miércoles, 22 de diciembre de 2010

UNA MANERA DE VIVIR
Escribe Carlos Sforza*
Al aceptar el Premio Nobel de Literatura 2010, en Estocolmo, ante la academia sueca, Mario Vargas Llosa pronunció un discurso en el que realizó una verdadera autobiografía a la vez que hizo el elogio fundamentado, de la escritura y la ficción, desde el punto de vista del lector y del escritor.
Narró sus experiencias de niño, adolescente, joven y adulto, en sus más de setenta años de vida. Y lo hizo con un auténtico sentido de equidad para consigo mismo y para quienes gozaron del discurso en Suecia y quienes gozamos al leerlo en un rincón entrerriano y en tantos otros lugares del vasto y globalizado mundo actual.
EL FANATISMO
Vargas Llosa es un hombre que se caracteriza por su postura contraria a cualquier fanatismo. Sea político, religioso o de la clase que fuere. Así expresa que “Como todas las épocas han tenido sus espantos, la nuestra es la de los fanáticos, la de los terroristas suicidas, antigua especie convencida de que matando se gana el paraíso, que la sangre de los inocentes lava las afrentas colectivas, corrige las injusticias e impone la verdad sobre las falsas creencias”. Y agrega: “Innumerables víctimas son inmoladas cada día en diversos lugares del mundo por quienes se siente poseedores de verdades absolutas”.
Es indudable que a través de la historia, los fundamentalismos han perforado la convivencia pacífica de la gente. Y cuando se cree que han desparecido, resurgen con otras formas, otras modalidades, con nuevas “formas de barbarie” que pueden resultar letales no sólo localmente, sino en expansión mundial. Ante este panorama, el peruano sostiene que hay que salirles al paso, enfrentarlos y derrotarlos. Hace una enumeración de su juventud adherida al marxismo hasta que vio la realidad encarnada en países donde esa forma de marxismo se aplicaba y, desilusionado, fue girando para convertirse en un demócrata gracias a pensadores como Raymond Aron, Jean-François Revel, Isaiah Berlin y Kart Popper a los que debe, dice, su “revalorización de la cultura democrática y de las sociedades abiertas”. Y a renglón seguido sostiene que “Esos maestros fueron un ejemplo de lucidez y gallardía cuando la intelligentsia de Occidente parecía, por frivolidad u oportunismo, haber sucumbido al hechizo del socialismo soviético, o, peor todavía, al aquellare sanguinario de la revolución cultural china”.
Su aprendizaje en su estada en París, cuando en la capital francesa estaban Sastre y Camus, en los años de Ionesco, Becket, Bataille y Cioran, fue fundamental en su vida. Afirma que recibió enseñanzas inolvidables, “como que la literatura es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una terquedad”.
Estas confesiones del Premio Nobel de Literatura vienen bien para que los lectores y sobre todo para quienes nos dedicamos a escribir, comprendamos cómo se forja una ficción: con vocación y mucho trabajo. La vocación es parte de nuestro ser y a ella debemos ponerle a su servicio la imaginación y para que fructifique, la constancia en el trabajo. Como no me canso de repetir, hay que “sudar la camiseta” para lograr concretar una obra literaria.
LA CONQUISTA Y LA EMANCIPACIÓN
La autocrítica que hace Vargas Llosa sobre la conquista y la emancipación, debieran leerla con detenimiento en forma especial, los que a ultranza y fanatismo, estigmatizan la conquista de los españoles. Dice: “La conquista de América fue cruel y violenta, como todas las conquistas, desde luego, y debemos criticarla, pero sin olvidar al hacerlo, que quienes cometieron aquellos despojos y crímenes, fueron en gran número nuestros bisabuelos y tatarabuelos, los españoles que fueron a América y allí se acriollaron”. Por esos sostiene que nuestras críticas, para ser justas, deben ser una autocrítica. Y lo dice así porque, sostiene que “al independizarnos de España, hace doscientos años, quienes asumieron el poder en las antiguas colonias, en vez de redimir al indio y hacerle justicia por los antiguos agravios, siguieron explotándolo con tanta codicia y ferocidad como los conquistadores, y, en algunos países, diezmándolo y exterminándolo. Digámoslo con toda claridad: desde hace dos siglos la emancipación de los indígenas es una responsabilidad exclusivamente nuestra y la hemos incumplido. Ella es una asignatura pendiente en toda América latina. No hay una sola excepción a este oprobio y vergüenza”. Palabras para pensar y reflexionar, sin dudas.
LEER Y ESCRIBIR
Mario Vargas Llosa sostiene que cuando, a los once años perdió la inocencia al enfrentar cuestiones de la vida, todo cambió. Descubrió la soledad, la autoridad, la vida adulta y el miedo. Entonces, dice, “Mi salvación fue leer, leer los buenos libros, refugiarme en esos mundos donde vivir era exaltante, intenso, una aventura tras otra, donde podía sentirme libre y volvía a ser feliz. Y fue escribir a escondidas, como quien se entrega a un vicio inconfesable, a una pasión prohibida. La literatura dejó de ser un juego. Se volvió una manera de resistir la adversidad, de protestar, de rebelarme, de escapar a lo intolerable, mi razón de vivir”. Y agrega también: “Desde entonces y hasta ahora, en todas las circunstancias en que me he sentido abatido o golpeado, a orillas de la desesperación, entregarme en cuerpo y alma a mi trabajo de fabulador, ha sido la luz que señala la salida del túnel, la tabla de salvación que lleva al náufrago a la playa”.
Ese entregarse al trabajo de fabular es una actitud positiva para contrarrestar el desánimo, la adversidad. Porque el escritor se sumerge en otras vidas, en otros mundos, en otras historias y sale de sí mismo y crea mundos que lo hacen vivir allí, en esas ficciones o fábulas surgidas de su imaginación y logra aventar el mundo concreto en el que vive. Es una prolongación de lo que ha sido y es la creación del mundo. Es un hacedor y, como dice citando a Flaubert, “Escribir es una manera de vivir”. Una manera de vivir que quienes escribimos ficciones, lo experimentamos con ilusiones y alegría, buscando las palabras para que, encadenadas las unas con las otras, formen las hileras donde surgen los personajes que se escapan de nuestras manos y a los que no podemos sujetarlos porque sería coartarles su libertad, cosa que para el auténtico fabulador es imposible hacer.
Por otra parte, Vargas Llosa dice que “La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos. Ella nos desagravia de los reveses y frustraciones que nos inflige la vida verdadera y gracias a ella desciframos, al menos parcialmente, el jeroglífico que suele ser la existencia para la mayoría de los seres humanos (…)”.
La ficción, se sabe, es mentira. Pero pese a serlo, se transforma en verdad porque presenta seres y hechos ficticios que a la postre, pertenecen a la realidad y a la verdad de esa vida y esos hechos que suelen existir y suceder. De allí que el lector al sumergirse en una ficción, participa de ella y vive muchas vidas. No dos o tres vidas, sino las muchas que la ficción le proporciona. Y tal vez, al identificarnos con esos seres de ficción, estemos realizando una transmutación al compartir esas vidas y sentir las alegrías y pesares de cada uno de los personajes de ficción.
De allí que Vargas Llosa sostiene que “Las mentiras de la literatura se vuelven verdades a través de nosotros, los lectores, transformados, contaminados de anhelos y, por culpa de la ficción, en permanente entredicho con la mediocre realidad”. Y concluye su imperdible discurso afirmando: “Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible”.
*Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com

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