viernes, 29 de julio de 2011

UN GRAN ESCRITOR OLVIDADO
Escribe Carlos Sforza*
Nuestro país es en muchos aspectos contradictorio. Hay, en el campo estrictamente literario, una especie de amnesia que con el correr de los años suele profundizarse. Aunque, hay que decirlo también, suelen suceder rescates, resurrecciones de escritores olvidados.
Si quisiéramos hacer una lista de los buenos escritores olvidados, la misma sería extensa. Sucede que la Argentina ha dado a las letras grandes nombres y ello, tal vez, en el fárrago de obras y autores, produce ese olvido ante la constante aparición de otros escritores que, a ciencia cierta no sabemos qué será de ellos en el futuro. También hay que decir que algunos nombres de escritores ya desaparecidos perduran y son celebrados en los comienzos del siglo veintiuno. Pero, claro, son los menos.
El 27 de julio se cumplieron 25 años del fallecimiento de uno de los grandes escritores argentinos que incursionó en la narrativa con excelentes novelas y en el teatro con obras representadas y premiadas. Y que hoy goza del olvido que la memoria no recupera. Se trata de Arturo Cerretani, con quien, en su momento, me unió una amistad que se tradujo en comentarios de libros, en un intercambio epistolar vía Correo Argentino, que nutrió esa amistad surgida a través de la lectura mutua de nuestros libros.
En su momento la labor literaria de Cerretani fue reconocida por la crítica, los lectores y ello le valió que obtuviera el Primer Premio Nacional de Literatura para el trienio 1957/59.
La amistad con Arturo Cerretani nació en la década del sesenta del siglo pasado gracias a la mediación del poeta y cuentista Luis Gorosito Heredia. En su correspondencia se manifiesta amigo, y en una de sus primeras cartas me dice “Permítame que le llame amigo”. Él, escritor ya consagrado, me ofrecía su amistad.
SUS NARRACIONES
Recuerdo que mi lectura primera de una novela de Cerretani fue su “Retrato del inocente” publicada por Emecé en 1960. Tengo en mi biblioteca el ejemplar que me envió con una laudatoria dedicatoria en 1963 cuando yo pisaba los treinta años de edad. Esa novela, que comenté en su oportunidad, motivó una carta del autor a raíz precisamente de mi nota, y en ella Arturo me dice entre otras cosas: “(…) No voy a encomiar su penetración del libro, porque en última instancia me estaría ensalzando yo mismo por su conducto. Sepa solamente que la suya es una comprensión que conmueve al comprendido y lo deja agradecido por un rato largo, además de compensado con motivo de una cantidad de sinsabores (…)”.
En 1944 Cerretani había publicado la novela “El bruto” con prólogo de Walter Santini en Los libros del mirasol. El prologuista dice que en la obra “(…) es factible sorprender la presencia constante de un extremado equilibrio rítmico, el que habrá de manifestarse, sin mengua alguna, en todas las situaciones, así como también en cada una de las actuaciones que se sienten obligados a realizar cada uno de los seres novelados”. Este libro obtuvo el premio Municipal de Literatura y la Faja de Honor de la SADE.
En 1956 apareció en ediciones “doble p” su novela “La violencia”. En la solapa de esta obra, Carlos Prelooker sostiene que el libro “(…) no es solamente una novela de perdurable belleza. Es un clamor y un grito profundo. Una crítica acerba a lo que somos y aparentamos ser”. En la novela, el ultraje a Mara perpetrado por tres turbios personajes, es una muestra acabada de lo que puede llegar a consumar la bajeza del ser humano.
