martes, 13 de julio de 2010

LA FILOSOFÍA NARRADA COMO VIVENCIA

Escribe Carlos Sforza*
Tomás Abraham es un filósofo argentino que, aparte de hablar y escribir sobre filosofía, se compromete con notas de actualidad y, a la vez, acaba de editar el libro “Historia de una biblioteca” (Sudamericana, Bs.As., 2010, 544 págs.).
El autor dice en la nota que abre el volumen: “Todos conocen el best selller mundial “El mundo de Sofía”. Es la historia de una niña que recibe semanalmente en la casilla de correo de su casa un sobre misterioso con un capítulo de la historia de la filosofía. En una estructura de cuento se inscribe una historia no muy diferente de la que podemos ver en los manuales de divulgación. Quisiera en pocas palabras contarles El mundo de Tomás” (p.17).
Recordemos que el autor de “El mundo de Sofía” era un profesor de filosofía que no encontraba el camino para hacer gustar su materia a los jóvenes estudiantes. Y pensó en escribir una novela donde va estructurando la historia de la filosofía con un éxito editorial no imaginado.
Tomás Abraham nos cuenta cómo accedió a la filosofía y cómo, desde la primera lectura quedó prendido a la filosofía. Nos relata en esa primera nota cómo era él cuando joven, con un problema de tartamudez, con un profesor que le enseñaba inglés en su casa, con un regalo para un cumpleaños, el libro “Historia de la filosofía” de Wil Durant. Y allí se encontró con la célebre ilustración que todos conocemos donde Sócrates está en una celda con sus discípulos cuando debe tomar el vaso de cicuta para cumplir la condena a muerte decretada por las autoridades.
Cuenta que leyó algunas páginas del libro y encontró que un hombre debe morir, suicidarse “por tener pensamiento”.
Encontró que Sócrates peleaba con la palabra. Y narra que “Pelear con la palabra era lo que Tomás conocía bien, pero esta pelea socrática no se decidía en el interior de su boca, sino que se dirigía ante quienes pretendían cercenársela. La dirección de la lucha cambiaba, salía de la caverna bucal y se dirigía hacia fuera, el mundo en el que vivían los seres de palabra terminante y decisiva. Creyó ver en esa historia recién descubierta algo que podía ser importante: un mundo nuevo, un espejo que debía atravesar. Fue por ese motivo que le pidió al profesor de inglés que le recomendara un primer diálogo de Platón” (pp.18/19).
Esa narración, en tercera persona (que es como si hablara el alter ego) nos sitúa en la etapa en la que Abraham se introduce en el mundo del pensamiento, en los meandros de la filosofía.
De allí en más, el autor nos introduce en la biblioteca. Saca al azar un libro de Heidegger y la lectura del “Schelling” del pensador alemán lo hizo, expresa, pensar “sobre los puntos salientes de la historia de la filosofía. Y es así como se propone realizar una “serie de recuerdos de mis lecturas filosóficas”. Porque, afirma, “La biblioteca es el cuerpo de un filósofo. Su esqueleto y su carne. Sin ella muere de hambre. Los libros son el mundo que lo lleva al mundo. Hay dos mundos para el filósofo. No el de arriba y el de abajo como en el platonismo, sino el de adentro y el de afuera de los anaqueles. La biblioteca no es un mueble. Es el reaseguro de una identidad. Recorrerla es recordar y confirmar una historia y un presente. Nuestros libros son como la antigua caja de ahorro. Está depositado nuestro saber y nuestro tener” (p.19). Con esa hermosa comparación final, Tomás Abraham nos lleva a sus lecturas y, por ellas, a desandar el camino que comienza en la antigüedad con Platón y llega hasta los tiempos de la modernidad para recalar, en el libro, en Nietzsche que, como bien dice el filósofo, no es el último estante. Lo que hace presumir que tendremos otros aportes de la filosofía a través de la historia de la biblioteca de Abraham.
LLEGAR AL GRAN PÚBLICO
La propuesta de Tomás Abraham no es esencialmente académica. Sin perder rigurosidad histórica y fidelidad al exponer el pensamiento de los muchos filósofos abordados, el autor logra su objetivo: llegar al gran público. Es cierto que hay temas de la filosofía que no son de fácil acceso. Pero no es menos cierto que Abraham los presenta con un lenguaje claro, accesible, que puede hacer que el lector no embebido en las lecturas filosóficas, pueda entrar en las páginas de “Historia de una biblioteca” y sentirse cómodo en ellas.
