viernes, 15 de junio de 2012

EL INMENSO RAY BRADBURY


Escribe Carlos Sforza*

La noticia nos tomó de sorpresa. Anunciaba el fallecimiento de Ray Bradbury ocurrido en Los Ángeles (California) cuando el escritor tenía 91 años. Por la edad no debía sorprendernos el anuncio de su muerte. Pero era un escritor inmenso que parecía perpetuarse en el tiempo y esperar, como siempre lo deseó, poder viajar a Marte.

A Bradbury se lo identifica específicamente con la ciencia ficción, ficción científica o fantaciencia. Él descreía de ello al punto de sostener, quizá socarronamente, que el único libro de ciencia ficción que escribió era “Fahrenheit 451”. En su lápida pidió que se grabara que era el autor de ese libro precisamente.

El escritor estadounidense dedicó casi toda su vida a la escritura. Tanto es así que en el año 2000 declaró: “La gran diversión en mi vida ha sido levantarme cada mañana y correr a la máquina de escribir porque alguna nueva idea se me había ocurrido”.

Indudablemente al nombrarlo como el inmenso, quiero señalar la amplitud y potencia de las creaciones de Bradbury. Escribió relatos, cuentos, novelas, teatro, guiones para el cine y adaptaciones de sus relatos para el teatro. Escribió, asimismo, poesía. Era un autor incansable. Pero no sólo por la cantidad sino, que es lo que le da valor a su obra, por la calidad de su escritura.

La impronta que ha impreso en la literatura Ray Bradbury ha marcado a muchos lectores. Porque no sólo ha incursionado en lo que se denomina ciencia ficción, sino fundamentalmente en la literatura fantástica. Ha creado obras donde los fantasmas conviven con los humanos como en su novela “De la ceniza volverás” (editado en español por Emecé en 2001), del que se escribió en la solapa que es “Un libro de fantasía deslumbrante y lleno de humor que figurará entre sus obras maestras”.

Yo no puedo dejar de mencionar algunos de sus relatos y novelas como “Crónicas marcianas”, “Las doradas manzanas del sol”, “El país de octubre”, “El hombre ilustrado” (que en cada tatuaje había implícita una historia que nos devela el autor), “El árbol de las brujas”, que en su adaptación para la televisión y ganó un premio Emmy., “El vino del estío”. En 1998, Emecé publicó en español el libro que reúne 21 cuentos, “A ciegas”, donde aparecen personajes inolvidables, increíbles, como aquel misterioso encapuchado que tiene una historia terrible de contar, una anciana que planea una venganza contra sus vecinas y muchos más. Del libro se ocupó un comentario publicado en “Publishers Weekly” donde se escribe: “Los veintiún cuentos de la nueva antología de Bradbury están llenos de dulzura y humanidad. Son bocetos y viñetas, extrañas leyendas, anécdotas coloridas, pequeñas tragedias, mentiras hilarantes y hasta un poco de metafísica. Bradbury no pide perdón por ser romántico: la mayoría de sus historias tienen canciones de amor, o tormentas, o ambas cosas. El talento y la profunda humanidad de Bradbury hacen que “A ciegas sea” un libro inolvidable”.

Mucho se ha hablado de la influencia y la profundidad que tuvo durante la denominada guerra fría, “Fahrenheit 451”, como expresión novelística contra la censura. En forma especial, contra los libros que son quemados y al final perviven en la memoria y el recitado a través de la oralidad, de sus páginas. Recordemos que esta novela como “El hombre ilustrado fue llevado al cine por François Truffaut.

Por otra parte, quiero hace hincapié en algo esencial en la narrativa del autor. Es que no sólo entretiene con sus historias sacadas de una potente imaginación, sino que deleita su escritura. Es por momentos poética en sus descripciones. Por instantes es sumamente realista como algunos relatos de “Crónicas marcianas”, en un planeta que va a ser colonizado por los humanos y donde la naturaleza desata muchas veces sus furias, como esos vientos fantasmales que sacuden a los hombres y sus construcciones.

De allí que la forma de la escritura de los cuentos, relatos y novelas de Ray Bardbury sea esencial para crear en el lector la verosimilitud imprescindible en la ficción. El lector se sumerge en la escritura de Bradbury y cree que está sufriendo lo que sufren los colonizadores de Marte. Camina al lado de los fantasmas como si existieran ahí, a su vera en la realidad cotidiana.

En su artículo “El arte y la ciencia ficción” que está incluido en el libro “FUEISERÁ”, dice: “¿Existe alguna relación entre la historia del arte, las historietas de los periódicos de todos los días y de los domingos, los grandes dibujantes y la evolución de la ciencia ficción? ¿La ciencia ficción y su imagen de espejo irreal, la fantasía tienen raíces silvestres en las metáforas del arte del siglo XIX? ¿Acaso todo influye sobre las hordas de magos del cine del siglo XX? Por último, ¿estos genios del celuloide vuelen a influir sobre los demás? También podríamos preguntar: ¿Existen las casas encantadas? ¿Existe la vida en otros mundos? Sí. ¿Cómo es eso? Las casas están encantadas gracias a la imaginación de Fuseli y Blake y Goya. Los mundos lejanos han sido sembrados por los sueños de Frank R. Paul y Robert McCall”. Y continúa la enumeración. Y así llega a decir que “(…) los cuentos de hadas me abrieron los ojos, Wieth y St. John me pusieron de pie y las brillantes tapas de Amazing Stories y Gonder Stories así como Back Rogers en los periódicos de 1929 me lanzaron al universo de una suerte de estallido. Nunca regresé” (p.27 y sigts.).

En 1993 había publicado en español, también en Emecé, la novela “Sombras verdes, ballena blanca” de quien escribió el diario TIME: “El libro más entretenido de una ilustre carrera de cincuenta años”. Y en Publishers Weekley se escribió sobre el libro: “Novela autobiográfica y entretenida (…) La prosa de Bradbury es tan vibrante y característica como el paisaje”.



Ray Bradbury, ansiaba viajar a Marte, como dije al comienzo. No pudo hacerlo porque la muerte y las condiciones actuales de la ciencia y la tecnología no lo permiten. Pero, a manera de deseo y, ¿por qué no?, de posibilidad, me imagino que hoy el espíritu del inmenso Ray Bradbury puede estar visitando y recorriendo la roja tierra marciana como una manera de que se cumpla el gran periplo que nació con su escritura y que culmina en aquel planeta que nos hizo conocer desde la ficción gracias a su imaginación y su calidad para usar la palabra.

Bradbury había nacido el 22 de agosto de 1920 en Waukegan (Illinois).

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