En 1960 publicó “La puerta del bosque” (Editorial Goyanarte). Esta es una novela en la que los personajes exponen los lineamientos de la historia. Está presente en ella el mal. Y fracasa la lucha contra él “porque en el fondo implica un ataque a la vida, a la existencia física y metafísica del hombre”.
En 1965 publica una de las grandes novelas sobre el Buenos Aires de la primera postguerra: “El deschave”. Allí Cerretani despliega su conocimiento de lo porteño, de la zona del puerto, del bajo, que hace posible que surgiera esta excelente obra. La vida orillera en los bajos del mítico Paseo de Julio, la situación ya lastimosa de la diezmada población negra y el típico personaje porteño: el guapo. Y en éste, el novelista muestra la revelación de una “sustancia espiritual inesperada” que es precisamente lo que da título a la novela: el deschave.
En Editorial Galerna publica en 1967 una nouvelle: “Parque a la vuelta”. Breve obra narrativa, con un estilo característico e impuesto del autor, en la que aparece, a través de los ojos de un joven, personajes que pululan en Buenos Aires.
En 1977 publicó en Castañeda (en la misma colección en que apareció la primera edición de mis libro “De casas y misterios”) la novela “Misterio de Beata Faragó”, en que nuevamente el puerto de Buenos Aires y sus gentes, son retratados con sagacidad y excelencia por el autor.
En 1983, por la Editorial de Belgrano, publica “Pequeña suite”. El personaje de esta narración es Pedro Ulrico Fontana Foá quien es conocido por las iniciales de sus nombres: PUFF. Desde esa expresión surge la personalidad del protagonista. Precisamente las aventuras o desventuras de PUFF sirven a Cerretani para mostrar facetas del ser humano, que esquematizadas o estiradas en Pedro Ulrico, corresponden a muchos rostros del ser humano En el personaje late el hombre en soledad. La obra la arma el autor con escenas divertidas, con verdadero juegos del lenguaje, con un acertado manejo de las situaciones creadas.
He querido recordar algunas de las novelas y nouvelles de Cerretani para dar una muestra de su labor incansable de escritor. Podría agregar su “Confesión apócrifa”, “La brasa en la boca” (que mereció el Premio Nacional mencionado), “La viaraza. “Matar a Titilo”.
Como autor de obras de teatro, Cerretani publicó varias. Entre ellas “La mujer de un hombre”que mereció ser recomendadas para el Premio Nacional en 1940 y que, cuando no, por razones políticas y/o ideológicas fue objetada por el Ministro de Instrucción Pública y el autor desposeído del lauro. “La casa sin dueño” mereció el Premio ARGENTORES. En “Tres dramas y un cuarto”, Cerretani publicó en 1964, en Ediciones SER,”La casa sin dueño”, “La mujer de un hombre”, “La zona de sombra” y “La salud del viajero”. Tengo a la vista los libros de Arturo Cerretani que ocupan un lugar de privilegio en mi biblioteca. Y el que reúne sus obras de teatros, lo abro y encuentro, con su infaltable tinta color verde, la dedicatoria que me hizo el autor: “Para Carlos Sforza estos Tres dramas y un cuarto, con la veterana admiración de A. Cerretani”
A 25 años de la muerte de este gran escritor y amigo, he querido recordarlo y sacarlo de un olvido inmerecido, puesto que se trata de uno de los grandes de nuestra literatura.
Arturo Cerretani nació el 31 de octubre de 1907 en Buenos Aires y falleció en la misma ciudad el 27 de julio de 1986.