La metodología que utiliza el filósofo para tratar a quienes desde la Grecia anterior a Cristo han filosofado y han expuesto su pensamiento, no se circunscribe a una exposición histórica de cómo ha evolucionado el pensamiento. Cuando aborda algunos temas, a algunos pensadores, se vale de los comentarios sobre ellos de quienes han sido sus maestros, ya sea en la Sorbona en París o en otras circunstancias. Así le sirven de guías, o son su Virgilio como expresa recordando a Dante, Althusser, Michel Foucault entre otros.
Tiene incursiones sabrosas al comentar el pensamiento de los filósofos que desfilan por los anaqueles de su biblioteca. Que es decir, por los que él ha leído y conoce. Y los entrega al lector para enseñar la evolución del pensamiento y, creo, para enseñar que se debe pensar ya que al hacerlo el hombre va haciéndose libre.
De la antigua Grecia, avanza Tomás Abraham hacia el advenimiento del Cristianismo y lo que para su afianzamiento significó el pensamiento de San Pablo. Nos introduce en San Agustín y parte de la anterior patrística y luego llega al medioevo. Allí analiza con buen olfato el pensamiento aristotélico en los comentarios de Avicena y Averroes, y cómo ello da motivo a la incursión de Santo Tomás que toma a Aristóteles y en base a él (aunque tiene también influencia de San Agustín), estructura su filosofía en la “Suma contra los gentiles” y su teología en la voluminosa “Suma Teológica”.
No ha eludido en páginas anteriores a los esenios ni a Orígenes. Pero lo que me ha parecido de los comentarios y exposiciones de Abraham, es que se puede disentir de él en algunos (o también, por qué no, en muchos) enfoques. Pero que ello no obsta para reconocer la lealtad de un pensador para con el público, porque al tratar temas y autores con los cuales no coincide en el pensamiento, lo hace con una objetividad digna de elogio. Sobre todo en estos tiempos en que estamos acostumbrados al pensamiento único motivado por el fanatismo de estar siempre aferrados a un libro único como ha expresado el escritor nicaragüense Sergio Ramírez.
LOS ENSAYISTAS
Hay una parte del libro en la que el autor enfoca la labor de los ensayistas. Por supuesto, toma a quien muchos consideran como el creador del ensayo: Montaigne. Cita a nuestro Ezequiel Martínez Estrada cuando éste afirma: “El ensayo tal como lo concebimos hoy, está en Montaigne acabado en punto de perfección. No crea él ese género, pero lo constituye al fijarle sus condiciones típicas, como la forma más holgada y libre de reglas para la expresión natural del pensamiento y de la emoción” (p.277). Incursiona sobre la situación histórica que llevaron a Lévi-Strauss y Althusser a crear “un clima en el que el saber en las ciencias sociales y la filosofía debían regirse por el rigor demostrativo de las matemáticas y de la lingüística estructural” (p.285). Y analiza lo que al respecto ve y piensa Pierre Clastres a quien Abraham conoció en París que rescató “El discurso sobre la servidumbre voluntaria”, escrito por el amigo del alma de Montaigne, Étienne de la Bóetie, como lo hicieron también Claude Lefort y Gilles Deleuze.
REGRESO A LOS FILÓSOFOS
En su libro, después de esa entrada sobre los ensayistas, el autor regresa a los filósofos. Claro, faltaba hablar de Descartes. Faltaba también la anatematizada y a la vez inmensa figura de Baruch Spinoza, de Pascal, de Leibniz, de Hobbes. Y entrar en la segunda parte de los tiempos modernos con el liberalismo, Adam Smith, Voltaire, Rousseau, Kant, Hegel, Schopenhauer, Marx y llegar al último pensador de ese estante.
Todo ello escrito, como queda dicho, con una prosa sencilla, tratando siempre de exponer, desentrañar y glosar el pensamiento de cada filósofo según la trascendencia que para Tomás Abraham ha tenido. No sólo en lo que la academia ha fijado como una historia de la filosofía, sino en el propio autor, el filósofo Tomás Abraham que, sin dudas, es uno de los serios y seguros pensadores que en estos tiempos habitan nuestro suelo. Y a quien le debemos nuestro agradecimiento por la tarea que a través de su biblioteca, ha realizado para exponer su periplo por la filosofía y, a la vez, darnos hermosas lecciones sobre lo que significa cada pensador que ha abordado.
*Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com

1 comentario:

  1. Encontrarnos con un pensador como T. Abraham por este medio, nos facilita la tarea de la reflexión necesaria a la que debemos llegar en tiempos como el actual. El filósofo ha demostrado que la filosofía no es necesariamente algo "acartonado" y tan abstracto. Quienes hemos tenido la suerte de leerlo y escucharlo, sabemos de su mirada crítica y leal a sus propios pensamientos. Nuevamente gracias al autor por permitirnos acceder al mundo de Abraham, de conocerlo un poco más, por medio de su biblioteca.

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