domingo, 25 de julio de 2010

POESÍA DESDE VILLAGUAY
Escribe Carlos Sforza*
Petra Elarre nació en Villaguay en 1927. Estudió en su ciudad natal y se especializó en sus estudios terciarios de Francés en Buenos Aires. Regresó a Villaguay y allí, en su reducto, rodeada de sus mascotas y su jardín y sus árboles y oyendo el trino de los pájaros, continúa su incansable e insoslayable labor poética.
Escribió en su libro “Extendido y azul”: “Hago lo que los astros, el destino, (¿Dios?) habían fijado para mí. Es lo que hice, lo que sigo haciendo y lo que seguiré haciendo mientras viva. Yo, la poeta, cumplo conmigo. Y no me arrepiento”. Es la vida misma de Petra Elarre convertida en poesía: en la existencia y en la escritura que, claro, es parte de la existencia del ser humano.
NUEVO LIBRO
En abril de este año acaba de salir una nueva obra de la poeta villaguayense. Se trata de “ALAS” (Emprendimientos (im)posibles, portada de Héctor Santomil, prólogo de Marita Frontelli, Villaguay, 2010, 96 págs.). El libro se compone de cinco partes: Prosa poética, Romances y sonetos, Cartas en prosa poética, Versos libres y una página bajo el título: Yo, Buda.
Diría que la autora recurre a la poesía en todo el libro. Tengamos en cuenta, como lo he dicho y otros lo ha dicho antes que yo, que en su comienzo la poesía era una sola. Y luego, por diversas razones, de dividió en verso y prosa. Pero, esencialmente, hay prosa que es poesía como hay versos que no son poesía.
Petra ha optado, a esta altura de su larga vida, por entregarse y entregarnos una especie de autobiografía poética. No que narra su vida cronológica, sino que es como una mirada introspectiva sobre lo que ella es y lo que para ella significa el mundo y esencialmente, el microcosmos que la rodea. De allí que recurra a la prosa, al verso, a la epístola. En suma, que a través de la poesía, exprese lo que ella ha sido y es en la vida.
PROSA POÉTICA
Los estados de ánimo de la poeta surgen en esta parte del libro. Como la tristeza, patentizada por los elementos exteriores que significan el frío y la lluvia. Así habla de “Tristeza de soledad entre las plantas. Tristeza de lluvia y de cielo gris. Frío y tristeza en frío que nombro en el invierno frío que se acerca, se acerca… El frío, la lluvia. Yo y el frío. Yo y la lluvia. Y la tristeza. Siempre”. (p.19).
Esos estados de ánimo producidos por el paisaje, no son ajenos a los escritores entrerrianos. En sus apuntes, Martín del Pospós, el recordado autor de “El país de los chajás”, hablaba de los paisajes grises, faltos de luz, que provocaban en él una tristura que lo deprimían.
Petra indaga por lo que ya no está, por quien ya no está, y la respuesta en las voces para ella audibles de la calandrias, hablan de un lejos. Pero que se prolonga como el eco en la repetición de esas mismas palabras.
Y hay una devolución de lo que no está cuando aparecen las golondrinas. Es que ha vuelto la luz, la alegría, que es producto de un paisaje claro y luminoso. La poeta recurre al juego incansable de palabras y a paradojas para explicar la propia vida como claramente se advierte en “Si te digo que no (o que sí)”.
Con lirismo emplea las comparaciones como cuando en “Silencio I” expresa: “Te dije que entres en silencio al silencio donde los ángeles duermen. Su sueño es tan liviano como una pluma apenas sostenida por el aire” (p.26).
Quizá en “Árboles” haya una inconsciente reminiscencia heracliteana cuando dice: “Volverán las alas y será como antes, igual al antes, (¿igual…?). Faltará el amor” (p.28). En muchas páginas de su libro, Petra Elarre hace un juego reiterativo de ciertas palabras claves en la composición. Ello, sin dudas, logra fortalecer la expresión que es lo que, pienso, busca la creadora.
