OCTAVIO PAZ
Escribe Carlos Sforza*
Este año se celebran importantes acontecimientos relacionados
con escritores. En efecto, sabemos que es el centenario del nacimiento de Julio
Cortázar y de Adolfo Bioy Casares. Dos de los grandes narradores argentinos. Asimismo,
el 31 de marzo se celebró el centenario del nacimiento de Octavio Paz,
considerado uno de los grandes poetas y ensayistas del siglo veinte.
Octavio Paz nació en México y fue, por razones diplomáticas y
vocación propia, un gran viajero. Estuvo en la India y era un admirador y estudioso de la
cultura oriental.
Como escritor recibió los lauros más prestigiosos como el
Premio Cervantes en 1981 y el Premio Nobel de Literatura en 1990. Poeta y
ensayista de vasta extensión y alta calidad, y –según el mismo escritor lo
reconoció-, por el año de su nacimiento es “hijo de la Revolución Mexicana y de la vanguardia artística de comienzos del
siglo XX.”
El escritor Santiago Estrella G., de “El Comercio”, de Quito,
sostiene que Paz, “en su labor de poeta y pensador de la poética (entendida
ésta como efecto y experiencia estéticos), nunca tuvo un conflicto con aquello de un arte para pocos,” y agrega
que no es otra cosa que “la libre respuesta de un grupo que, abierta o
solapadamente, se opone ante un arte oficial o la descomposición del lenguaje
social” según escribió Paz en el renombrado ensayo “El arco y la lira”.
Desde joven Paz estuvo envuelto en los movimientos revolucionarios.
Algunos de sus compañeros giraron al fascismo y otros, como él, se acercaron al
comunismo. Con los años, demostró una evolución que se jugaba por la democracia
y el respeto a las instituciones y, por ello, al otro.
Cuando habló al entregársele el Premio T. S. Eliot, creado
por la Fundación Ingersoll
para distinguir a poetas y escritores de distintas lengua, sostuvo que “Eliot
creía en la fidelidad a la tradición y en la autoridad; otros creíamos en la
subversión y el cambio. Hoy sabemos que la salud espiritual y política está en
otras palabras, menos teñidas de ideas absolutas. En las palabras que fundaron
a la Edad Moderna ,
tales como libertad, tolerancia, reconocimiento del otro y de los otros. En una
palabra: democracia” (l987).
Precisamente esa actitud de Octavio Paz, le depararon no
pocos adversarios y hasta enemigos. Pero él fue consecuente con lo que pensaba
y lo que decía. No traicionaba el decir, la palabra, con actitudes personales
sino, por el contrario, se sentía parte integral de la palabra que decía y
escribía.
En sus palabras de apertura en el Primer Congreso
Internacional de Sevilla dedicado al poeta Luis Cernuda (mayo de 1988), sostuvo
que hay una “doble condición: Arte del poeta: poder decir. Es un arte que exige
valor, integridad. A su vez, ese decir
se cumple en un oyente que comprende y recrea lo oído y lo leído. Participación
activa. La obra no termina en ella misma” y agrega: “La gloria se llama
tradición: no la mentida inmortalidad de un nombre sino la continuidad de una
palabras común”.
Octavio Paz fue un hombre jugado por la palabra. Es decir,
fiel a lo que caracteriza al ser humano. La palabra que es liberadora y que a
la vez hace que el hombre que la crea y usa de ella lo salve. Y hoy por hoy,
que la palabra salve no es poca cosa.
En el acto en que recibió el Premio Eliot, entre otras cosas
dijo que desde el romanticismo la poesía había sido condenada a vivir en el
subsuelo de la sociedad. Y concretamente expresó que “en la segunda mitad del
siglo (XX) se ha acentuado la marginalidad de la poesía. Hoy es ceremonia en
las catacumbas, rito en el desierto urbano, fiesta en un sótano (…) Es cierto
que sólo en los países totalitarios y en las arcaicas tiranías militares se
persigue todavía a los poetas; en las naciones democráticas se les deja vivir e
incluso se les protege –pero encerrados entre cuatro paredes, no de piedra sino
de silencio” y concluía sus palabras diciendo: “Por esto, en tiempos como el
nuestro, el otro nombre de la poesía es perseverancia. Y la perseverancia es
promesa de resurrección”.
Así pensaba y escribía y grababa su nombre entre los grandes
de la poesía y el ensayo, Octavio Paz.
Murió en Coyoacán, México, el 19 de abril de 1998.
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