sábado, 23 de julio de 2011

MANUEL GÁLVEZ, ENTRERRIANO POR NACIMIENTO
Escribe Carlos Sforza*
Quizá haya lectores que ignoren que el novelista, ensayista y escritor de nota, Manuel Gálvez es entrerriano. Nació en Paraná (Entre Ríos) el 18 de julio de 1882. Recibió su primera educación en el colegio de los jesuitas, en Santa Fe. Posteriormente se radicó en Buenos Aires hasta el fallecimiento acaecido el 14 de noviembre de 1962.
Fue un escritor que en la primera mitad del siglo XX cubrió uno de los principales espacios dentro de la literatura argentina y trascendió las fronteras del país donde varias de sus obras fueron distribuidas y traducidas.
Comenzó su carrera literaria con un libro de poesía: “Sendero de humildad” (1909) y luego entró de lleno en la novela, con una impronta de un realismo naturalista. Gálvez fue un escritor polifacético por los géneros que cultivó: poesía, novela, cuento, ensayo, historia, biografía, teatro, un libro de memorias en cuatro tomos (“Recuerdos de la vida literaria”).
MI PRIMERA LECTURA DE GÁLVEZ
Yo accedí a Gálvez a través de sus libros de historia (“Vida de don Juan Manuel de Rosas”), y la trilogía de novelas históricas sobre la guerra del Paraguay: “Los caminos de la muerte”, “Humaitá” y “Jornadas de Agonía”, esta trilogía las leí siendo estudiante en la Biblioteca del Club Deportivo 25 de Mayo donde funcionaba un pequeño armario con libros variopintos pero de autores caracterizados por su valor literario.
Luego entré en las otras obras de nuestro comprovinciano por nacimiento, que le dieron también nombradía en el mundo literario de los primeros años del siglo pasado en los que Gálvez con varios otros escritores como Leopoldo Lugones fundaron la Sociedad Argentina de Escritores. Manuel Gálvez creía en la realidad del escritor profesional y, desde la incipiente sociedad, se buscó defender los derechos del escritor.
SUS NOVELAS
Manuel Gálvez escribió numerosas novelas como “El mal metafísico”, “La sombra del convento”, Miércoles Santo”, “La maestra normal”, “Nacha Regules”, “Historia de arrabal”, “El cántico espiritual”, “El uno y la multitud”, “Tránsito Guzmán”. Novelas históricas como la trilogía a que hice referencia líneas arriba, las siete dedicadas al período rosista, entre ellas “El gaucho de los cerrillos”, “El General Quiroga”, “La ciudad pintada de rojo”. Al respecto y como novelista, de él escribió el crítico español Cansino Assens que “es suya la herencia de Galdós, que tantos se disputan en la península”. Cabe tener presente, como hito informativo, que su novela “El general Quiroga” (1932) mereció el Primer Premio Nacional de Literatura.
Cuando se produce la ruptura del campo literario argentino, que como dice Beatriz Sarlo “separó a los novecentistas de los vanguardistas de los años veinte” y se prolongó durante las siguientes décadas, “el drama de la vida literaria de Gálvez (fue) que quiso ser Zola treinta años después del apogeo del naturalismo”. De allí que, según la crítica citada, Gálvez quedó del lado de los denominados “viejos” frente a los “nuevos” o vanguardistas.
La opción de Manuel Gálvez fue sin duda una postura que él consideraba acertada. Sus obras novelísticas son marcadamente naturalistas, pero que muestran un realismo que existía en el país, al que a través de esas novelas retrató el escritor.
Manuel Gálvez que recibió ataques de quienes no pensaban ideológicamente como él y, en cuanto a su narrativa, de quienes estaban encolumnados en otra estética, justificó su obra en “Recuerdos de la vida literaria”. Y lo hizo, como bien lo señala Sarlo en su estudio dedicado al escritor, a través de tres grandes líneas argumentales. Ellas son, según la crítica: “la comparación de su obra y de su proyecto literario con los grandes de la novela europea, particularmente con los naturalistas; la verdad de sus argumentos y personajes, sostenida en la observación y la documentación; y, finalmente, el éxito de mercado como prueba de que el público supo ver lo que no siempre la crítica juzgó con ecuanimidad y sin resentimiento ni envidia”.
Lo cierto es que Manuel Gálvez cumplió dentro de la literatura, una destacada labor y sus lectores fueron cantidades enormes no sólo en el país sino también en el extranjero.
SUS BIOGRAFÍAS
Manuel Gálvez escribió varios textos biográficos con una visión muchas veces revisionista que presentaron a diversos personajes de nuestra historia, con una prosa apropiada no sólo para los especialistas sino para el lector común. Así están sus libros “Vida de Hipólito Yrigoyen, el hombre del misterio” (1939), “Vida de don Juan Manuel de Rosas” (1940), “Vida de don Gabriel García Moreno” (1942), “Vida de Sarmiento, el hombre de autoridad” (1945).
En todas estas biografías, Manuel Gálvez muestra un conocimiento y una labor de investigación que merecen destacarse. Se puede coincidir o no con su visión histórica sobre cada uno de los biografiados. Pero no se puede dejar de reconocer que el autor ha indagado profundamente en cada uno de ellos, en sus vidas, en su entorno, en el momento histórico en el que actuaron, y a partir de allí, con prosa de un buen escritor que sabe llegar al lector común, nos da su mirada y su valoración de cada uno de los biografiados.
COLOFÓN
Esta nota quiere ser un recuerdo, en el mes de su nacimiento, de un escritor entrerriano que realizó su tarea literaria fuera de nuestra provincia pero que, sin dudas, es uno de los grandes de nuestra literatura. Por las obras que escribió y por la defensa que siempre hizo de los escritores, junto al mencionado Lugones, a Horacio Quiroga y tantos otros que se nuclearon en la SADE y desde allí y muchos desde fuera de la institución, bregaron por el reconocimiento a la labor que tantos hombres y mujeres realizan a través de la escritura.

