lunes, 13 de septiembre de 2010

SOBRE EL QUÉ Y EL CÓMO
Escribe Carlos Sforza*
Sin dudas hay un tema recurrente que se plantea al escritor. Es el de considerar dos aspecto de la escritura. Y al hablar de escritura y del escritor, me refiero a la composición de una obra literaria. Ese tema recurrente hace referencia al qué y al cómo.
El qué, se dirige directamente a lo que se desea contar o expresar. La idea o ideas que tiene el escritor para desarrollar en una obra literaria.
El cómo, se refiere a de qué manera se va a desarrollar aquella idea o ideas. Es decir, la forma en que se va a volcar a través de la escritura lo que desea expresar el escritor.
EL QUÉ
Lo que se trata de expresar a través de la escritura, el qué en suma, es importante en la medida en que debe ser una expresión de hechos, personas o historias verosímiles, creíbles, que atraigan al potencial receptor del mensaje. Muchas veces nos encontramos con personas que nos dicen que tienen múltiples historias para contar. Y nos relatan algunos puntos de esas historias. A quien escribe le sucede también tener que escuchar a algún lector que quiere allegarle una historia o le expone una idea para que el escritor, que pacientemente lo escucha, luego las transporte a la escritura y haga de esas historias o ideas, una obra literaria. Por supuesto que he escuchado muchas veces a esos expositores de ideas brillantes para una obra que me las han expuesto de buena fe, pensando que colaboraban en mi tarea de creador de ficciones. Sin dudas todos estamos llenos de historias vistas, vividas u oídas. Pero no sólo de historias e ideas se hace un escritor. Como escribió hace muchos años el hoy olvidado y denostado Hugo Wast, “Todo depende del arte con que se trata un asunto. Si el autor carece de ingenio y amenidad, convertirá en tontería y aburrimiento la cosa más importante; si tiene ese don divino de la gracia y vitalidad en la exposición, que poseen algunos autores, extraerá pepitas de oro de las arenas de cualquier río, aún de los que parezcan más pobres”.
EL CÓMO
En las últimas palabras del autor de “Desierto de piedra” encontramos un atajo para sumergirnos en el cómo. Porque es evidente que cuando se escribe una obra literaria hay que tener presente el cómo se dice lo que se quiere decir. Siempre he citado las palabras de W. Faulkner: “lo importante no es lo que se dice sino cómo se dice”. Y esta afirmación del gran novelista norteamericano tiene validez permanente. La forma en que el escritor narra, en que el poeta crea su poema, el ritmo y el tono que le dan a sus palabras y a la estructura de la obra, hacen de ella que sea una verdadera obra de arte o de lo contrario, un mamarracho que solamente eslabona palabras pero que carece de lo que denominamos el cómo.

Eduardo Mallea, otro olvidado gran escritor argentino, escribió que “En el orden de los valores de estructura, el tono y el ritmo no son la misma cosa. Siendo el primero un índice de sonoridad o resonancia, y el segundo un índice de medida, de cadencia, cobran en la materia de una novela el enigmático valor de la no materia”. Y agrega que “puede afirmarse que no hay libro grande sin un gran tono dominante”. Esos dos elementos de los que habla el autor de “La bahía del silencio” no son sino partes esenciales del cómo. Porque al lograr un tono y un ritmo, se ha encontrado el cómo expresar literaria y artísticamente lo que se quiere revelar. Y digo revelar porque como muchos sostienen y lo escribió hace varios siglos Plotino, el artista es un revelado.
USO DEL LENGUAJE
Vivimos una etapa en la que el lenguaje no sólo se ha devaluado sino que se ha desvirtuado. La creación de palabras inexistentes, la tergiversación de muchas de ellas en cuanto a su significado, el uso grosero de expresiones chabacanas en los medios de comunicación social y en las discusiones de diverso calibre, nos enfrentan con una depreciación del lenguaje. Hay un verdadero desprecio del lenguaje en el uso cotidiano que, lamentablemente recibe el ejemplo de quienes son comunicadores, dirigentes políticos y hasta algunos que dicen pertenecer a una élite de intelectuales.
En una de sus “Seis propuestas para el próximo milenio”, Italo Calvino sostenía que “La palabra une la huella visible con la cosa invisible, con la cosa ausente, con la cosa deseada o temida, como un frágil puente improvisado tendido sobre el vacío. Por eso para mí el uso justo del lenguaje es el que permite acercarse a las cosas (presentes o ausentes) con discreción y atención y cautela, con el respeto hacia aquello que las cosas (presentes o ausentes) comunican sin palabras” (p.85).
En el uso cotidiano del lenguaje debemos nivelar siempre hacia arriba y no hacia abajo. No me cansaré nunca de reiterar esa afirmación que del lenguaje se puede trasladar a todos los actos de nuestra vida.
Ese uso adecuado del lenguaje hace directa referencia al cómo. A ese dicho que expresa que lo más importante en un texto no es lo que se cuenta, sin cómo se cuenta. En el apéndice al libro de Calvino, el autor de “Las ciudades invisibles” nos dice que del estudio de los distintos lenguajes elaborados a través de los siglos, en los que se han expresado civilizaciones e individuos “(…) lo que nos proponemos es extraer de ellos el lenguaje más apropiado para contar lo que queremos contar, un lenguaje que sea aquello que queremos contar” (p.126).
De allí que si bien los importante es el cómo, el qué no deja de tener su importancia ya que es lo que se quiere transmitir. Por ello es necesaria la complementación adecuada de ambos términos que constituyen lo que se debe expresar: el qué y el cómo. Así de simple, claro.
*Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com

1 comentario:

  1. El qué y el cómo, dos aspectos más que importantes en el mensaje, ya no sólo de la obra literaria, sino de la comunicación toda. Encontrar el justo equilibrio entre lo sintáctico y lo semántico no es tarea simple, pero mucho más sensilla si se tiene en cuenta a quien recibe el mensaje. Es cierto que estamos rodeados de palabras sin sentido, de extensos discursos que no nos dicen nada. Será cuestión entonces de agudizar aún más el oidio y seleccionar mejor a quien se lo prestamos. Ya que es responsabilidad de todos cuidar el esquema básico de la comunicación humana, ya sea como emisores, tanto como receptores. Mejorar la calidad y uso del lenguaje, es tarea de todos!

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