miércoles, 3 de marzo de 2010

Relecturas

En mis relecturas he regresado a dos escritores franceses que comencé a leer en mi juventud: Georges Bernanos y Emmanuel Mounier. Sin dudas a ambos los une el ser pensadores libres, sin ataduras a prejuicios y, sobre todo, hombres que siempre trataron de encontrar la verdad y tratar de ser fieles a ella.
Del primero he releído las páginas de su libro “La Libertad, ¿para qué?” publicado por Hachette en versión castellana de Odette Boutard en 1955. Del segundo su clásico “¿Qué es el personalismo?” publicado por Ediciones Criterio en traducción al español de Edgar Ruffo en 1956.
Dos obras que he leído y releído, subrayado y vuelto a subrayar, puesto que son de esos libros que siempre ofrecen más cuando se los relee.
Bernanos en su conferencia “Revolución y Libertad” dirigida a los jóvenes en la Sorbona, dice que “Sólo se desea verdades tranquilizadoras. Pero la verdad no tranquiliza: compromete” (p. 108). Y precisamente esas palabras premonitorias del año 1947 tienen vigencia en nuestros días. Muchos buscan verdades tranquilizadoras. Pero cuando se encuentra una verdad, esa verdad nos compromete. Y ese compromiso en primer lugar es con uno mismo. Y al serlo, como no vivimos en una isla sino en una sociedad multifacética, ese compromiso debemos trasladarlo a los demás. Y al decir a los demás, digo al otro, al prójimo. Respetando lo que el otro piensa pero con una actitud amorosa en un acercamiento de igual a igual. Reconocernos sí, es lo primero. Pero también saber que existe la otredad. El diálogo yo-tú favorece siempre el encuentro en el nosotros.
Sin dudas G. Bernanos no calló nunca lo que pensaba. Creía en el hombre libre. En los Encuentros de Ginebra, sostuvo que “El mundo sólo será salvado por los hombres libres. Al hablar así permanezco fiel a la tradición de Europa. Rindo testimonio a la tradición de mi país que no sólo fue, en el transcurso de los siglos, la razón lúcida, sino el corazón inflamado de Europa. Estoy de acuerdo con los hombres del siglo XIII como con los del siglo XVIII, con San Buenaventura como con Pascal, con Pascal como con Jean-Jacques Rousseau. El mundo sólo será salvado por los hombres libres. Es preciso hacer un mundo para los hombres libres” (p. 178).
Al hablar en Bélgica y en Argelia sobre su país ante el mundo moderno, comenzó así: “Yo no soy un profeta pero a veces ocurre que vea lo que los demás ven tanto como yo y sin embargo no quieren ver. El mundo moderno reboza de hombres de negocios y polizontes, pero le hace mucha falta oír voces liberadoras. Una voz libre por triste que sea, siempre es liberadora. Las voces liberadoras no son las voces calmantes, las voces tranquilizadoras. No se conforman a esperar el porvenir como se espere el tren. El porvenir es algo que se domina. No se soporta al porvenir, se lo hace” (p. 9).
Indudablemente Georges Bernanos no era un hombre tranquilizador que aceptara las cosas y las circunstancias porque sí. Era un intranquilizador que estando en la Iglesia Católica fustigaba a las autoridades eclesiásticas cuando veía que no cumplían con su misión pastoral. Cuando advertía docilidad ante las injusticias o ante la prepotencia.
Emmanuel Mounier dice en su libro que “Del profeta al político, entre la primera y la segunda zona, se escalona un espectro de vocaciones graduadas. En la frontera de los primeros, una especie de profetas de lo político, como Bernanos en situación bien difícil; les agradecemos que hablen a tiempo o a destiempo, sin consideración alguna de oportunidades y de terreno, porque el político se pierde si no sabe escuchar ciertas verdades con el filo de lo absoluto.” (pp. 68/69).
Sin dudas estamos ante una ubicación justa de Bernanos como pensador libre. Mounier siempre aclaró que el personalismo no es un sistema político. Asimismo sostuvo que “El personalismo no se nutre del individualismo. Por el contrario, la conducta rectora de la vida personal y la conducta inicial del individualismo, son antitéticos. El individualismo toma el yo como una realidad aislada, separada originalmente del mundo y de los demás yo”. Y agrega más adelante que “Hay una afirmación común a todas las filosofías personalistas que reclamamos –filosofías cristianas, como las de Kierkegaard, Gabriel Marcel, Berdiaeff; pensamientos agnósticos, como el de Jaspers-, y es la de que la conducta esencial de un mundo de personas no es la percepción aislada de sí (cogito) ni la preocupación egocéntrica de sí mismo, sino la comunicación de las conciencias y, mejor dicho, la comunicación de las existencias, la existencia con el prójimo. La persona no se opone al nosotros, que la fundamenta y la nutre” (pp. 85/87).
Emmanuel Mounier sostenía que “hoy la ciencia –como ayer la religión- sirven para justificar la sumisión” y por eso “es el momento de conjurar la edad del poeta y del héroe” (pp. 123/124)
Y si como bien dice Mounier, el hombre libre no es un solitario, debemos encontrar la coexistencia en el nosotros. Eso que hoy resulta tan difícil de hallar por estos y otros lares: la coexistencia en la diversidad. El respeto al pensamiento del otro y al propio. Ser uno mismo como persona para conquistar, día a día nuestra propia libertad.
Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com

1 comentario:

  1. Profundas palabras para la reflexión.
    ¿Será entonces verdad que estamos condenados a ser libres, como dijo el filósofo?
    Ser fieles al propio pensamiento y valores, sin dejar de reconocer y respetar los de los otros. Asumirnos como verdaderos "sujetos", es decir sujetado a..., a nosotros mismos y a ese otro que nos completa como seres humanos.
    Gracias por acercarnos estas reflexiones de pensadores de ayer, que tienen tanta actualidad.

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