sábado, 4 de agosto de 2012

ONOMÁSTICA, LUGARES Y MEMORIA


Escribe Carlos Sforza*

Para continuar con la novela y demás expresiones ficcionales, hoy dedicaré esta nota a tres puntos capitales que hacen a aquéllos: la onomástica, los lugares y la memoria.

Es indudable que los nombres tienen en la obra de ficción, un puesto importante. Conforme se van enhebrando nombres de los personajes, surgen referencias indirectas sobre la calidad de esos personajes. Ya sea en lo moral, en lo físico y otras expresiones propias del ser humano.

Graciela Maturo en su estudio sobre la novela “SOMBRAS NADA MÁS” de Antonio Di Benedetto expresa: “Guía de todo buen lector de novelas es la onomástica de los personajes, así como la de lugares y objetos que hayan sido destacados con nombres propios”. Es así puesto que hay una relación íntima entre el nombre y la actuación o presencia de lo nombrado. La onomástica es un instrumento valioso en la creación de una obra de ficción. Es claro que muchos se preguntarán, y me lo han preguntado en diversas ocasiones, de dónde el escritor saca ciertos nombres para sus personajes.

En mi caso particular han jugado y juegan un papel importante varios factores. Uno de ellos es la memoria y el conocimiento de ciertos hombres reales que han portado un nombre y que ese nombre es aplicable por sus connotaciones a un personaje determinado. Asimismo muchas veces he recurrido a los libros añosos del archivo parroquial de Victoria, donde en los nacimientos casamientos y, especialmente en las defunciones, he hallado una cantera inagotable de nombres que en el momento de la creación surgen aplicables y, por supuesto, aplicados a un personaje determinado. También es un lugar donde se pueden encontrar nombres a veces esenciales para un personaje, la visita y lectura de las lápidas del cementerio. Aunque parezca mentira, en los viejos mármoles y bronces, se encuentran grabados nombres que son un verdadero hallazgo para el escritor y su posterior utilización aplicado a un personaje. Quizá la mayoría de las veces esos nombres que uno encuentra y atesora, no son usados en la creación ficcional, pero otros sí. Y allí está uno de los grandes proveedores para la onomástica que la imaginación utiliza en el momento de la creación literaria.

Los lugares también son otro de los elementos esenciales en la creación de novelas, cuentos y relatos. Y, por supuesto la ubicación no sólo geográfica sino también onomástica de los mismos.

Pensemos en la Santa María creada por Juan Carlos Onetti. Y en William Faulkner con la creación de ese lugar imaginario donde sitúa la mayoría de sus novelas: Yoknapatawpha. O Arturo Cerretani cuando centra la vida de los personajes en Buenos Aires, y en la zona del puerto de la capital, lugar que solía frecuentar asiduamente. Muchas veces son lugares imaginados por el autor, tomando, claro, rasgos esenciales de otros lugares y poniéndolos como base para la creación.

Hay creadores que sitúan sus ficciones en lugares reales, conocidos o a veces ignotos y remotos. Pero que con nombre real o inventado, son el hábitat que está al servicio de quienes son los personajes que transitan, residen y hasta mueren en ellos. Tal el caso de los innumerables lugares que aparecen en las novelas de Graham Greene, desde Londres, La habana, México y tantos más, hasta Corrientes, en nuestro país, en su novela “El Cónsul honorario”.

En mi caso la mayoría de mis ficciones se sitúan en Victoria y en diversos lugares emblemáticos para la trama de las mismas: el Quinto Cuartel o Barrio de las Caleras, la zona del Cerro de La Matanza en la novela “Como a través del tiempo”, barrios de la ciudad como en varios cuentos de “De casas y Misterios”, y otros libros del mismo género, o en la novela “Rostros del hombre” al que se agregan la ciudad de Paraná y el mítico barrio “Manuelita” de Rosario para confluir a través de sus personajes en Victoria. Otro de los lugares referenciales de algunos cuentos es la zona del puerto y también la gran urbe porteña cuando muere y es velado y enterrado Perón, en la novela “Historias en negro y gris”.

La memoria, a la vez, nutre permanentemente al creador. Porque los recuerdos e incluso, el regreso al pasado, hacen que las ficciones no sólo sean un relato lineal, sino un intercambio permanente en los tiempos del discurso narrativo. Dice en la nota mencionada Graciela Maturo, que hay novelas “que abordan igualmente el relato vital retrospectivo, no meramente como raconto ordenado de experiencias, sino produciendo una nueva y original ordenación que adquiere el valor de un modelo inteligible”. Y la poeta y crítica agrega: “No pensamos que se trata de una figuración casual; antes bien nos inclinamos a pensar que es el acceso del escritor a un punto omega que es zona de clarividencia y comprensión el que dispone esta estructura radial, atomizada, diversificada en nuevos relatos”

Precisamente esa inserción de la memoria en la ubicación del pasado y su cruzamiento con el presente, es una de las formas que la estructura de la novela moderna ha adquirido y ha dado sus frutos. Aparece en muchos autores latinoamericanos. Y, en mi experiencia personal, la técnica la he utilizado esencialmente en mis novelas y en muchos de mis cuentos, donde se entrecruzan los planos temporales y donde aparece la memoria en hechos del pasado (eso mismo está presente en la novela que próximamente aparecerá).

De allí que ante ciertas críticas a algunas novelas latinoamericanas que ha incursionado con esa metodología estructural, Graciela Maturo sostenga que “Tal es a nuestro juicio la clave interpretativa de cierto tipo de novelas latinoamericanas, que siguen siendo interpretadas como obras formalmente experimentales o como acopio exterior de mitos folklóricos, cuando son en verdad una acabada muestra del periplo cumplido por la conciencia creadora en su religación con el origen y el sentido”.

Con esta forma, breve por cierto, he querido mostrar la importancia que la onomástica, los lugares y la memoria tienen en la creación literaria de los escritores que nos dedicamos a crear ficciones ya sea en la forma de novelas, cuentos o relatos.

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