sábado, 16 de julio de 2011

REEDICIÓN DE UN POEMARIO
Escribe Carlos Sforza*
Acaba de publicarse la segunda edición del poemario LA MEMORIA MÁS ANTIGUA de Jorge Isaías (Editorial Ciudad Gótica, Rosario, mayo de 2011, 44 pp.).
El autor de este poemario nació en Los Quirquinchos (Santa Fe) en 1946 y reside en Rosario.
Entre las obras publicadas se destacan las que abordan la poesía y la prosa. Publicó “La búsqueda incesante”, “Poemas a silbo y navajazo”, “Oficios de Abdul”, “Crónica gringa” (con varias ediciones), “Cartas australianas”, “Poemas de amor”, “En carne viva”, “Y su memoria olvidó”, “Prosa sin prisa”, “Un verso recordado”, “Pintando la aldea”, “El fabulador y otras sepias”, “Como un caballo salido del mar”, “Almacén Las Colonias”, “Las calandrias de Juanele”. Ha dirigido Ediciones LA CACHIMBA y, como profesional, es Licenciado en Letras por la Universidad de Rosario. Ha presidido la SADE de la vecina ciudad santafesina.
El libro que acaba de aparecer, en su primera edición fue publicado en 1982. Ahora esta reedición muy bien presentada, tiene prólogo de Alma Maritano y palabras introductorias del propio poeta.
Se trata de un libro que, a través de los versos de Isaías, recupera la memoria de su tierra natal, de personajes, con un hálito mítico que como una sutil neblina, surca cada verso.
No podemos dejar de hacer notar el tratamiento que Jorge Isaías da a cada tema. De qué forma entra en ellos, sean personajes, momentos del campo o estaciones psicológicas del autor que rememora sus pasos infantiles, para no sólo recuperarlos como una realidad que fue, sino hacerlos presentes a través de los poemas que desfilan y desgranan esos recuerdos.
Hay, sin dudas, un juego claro entre memoria y olvido. Y cómo el poeta logra sacar del baúl de la memoria aquello que sus versos necesitan recordar y tienen para él, claro, una pervivencia que no tolera el olvido. Más aún, que por sí mismos entran en el juego poético y se corporizan a través de la carnadura que Jorge Isaías sabe darles adecuadamente a cada uno de ellos.
Hay personajes que, a través de versos breves, casi diría ascéticos pero de alto valor poético, son retratados con una nitidez notable. Tal el caso de “Don Ramón el oriental” (p.22). O con mayor despliegue verbal, “El viejo Pichi” que concluye con estos seis versos: “Se murió don Pichi. Después de su Calabria,/ el vasto mar y sus sesenta años/ exhumando recuerdo en esta tierra./ Lo enterraron con su sombrero aludo/ y negro, los zapatos que nunca se había puesto/ y la más humilde de mis pipas viejas” (p.25). O el retrato simple, poético de “Mingariello” que comienza así: “Tuvo un piloto de color anual/ -con grandes lamparones/ de mugres y de aceites-, una calva/ pequeña de pájaro y una boca/ balbuceante y desdentada” (p.17).
Pero esos retratos de personas y personajes de su pueblo, no agotan este poemario. Porque late, en todo momento el aliento poético de Isaías que sabe darle la cobertura apropiada a cada poema y, a la vez, el temple de ánimo que es imprescindible en una poesía para que ella sea eso: poesía.
Un verdadero regalo para el espíritu esta reedición de LA MEMORIA MÁS ANTIGUA de Jorge Isaías.
*Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com

