sábado, 9 de abril de 2011

EL PORVENIR DE LA LITERATURA
Escribe Carlos Sforza*
En mi nota Sobre literatura del siglo XXI, hice referencia a la actitud del escritor en este nuevo siglo y ya entrados, también, en otro milenio.
A raíz de ello, en mi blog un lector hizo unas reflexiones sumamente interesantes sobre el tema que me permito trancribir:

“mtreseses dijo...
Dice Pichón Riviere:..."El artista, como toda persona de nuestro tiempo, tiene que abordar los problemas que se le plantean a cualquiera de sus semejantes, pero con la diferencia de que él se anticipa, y como ser anticipado se le adjudican las características de un "agente de cambio"....(EL proceso Creador)
Son los artistas quienes le dan una mirada diferente a la realidad, y por lo tanto son muchas veces los chivos donde depositamos nuestras frustraciones, ellos nos enfrentan a los miedos ancestrales que nos identifican como humanos. Pero cuando lo hacen con calidad, le dan al mismo tiempo una poesía que deleita los sentidos.
Nuevamente gracias a todos los creadores que nos hacen la vida más placentera”. Hasta aquí el comentario del lector del blog.
Esa mirada diferente que el artista le da a la realidad es, sin dudas la que hace que el escritor, pues concretamente me refiero a quienes estamos en ese rubro de la creación artística, sea un anticipado al decir de Pichón Riviere.
Indudablemente estos tiempos, como dije en mi nota y lo reitero, nos acicatean con urgencias antes desconocidas. Y esas urgencia van desde la precariedad, la soledad y la orfandad en que muchas veces se encuentra el creador, hasta la necesidad de asumir la realidad para transformarla. ¿Transformarla? Sí. Porque es evidente que no escribimos solamente para hacer un retrato de lo que hay y sucede a nuestro lado. Lo hacemos porque hay en el escritor una necesidad íntima de expresarse. Y al hacerlo recurre a los más diversos formatos estructurales y sintácticos. Siempre, claro, con la mirada en la limpieza de lo que se escribe. Y al decir limpieza quiero significar que lo que desea expresar encuentre las palabras justas y comprensibles para que el destinatario de ellas las entienda y sienta que se encuentra ante una verdadera obra de arte.
El instrumento material del que el escritor se vale ha sido en el último milenio y en lo que va de éste, el libro. Precisamente en una entrevista al editor francés Antoine Gallimard realizada por Juan Cruz en “El País” de España y reproducida por “La Nación” de nuestro país el 4 de abril de 2011, el francés responde, ante una pregunta de Cruz, que “No hay grandes editores, sino, simplemente, editores, ya sean grandes o pequeños. No me preocupa el lugar del libro en el futuro. Estoy seguro que seguirá siendo extremadamente importante (…) Creo que el porvenir del libro depende a la vez de los editores y de los autores. Es un oficio que surge del afán de compartir, a través del libro, universos secretos. Vargas Llosa lo dijo muy bien en su discurso del Nobel: Cuento historias para hacer que la vida sea mejor” Siempre necesitaremos historias para mejorar la vida. Por eso creo que el libro tiene un brillante porvenir”.
Ese hacer la vida más placentera del lector, a que se refiere el breve pero valioso comentario a mi nota, es una manera de transformar la realidad. Ante tantos problemas y malas ondas que escuchamos y vemos, es bueno, necesario y saludable, lograr un poco de paz. Y una obra de arte, de cualquier sector que fuere, que logra eso, porque es bella y lo bello es lo que visto u oído o leído gusta según decían con visión profunda los antiguos, no hace sino lograr esa transformación de la realidad. Es por ello que el escritor es un “agente de cambio”.
Gallimard habla del futuro del libro que dependerá de los editores y de los autores. Y yo destaco en él, que es realmente un gran editor, la humildad de hablar no de grandes o pequeños editores, sino sencillamente de editores. Y la misión de éstos es, sin dudas, de gran valor para la pervivencia del libro. Sabemos lo que significa entrar en una gran editorial y ocupar un lugar en sus catálogos. Pero también sabemos lo que significan los pequeños editores que hacen posible que el libro goce de buena salud. Esos editores independientes que a pleno pulmón y muchas ganas, editan libros de tiradas reducidas, muchas veces por fuera del circuito comercial, pero que tienen destinatarios en numerosos lectores que de esa forma pueden acceder a autores que de otra manera no podrían leer. Hay editores que hacen maravillas para publicar libros en nuestro país. Nosotros tenemos un claro ejemplo en lo que hace la Sociedad Filantrópica Terror do Corso, al reeditar libros de autores victorienses que se encuentran agotados. Lo hicieron con Gaspar L. Benavento, con Raúl R. Trucco y ahora, ya en imprenta, lo harán con mi libro de cuentos “De casas y misterios”, con ilustraciones de Gabriel Calíbrese en Ediciones Del Castillo de Rosario (Santa Fe).
Y al hablar de autores, debemos también reconocer la dedicación y la fe puesta por muchos escritores al “bancarse” la edición de sus libros, como una manera de mantener enhiesta la vigencia del formato material del libro y, a la vez, poderse comunicarse con sus potenciales lectores. Las ediciones de autor, en nuestro país, se multiplican a lo largo y ancho de la Argentina. Aunque muchas veces figuren en algunas editoriales, esas ediciones son pagadas por el propio autor. Y ello suma valor agregado a la lucha por la vigencia del libro. Otras veces se utilizan editoriales denominadas “de fantasía” que a la postre sirven para la edición de libros.
En cuanto a la dependencia del porvenir del libro de los autores, asistimos a una proliferación de escritores que va acorde con el crecimiento demográfico de la población mundial. En los concursos literarios suelen participar por centenares las obras presentadas. Ello habla de la labor creativa de los escritores que hacen que el libro sea necesario como vehículo que recoja sus expresiones a través de la escritura y que lleve la misma a los destinatarios: los lectores.
Hoy, como ayer y creo que siempre, la creación individual nace de una necesidad, de un impulso que se materializa en una obra que, en el caso del escritor, es una obra escrita. Necesita de las palabras y de enhebrar las mismas de tal forma y a la vez crearle el arco apropiado, para que puedan convertirse en obra de arte.
Ortega y Gasset al hablar de la poesía en “Espíritu de la letra” decía: “Es natural: la poesía vuelve a poner todo en alborada, en status nascens, y salen las cosas de su regazo, despertándose, en actitud matinal, emergiendo del primer sueño a la primera luz” (Ob. Comp, III, p. 577).
Los narradores lo hacemos a través de las historias. La ficción que es una mentira pero que, al plasmarse en obra de arte, se convierte en verdad. Esas narraciones que nos hacen vivir muchas vidas. Vidas que soñamos o que pudimos vivir. Vidas que el creador transforma en una narración que hace que la realidad sea transformada por la palabra escrita. Vidas tortuosas o dulces y tranquilas. Vidas de seres que pudieron existir o que existen realmente. En suma, por la palabra creadora y salvadora, el hombre se expresa y se comunica con el otro. Sale de su mismidad para encontrar la otredad. Que es la manera en que se manifiesta y expresa el escritor.

1 comentario:

  1. Las palabras del Conde me llenan de alegría. como lector percibo la humildad que demuestra como creador, ya que confirmo que al necesitar compartir su obra con un otro, se posiciona en el lugar de sujeto de necesidad, que se completa, en este caso por su obra, con ese otro que la recibe.
    Creadores y receptores, son eslabones de una misma cadena que no pueden ser el uno sin el otro. Cada uno desde el lugar que le toca estar, dan sentido a esto que llamamos Vida.

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