jueves, 8 de julio de 2010

UN ESCRITOR QUE VENCE AL TIEMPO
Escribe Carlos Sforza*
Leyendo el voluminoso y profundo libro “Historia de una biblioteca” de Tomás Abraham (544 páginas), me encontré, cuando trata la filosofía del medioevo y habla de Santo Tomás de Aquino, que sorpresivamente para mí, el filósofo argentino en dos artículos (págs. 203/207), recurre a Gilbert K. Chesterton.
Ese reencuentro impensado en el libro que sigo leyendo de Abraham, me mueve a escribir esta nota sobre el gran escritor inglés a quien comencé a leer en mi época de estudiante secundario y a quien continúo leyendo siempre,
Chesterton nació en Londres el 29 de mayo de 1874 y murió en Beaconsfield el 14 de junio de 1936. A manera de síntesis de su labor intelectual quiero simplemente consignar que escribió unos 80 libros, 200 cuentos, infinidad de artículos periodísticos y participó en los comienzos del siglo XX en grandes debates públicos junto a su amigo Hilaire Belloc y polemizó muchas veces con su amigo agnóstico George Bernard Shaw.
TEMAS ABORDADOS
El escritor Chesterton abordó los más diversos temas y encaró diferentes géneros según los cánones clásicos. Fue un destacado poeta, un ensayista de fuste, un narrador excelente.
Borges al hablar de las metáforas en las conferencias reunidas en “Arte Poética”, se refiere a una de las estrofas que más lo han impresionado. Dice: “Los versos proceden de una poema de Chesterton llamado “A Second Chilshood” (Segunda niñez)” y lo transcribe en inglés y luego continúa con su traducción al español y sus consideraciones: “Pero no envejeceré hasta ver surgir la enorme noche,/ nube que es más grande que el mundo,/ monstruo hecho de ojos”. No un monstruo lleno de ojos (conocemos esos monstruos desde el Apocalipsis de San Juan), sino –y esto es mucho más terrible- un monstruo hecho de ojos, como si esos ojos fueran un tejido orgánico” (pp. 40/41). Chesterton escribió “La balada del caballo blanco” que tuvo una buena acogida de la crítica.
Leonardo Castellani que en su libro “Crítica Literaria” dedicó varios capítulos a Chesterton a quien conoció personalmente en Roma, nos entrega un retruque galante escrito en versos por el autor inglés Cuenta Castellani que cuando aquél tenía más de setenta años, los diarios ingleses dieron noticias que catequizando a una joven anglicana, Miss Herbet, la que le objetaba la rareza de que Cristo “eligiera por ánfora sacramental el pan y el vino (…) va el gran humorista y le dirige en verso el siguiente argumento…” y transcribe en inglés los versos y agrega Castellani: “Que mal traducidos (no es posible dar la enérgica concisión del inglés) quieren decir:
A otros y en antaño hubiese dicho
Que dogmas hondos cual la Cristiandad
Yacen en el partir del pan y el vino
Y que se encarna Cristo de nuevo en cada pan.
A ti, menos palabras más humanas
Me bastan: que el que sirve en ese altar
Por beber de tal vino dio el amor femenino.
Sí, un amor como el tuyo, por beber vino tal.”
(pp.188/189)
LA FILOSOFÍA
Gilbert K. Chesterton abordó con un gran sentido del humor, con un planteo paradójico, temas de teología, de filosofía, de literatura. En él siempre primó el humor y con ese sentido humorístico bien inglés escribió sus libros. En su biografía de Santo Tomás de Aquino que en traducción de Horacio Muñoz publicó en nuestro país Espasa-Calpe en su Colección Austral, y cuya séptima edición de 1948 tengo a la vista, dice el autor en Nota Preliminar que “El objeto de este libro no es otro que presentar un bosquejo
popular de una gran figura histórica que debiera gozar aún de mayor popularidad.” (p.9).
Es claro que él quiere hacer conocer esa figura del Doctor Angélico a quienes no profesan su propia fe, para que lo conozcan como él mismo puede conocer la figura de Mahoma por ejemplo. No agrega mucho, claro, sobre Santo Tomás en cuanto a lo que surge de los propios escritos del teólogo y filósofo medieval, pero sí le pone un sabor especial a sus páginas, con afirmaciones sólidas sobre esas ramas del saber, hace referencias al mundo moderno, a los intelectuales y otras cosas que atraen por la forma en que las encara. Es su estilo y es la forma en la que llega al público lector.
