por excelencia. Supo atraer a la juventud con sus clases inolvidables y
sus escritos sentidos y a la vez, llenos de una erudición que habla de su
formación sólida y recta.
Inauguró la Cátedra de Historia Argentina
en la Escuela Normal
de Buenos Aires en 1866. Sarmiento lo designó para que inaugurara la mueva
cátedra de Historia Argentina e Instrucción Cívica en el Colegio Nacional de
Buenos Aires. Fue catedrático de Derecho Constitucional y Administración en la Facultad de Derecho y
Ciencia Sociales de Buenos Aires y posteriormete Académico Honorario. Asimismo
fue el primer Decano de la
Facultad de Filosofía y Humanidades (que es la antecesora de
la de Filosofía y Letras). Dentro de la labor educativa, Estrada ocupó varios
cargos como Presidente del Consejo de Instrucción Pública de la Provincia de Buenos
Aires, Jefe del Departamento General de Escuelas con jurisdicción en la ciudad
y provincia de Buenos Aires, Jefe de la Dirección General
de Escuelas Normales, Rector del Colegio Nacional.
Todo ello habla de su trayectoria
como maestro, profesor, docente al fin de cuentas.
Esa docencia se trasladó a los
numerosos libros y artículos que escribió a lo largo de su vida.
EL CATÓLICO
Estrada fue católico y, como
escribiera Luis Gorosito Heredia, “como tal defiende su libertad de serlo”. Recibió
sin dudas las influencias que desde Francia llegaban a través de los escritos
de pensadores católicos que en muchas ocasiones se apartaban de las enseñanzas
tradicionales de la Iglesia
como institución. Como se sabe, después de autores como Chateaubriand, Bonald y
Del Maistre, aparecieron otros que siguieron sus huellas. Tal el caso de
Montalembert, Lacordaire y Lammenais. Ellos se nuclearon en el diario
“L`Avenir” y constituyeron lo que se denominó un catolicismo liberal.
José Manuel Estrada se adscribió a
esa corriente de pensamiento y defendió los principios que creía eran los
mejores para la gente y para el país. Le tocó actuar en una época en que se
enfrentaban pensamientos dispares y supo defender con altura los suyos. De allí
que ese pensamiento de católico liberal, que en el siglo veinte retoman
pensadores como Jacques Maritain entre otros, haya suscitado enfrentamientos
con sectores opuestos al catolicismo e incluso, sectores de dentro del propio
catolicismo que no admitían ciertas corrientes de un pensamiento católico
liberal que pugnaba por establecer con todas sus fuerzas la democracia dentro
de la república.
Hasta tal punto llegaron en su
tiempo los enfrentamientos que por sus ideas y por no compartirlas, los que
detentaban el poder, a José Manuel Estrada lo separaron de sus cargos de Rector
y Profesor del Colegio Nacional y poco después como Catedrático de la Universidad. Ello
no aminoró sus entusiasmo y no hizo mella en sus convicciones. A tal punto que,
cuando recibió a sus alumnos para despedirse ellos, entre otras cosas valiosas
y rescatables, les dijo:
“Os esperaba y he querido pensar lo
que debía deciros en esta despedida.
Cerca de veinte años de mi vida pasados en la Cátedra , me han enseñado
amar la juventud. Ha sido para mí la enseñanza un altísimo ministerio social a
cuyo desempeño he sacrificado el brillo de la vida, las solicitudes de la
fortuna y la alegría de mi familia. (…) Vosotros creéis en la justicia: no
esterilicéis esa Fe sagrada y noble de la primera edad. Servidla mis jóvenes
amigos, con abnegación, con sacrificio, con virilidad. (…) De las astillas de
las cátedras destrozadas por el despotismo, haremos tribunas para enseñar la
justicia y predicar la libertad”.
José Manuel Estrada había nacido el
13 de julio de 1842.
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