jueves, 7 de julio de 2011

INTRODUCCIÓN A LO FANTÁSTICO
Escribe Carlos Sforza*
En varias oportunidades me he referido a lo fantástico en literatura. Acabo de leer un libro escrito por el profesor de literatura comparada en la universidad de Bologna, Remo Cesarini que precisamente lo ha titulado LO FANTÁSTICO (La Balsa de la Medusa, Madrid, 1999, 216 pp.)
Se trata de un trabajo de investigación, que el autor llama Introducción al tema, que considero de un gran valor como aporte al estudio precisamente de lo fantástico.
Advierte el autor que fue Tzvetan Todorov quien tuvo “el mérito de lanzar e imponer a la atención de los estudiosos de todo el mundo toda una zona literaria de la modernidad, la de la literatura fantástica” (p.11).
Cesarini analiza el tema apoyado por una extensa y variada bibliografía, desde los comienzos de la literatura fantástica, recalando en forma especial en los finales del siglo XVIII y los siglos XIX y XX, Sostiene que los estudios de los últimos dos siglos han logrado recuperar toda una tradición literaria.. En los tiempos en que publicó este estudio, Cesarini sostiene que se habían perfilado en la crítica dos tendencias contrapuestas en el análisis de lo fantástico como literario concreto. Una tendencia reduce el campo de la acción de lo fantástico y lo “identifica únicamente con un género literario” limitándolo a algunos escritores del siglo XIX. La otra tendencia, a la que adscribe el autor, tiende a ensanchar “el campo de acción de lo fantástico” y así se extiende a muchas otras manifestaciones literarias que llegan hasta nuestros días (p.13).
En el libro, según lo dice expresamente el autor, se refiere preferentemente “antes que a un género, a un modo literario”. En el primer capítulo, examina lúcidamente las experiencias fantásticas y perturbadoras, con el análisis de El hombre de arena de Hoffmann y los aportes de Freud, Prawer, Sasso y otros. También lo ilustra con el análisis de narraciones de Gautier, Mérimée y Poe.
El capítulo segundo lo dedica a mostrar y analizar los intentos de definición de lo fantástico partiendo, claro de la elaborada en 1970 por Todorov. Asimismo lo hace con definiciones de Pierre-George Castex, de Roger Caillois y otros estudiosos, críticos y escritores. Reconoce, por supuesto, el aporte invalorable de Todorov al tema. Es importante, en este libro, el análisis que hace el autor de otros estudios para una definición de lo fantástico que hacen ensayistas posteriores a la definición de 1970. Incluso pone en su lugar las objeciones que algunos críticos han hecho a la definición de Todorov. Tal el caso de Lucio Lugniani; también la postura de Rosemary Jackson con una interpretación de lo fantástico que es al mismo tiempo psicoanalítica y sociológica.
Por supuesto que en todos los aportes que trae en el libro el autor, se analizan diversos cuentos, narraciones, relatos de autores que podríamos colocar con certeza en el canon literario de lo fantástico.
En los otros capítulos, con solvencia y citas textuales de trabajos de literatura fantástica Remo Cesarini nos introduce en los procedimientos formales y sistemas temáticos de lo fantástico. Para ello hace una enumeración, con su pertinente aclaración explicativa, de cada procedimiento narrativo y retórico y de los sistemas temáticos recurrentes en toda la literatura fantástica.
Al abordar las raíces históricas de lo fantástico, el autor comienza con una definición de lo gótico, conforme Fred Botting, que significa “escritura del exceso. Lo gótico hace su aparición en la horrible oscuridad que obsesionó a la racionalidad y a la modernidad dieciochescas” (p.130). Afirma que en Europa se reunieron las diversas manifestaciones de lo gótico, pero señala que donde prácticamente nace la literatura fantástica es en la Alemania de finales del siglo XVIII y del primer romanticismo.
El último capítulo lo dedica Cesarini a analizar el encuentro de lo fantástico con el esteticismo de finales del siglo XIX y con el surrealismo del XX. Regresa a Gautier, a Maupassant y otros. Y ya en pleno siglo XX entra a analizar lo fantástico en Julio Cortázar con numerosas citas de relatos y declaraciones del autor de Rayuela. Afirma que Cortázar emplea en parte procedimientos “diferentes de los que sería lo fantástico decimonónico (…) El procedimiento dominante es el de la busca de lo absurdo lógico” (p.177).Concluye con Antonio Tabucchi de quien analiza El fantasma de los sábados, con un estudio profundo y que, pienso, cala hondo en el relato del italiano.
LO FANTÁSTICO de Remo Cesarini es, creo, uno de los valiosos aportes a la elucidación y mejor conocimiento de lo que significa y, fundamentalmente, es lo fantástico en literatura.