Entre los recursos que también utiliza poéticamente Petra, está la metáfora. Vaya un ejemplo: “Caminaba por la vereda envuelta por la frazada del sol” (p.34). O en esa gran metáfora que es “La araucaria” donde está presente la mujer-árbol: “Soy una araucaria creciendo y creciendo hasta llegar al cielo. Le robo un poco de azul y lo beso, araucaria que besa el cielo” (p.39). Hay momentos en la prosa poética, en la que entran en juego distintos estados de la hacedora. Por ejemplo en “Muñeco de trapo” donde campea la angustia. “Y así me quedaba, sentada a la vera de la nada, a la vera de la angustia que no es nada pero duele (…) Me robaron mi silencio y me dejaron esta angustia tan alta como el cielo”. Gabriel Marcel decía que la angustia es el dolor que no puede llorar. Y esta prosa nos entrega mucho de ese dolor.
No obstante todo ello, la poeta en esta autobiografía, en esta confesión (Maritain afirmaba que toda obra de arte es una confesión), da lugar a la esperanza. Da lugar a la vida pese a que la muerte siempre va a nuestro lado esperándonos. Así lo veo al leer “Punto Final” (p.48).
También me ha llegado mucho su “Carpe Diem”, el vive el día. Allí la creadora presenta poéticamente la vanidad y la banalidad de ciertas vidas, frente a la realidad donde sí puede encontrarse la felicidad que vence a la muerte. Todo ello coronado con un nombrar la nostalgia, el edén perdido en “Es bueno estar así”, pero comprender y asumir que el hoy es otro tiempo, diferente, pero digno de ser vivido porque campea la esperanza.
VERSOS
Petra Elarre conoce y maneja los metros clásicos. Y les imprime su poética. Así nos entrega tres romances: dos en octosílabos y uno en hexasílabos que tienen un salero especial. Y cinco sonetos, ajustados, medidos, uno de ellos con estrambote (ya lo hizo en su anterior libro) que como el lector sabe, es un grupo de versos que se agrega al final de una composición de forma cerrada.
Con amplitud, Petra tiene una parte dedicada al verso libre o blanco, donde no hay rima ni medida, pero sí ritmo interior. Y así demuestra que sabe hacerlo pues es una creadora. Y corrobora lo que sostenía Borges cuando decía que el verso libre es, si se quiere, más difícil que el medido, puesto que debe tener ese hálito poético imprescindible para que sea poesía y no otra cosa.
CARTAS Y FINAL
Las Cartas en prosa poética son una muestra de amor a sus seres queridos, escritas en diversas ocasiones, recuperando a través de la epístola, el contacto amoroso con sus nietos y otras personas que están en el costado izquierdo del pecho de la poeta.
La página final del libro es una toma de conciencia a través de las tres herramientas de la sabiduría budista: “Escuchar y oír. Contemplar y reflexionar. Meditar”. Parte de la lectura real o no, de un libro que hablaba sobre Gautama, el Buda. Y luego de penetrar en sus entrañas, meditar y encontrar lo que buscó en toda su vida, puede escribir: “Regresé a mi casa, a mis libros, a mis plantas, a mis versos, a mis flores. A mi vida de siempre, a mi lugar, con el corazón latiendo de otra manera. Ahora era Yo, Buda” (p.94).
Un libro, éste de Petra Elarre, que nos acerca a través de la poesía total, una confesión de la hacedora y lo que es ella y lo que es su entorno, y todas las emociones que pasados los ochenta años, puede decirse y decirnos en la serenidad de su bien llevada vida.
NOTA: no puedo dejar de aclarar un error que se ha deslizado en el prólogo del libro, donde se dice que Oscar Wilde es el autor de “Tini”, cuando debió decirse Eduardo Wilde, el que vivió en la Argentina y no el irlandés
*Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com

1 comentario:

  1. Que maravilloso es encontrar, por medio de ésta página, la poesía de una entrerriana que se deja embriagar por el paisaje y lo hace verso.
    Y cuanto más maravilloso nos resulta el saber la edad de la poeta, que esperanzador mensaje para los jóvenes, al acercarse al final del camino, no son piedras las que se encuentran, sino un reencuentro con lo más íntimo de cada uno. Gracias nuevamente, querido conde, por compartir esta nota con tus lectores.

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