lunes, 21 de enero de 2013

LA NOVELA PÓSTUNA DE CARLOS FUENTES


Escribe Carlos Sforza*

Acabo de leer la novela póstuma del escritor mexicano Carlos Fuentes, quien falleció el 15 de mayo de 2012. Se trata de “Federico en su balcón” (Alfaguara, tapa: Jorge Pinto, contratapa de Sergio Ramírez, primera edición, Buenos Aires, noviembre de 2012, 298 páginas).

Ya di, antes de la aparición de la novela, una visión aproximada a la misma a través de los dos primeros capítulos publicados como anticipo en ADNCultura del diario “La Nación.

Ahora tengo a través de la lectura del libro, la visión total de la obra póstuma del

escritor mexicano. En la contratapa, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez nos hace un acercamiento a lo que es y significa esta última novela de Fuentes. Dice: “Esta novela es el testamento literario de Carlos Fuentes, una lección definitiva sobre lo que fue y seguirá siendo como escritor. Un autorretrato hablado donde el narrador se multiplica en sus personajes, creando la contradicción espiritual y filosófica que siempre bulló en su alma, una dialéctica que abre interrogaciones sin intentar respuestas determinantes.”

Planteada desde un diálogo del autor con Federico Nietzsche de un balcón a otro, Fuentes nos introduce en un mundo que en cierta forma es parte del famoso “eterno retorno” del filósofo. Y los grandes interrogantes sobre el superhombre, la voluntad de poder, la muerte de Dios que planteó en sus escritos el pensador, sirven de base, en gran medida, para analizar lo que sucede a una serie de personajes que cubren, diría, toda la gama de seres humanos que pueblan nuestro mundo.

Es una verdadera miscelánea donde Fuentes recrea, a través de la ficción la realidad de los pueblos iberoamericanos. Porque no elude ni la violencia, ni las aberraciones, ni la compasión, ni el odio, ni el amor. Y podría seguir la enumeración de los valores y los vicios humanos que se traducen en la praxis de la gente y en el accionar de la masa cuando se proclama y autodefine como asamblea y voltea gobiernos, saquea, tortura y mata, como antes lo han hecho quienes se guarecían en la denominada legalidad que no era sino una burda mistificación de la democracia. Esas escenas aparecen reiteradamente en la novela y, a la vez, sirven para las reflexiones de los que desde sus balcones hablan sobre estos y otros temas.

Con justeza escribe Sergio Ramírez que “Desde el balcón en el Hotel Metropol, Federico Nietzsche, que regresa a una edad moderna con sus viejas dudas y culpas, interroga a Federico Nietzsche en el otro balcón. Carlos Fuentes, desde el suyo, interroga a Carlos Fuentes que se asoma al otro. Entre ambos hay espejos que los reflejan y reflejan a las edades. Carlos Nietzsche y Federico Fuentes conversan sobre el poder, el amor y la justicia mientras van dando entrada a estrafalarios y paradigmáticos personajes al escenario de una revolución donde caerán cabezas. Así es la historia de la ambición humana, de la intriga por el poder, del delirio que lleva al crimen, de la bastardía de la traición, porque el poder implica hilos manejados tras bambalinas, dominio sobre el otro”.

Es de destacar que Carlos Fuentes siempre estuvo pendiente del vaivén de la historia de los pueblos latinoamericanos. Sobre todo, porque lo conoce bien, de su amado México. Y en la novela aparece esa postura del escritor hacia su pueblo que representa, sin dudas, a muchos pueblos americanos. El dominio de quienes manejan entre bambalinas a los negociantes y especuladores poderosos, a una cohorte de adulones que están a su servicio, se refleja en Federico Loredano. Como la lucha libertaria por el derecho y bajo un régimen moral, en el abogado Aarón Azar, y una parte más práctica del ejercicio del poder en Dante (hermano de sangre de Federico). Y está el mártir (a sabiendas u obligado, queda a elección del lector) que es Saúl Mendés Renania junto a la misteriosa ex monja Sor Consolata que toma el nombre de María-Águila. La lucha por imponer la revolución. El fusilamiento de Dante por orden de su amigo Azar. Luego la muerte ominosa de éste a quien la Asamblea vitupera después de haberlo elevado a la gloria de Jefe de la revolución Y el regreso de Federico, manejando hilos del gobierno que imponen los militares conservadores bajo el mando del General Andrea del Sargo, cuando el pueblo se ha destruido a sí mismo y hay pobreza, hambre, asesinatos. Y otros personajes, como el acomodaticio Bacilicato, o Gala, o Elisa, o Rayón o Zacarías, o Charlotte “Madame Mère. Todos ellos tienen cabida en los meandros de esta novela que sin dudas, es un verdadero interrogante sobre el destino de muchos hombres y de no pocos pueblos.

Pocas veces nos encontramos con una novela del calibre de ésta, póstuma de Carlos Fuentes. Que hace pensar a la vez que se hace leer con fruición. Digna novela de uno de los grandes escritores de nuestro tiempo.





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