De allí que Tomás Abraham en el comienzo de su primer artículo que titula “Una singular ortodoxia”, afirme: “Comprender el cristianismo a través de Gilbert Keith Chesterton es una tarea grata para el pensamiento. Es uno de los argumentadores más sagaces que nos ha dado la literatura moderna, y, a veces, un hombre sabio. Conoce a los hombres, por eso habla de Dios” (p.203).
El libro del inglés sobre Santo Tomás, empieza en el primer capítulo con una semblanza y hasta comparación paradójica entre dos santos: Francisco de Asís y Tomás de Aquino. También escribió Chesterton una biografía del santo de Asís. Reconforta que Tomás Abraham haya recuperado la figura del gran polemista inglés y que termine su último artículo con estas palabras: “Nos despedimos de Chesterton, con el agradecimiento a este gigante por habernos ayudado a comprender ciertas virtudes del pensamiento cristiano del Medioevo” (p.207).
EL NARRADOR
La obra de Chesterton como narrador es extensa. Diría que comienza con la fuerza de un libro muy conocido: “El hombre que fue jueves”. Y se afirma decididamente con los cuentos policiales que tienen como protagonista al P. Brown.
Precisamente Leonardo Castellani, después de las críticas que recibiera “El hombre que fue jueves”, obra que había desconcertado a quienes la juzgaron en los diarios ingleses, se imagina lo que Chesterton debe haber pensado y decidido. Sobre aquella obra decía The Universe: “No sabemos lo que Chesterton quiere decir”. En Evening News afirmaban: “Es un enorme cuento filosófico simbólico, o mejor aún, metafísico, cuyo personaje principal es nada menos que Dios Padre”. Y Castellani imagina que Chesterton debe haber pensado: “Me han llamado descabellado porque en El hombre que fue jueves solté las riendas de mi imaginación…Voy a demostrar que puedo dominarla. Escribiré cuentos ceñidísimos, fantásticos sí, y paradojales más que Hoffman, pero al mismo tiempo cerrados y lógicos como un icosaedro…” (op.cit. p.164).
Y así salió la saga del P.Brown reunida en sus obras completas que editó Aguilar en 1952, con traducción, entre otros, de Alfonso Reyes y que tengo a la vista, y reúne cinco libros con el P. Brown como protagonista, y seis más, encabezados por el siempre recordado “El hombre que sabía demasiado”. Libro de 1532 páginas, en papel Biblia, que he leído y releído infinidad de veces. Porque encontrarse con la figura del Cura casi grotesco en su aspecto, pero de una lucidez y capacidad de raciocinio excepcionales, con el luego converso ladrón Flambleau, con el severo policía francés Arístides Valentin y con tantos personajes creados por la imaginación de G.K.Chesterton es un verdadero gozo para quienes amamos las novelas y relatos policiales, con el estilo y la estructura que le imprime el escritor inglés.
Sin dudas, es una verdadera satisfacción encontrar a un escritor que ha atravesado todo el siglo XX y hoy, en la primera década del siglo XXI, mantiene vigencia y atrae por su excelente capacidad como ensayista, poeta, narrador. Esa es la pervivencia que tiene (y, creo, mantendrá) Gilbert Keith Chesterton.

3 comentarios:

  1. Muy buena la nota querido Conde!

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  2. Exelente nota sobre Chesterton, como siempre el autor nos invita al recuerdo de los clásicos, devolviéndonos un aire de frescura entre tanta mediocridad mediática.
    Nuevamente, GRACIAS!

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  3. Gracias a Mtreseses y Anónimo por sus comentarios. Hay que nivelar siempre hacia arriba.

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