¿CÓMO SE ESCRIBE?
Escribe Carlos Sforza
La pregunta viene a cuento puesto
que hay lectores que se preguntan desde dónde y con qué antecedentes escriben
los que escriben ficción. Es decir, cómo nacen en su imaginación la trama y los
personajes de cuentos y novelas.
Isabel Allende, la conocida
escritora chilena autora de libros como “La casa de los espíritus”, “Paula” y
otros, en una entrevista ha dicho que “a la literatura cuando se le pone un
adjetivo disminuye. La literatura no tiene género, la palabra tampoco”. Y
agrega: “Pero uno escribe desde la perspectiva propia, está determinada por tu
circunstancia y, por supuesto, el género determina una parte enorme de tu forma
de ver el mundo”. Ella habla del género referido a si quien escribe es una
mujer o un varón.
Es indudable que la circunstancia
influye en el autor. Lo dijo ya en Berkeley Julio Cortázar. Y es un hecho que
cualquier escritor lo rubricaría. No vivimos, como se decía entre los mentores
del arte por el arte, en una esfera de cristal, aislados del “mundanal ruido”.
Estamos inmersos en un mundo en el que recibimos influjos, apretujones y
bonanzas desde el nacimiento hasta el fin de los días.
Aparte de ello, y es una cosa que
no podemos obviar, la niñez es uno de los momentos que impregnan la vida del
escritor en su posterior desarrollo de adolescencia y adultez. Lo que uno
recibe en la niñez es algo que nos marca para siempre. Y, de una u otra forma,
cuando ese niño se convierte en un escritor, recibe inconsciente y
subconscientemente, aquello que bebió y asimiló sin darse cuenta quizá, en la
niñez.
Precisamente muchas veces he citado
lo que escribiera en “La niñez perdida” el admirado gran novelista inglés
Graham Greene. Él habla de la influencia de los libros en aquella primera edad
de los juegos y la inocencia. Dice: “Tal vez únicamente en la niñez los libros
tienen una influencia honda en nuestras vidas. (…) en la infancia todos los
libros son libros como de adivinación,
que nos hablan del futuro, y ellos –del mismo modo que el adivino ve un largo
viaje en las cartas o la muerte por agua- influencian nuestro porvenir. Supongo
que por ese motivo los libros nos excitaban tanto”.
Esa influencia de las lecturas en los
niños se asimila sin uno darse cuenta y afloran, muchas veces, en hechos que
ese niño devenido escritor, los coloca en sus narraciones.
Los ejemplos de circunstancia de la
infancia que aparecen en obras de ficción, pueden rastrearse en muchos cuentos
y novelas. Mi experiencia personal lo atestigua también.
Hay lugares, objetos, movimientos
que aparecen en cuentos y novelas que han sido parte vivencial de mi infancia.
No como una transcripción textual de lo que aconteció en la niñez, sino como
una recreación, la mayoría de las veces impensada y escrita susurrada por el
subconsciente.
Hay en mis narraciones elementos
que nutrieron mi infancia. Por ejemplo un laurel de jardín que aparece en
varias de mis obras, un chico montando un triciclo y dando vueltas alrededor de
ese laurel. Y así podrían sumarse ejemplos de cómo la circunstancia, la memoria
y el olvido, recrean situaciones que encajan perfectamente en un relato ya sea
a través de un cuento o de una novela.
He dicho muchas veces que en cuanto
escritor, no creo en la inspiración sino en la imaginación. A la que hay que
ayudarla con el trabajo constante, “sudar la camiseta” para tomar una expresión
deportiva que reitero. Imaginación y trabajo son los elementos de los que nos
valemos quienes nos dedicamos a escribir ficciones. No hay otra fórmula.
Admitido, claro, el don que cada uno puede tener para llegar a ser un escritor.
Pensemos, con Umberto Eco, que “La literatura, ante todo, mantiene en ejercicio
a la lengua como patrimonio colectivo. La lengua, por definición, va donde
quiere ella: ningún decreto desde arriba, ni por parte de la política, ni por
parte del mundo académico, puede detener su camino, hacer que se desvíe hacia
situaciones que se pretenden óptimas”. De allí que, como dice el novelista y
semiólogo italiano,”La literatura, al contribuir a formar la lengua, crea
identidad y comunidad”.
Para que todo ello suceda a través
de la palabra convertida en obra literaria por el escritor, éste se ha nutrido
de elementos que ha visto, vivido, sentido, imaginado. Todo es materia apta
para el novelista. Gran observador, nada se le escapa y todo o parte de ese
todo, puede servirle en la confección de una obra. En el acto de crear una
novela o un cuento, todo es materia que sirve. De allí que al decir de Mauriac,
el novelista sea el testigo por excelencia. Lo que nos da una novela que es
ficción, es decir mentira, se trastoca en una verdad que es reflejo del hombre
y del pueblo donde se desarrolla la trama de esa ficción.
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