martes, 5 de julio de 2011

Aclaración

En mi última nota sobre el estudio de la novela publicado en 1816, faltó, en la parte fina, una parte que cerraba dicha nota. Ahora la publico y espero que los lectores la completen:
Siguiendo con su pensamiento hegeliano, el autor afirma que “en la novela lo único que se vuelve visible es la distancia que separa el sistema de la realidad concreta; un sistema que pone el acento en la convencionalidad del mundo objetivo y en la interioridad del subjetivo. Así, en sentido hegeliano, los elementos de la novela son enteramente abstractos” (p.65).
Lukács trabaja, en sus análisis, con la obra de Dante Alighieri y se sumerge en otros autores como Cervantes cuyo Don Quijote le sirve de paradigma para muchos de sus tramos ensayísticos, Flaubert, Balzac, y llega hasta Tolstoi.
Lo cierto es que el autor húngaro ha calado hondo, desde su mirada filosófica, en la novela pero con una visión que refleja el momento histórico en que la obra fue publicada: 1916. Sostiene que “la novela es la epopeya del mundo abandonado por Dios” y que “el espíritu de la novela es la de la madurez viril y la estructura característica de su materia” como asimismo que “la novela habla de la aventura de la inferioridad; sus contenido es el relato del alma que sale a buscarse, que quiere ponerse a prueba con las aventuras, para poder hallar su propia esencia” (pp.84/85).
El estudio de Lukács es, sin dudas un anticipo de sus obras posteriores. Se podrá estar de acuerdo con lo que en esta obra sostiene o disentir en parte o en todo. Pero, sin dudas, es un trabajo profundo, que hace pensar y que, con buen criterio ha sido exhumado del olvido para conocimiento de los que hoy, de una forma u otra, estamos insertos en el mundo de la novela.

viernes, 1 de julio de 2011

LA NOVELA SEGÚN UN ESTUDIO DE 1916
ESCRIBE Carlos Sforza*
György Lukács nació en Budapest (Hungría) el 13 de abril de 1885. Sus primeros escritos fueron publicados durante el tiempo de enseñanza media en el Instituto Protestante de Budapest. También anduvo por el teatro a tal punto que en 1904 fundó el Teatro Talía. Luego colaboró en la Sociedad Sociológica.
Cuando conoció a Georg Simmel, según sus biógrafos, fue un hecho decisivo pues éste se convirtió en su maestro.
Se afilió al Partido Comunista de su país en 1918 y fue colaborador de la revista internacional del partido. De 1930 a 1945 estuvo como editor del diario Literaturnyikritik. Ya de regreso a su país, se dedicó a la docencia como profesor de Estética y Filosofía de la Cultura en la Universidad de Budapest hasta 1958.
Los trabajos de Lukács han sido traducidos a varios idiomas y, sin dudas, con un pensamiento que arranca en Kant y desemboca en Hegel, para luego independizarse y tener su propia visión, el autor húngaro es uno de los reputados críticos de la literatura y de la filosofía.
LA NOVELA
En 1916 publicó “Teoría de la novela –Un ensayo histórico filosófico sobre las formas de la gran Literatura épica-“. Precisamente en 2010 esta obra fue publicada en español en Ediciones Godot (Colección Exhumaciones, en traducción de Micaela Ortelli (Ediciones Godot Argentina, 2010, 160 p.).
La colección en la que sale publicada se denomina Exhumaciones, y verdaderamente esta obra presentada en castellano, publicada originariamente hace casi cien años, es una auténtica exhumación de un texto que, hoy quizá, puede considerarse superado pero que tiene un especial sabor que deja intuir al estudioso y crítico que, con el correr de los años, fue Lukács.
En forma de libro esta obra fue publicada en 1920 en Berlín, conforme lo expresa el propio autor en un prólogo de julio de 1962. En ese preámbulo al estudio propiamente dicho, el húngaro nos ilustra sobre su gestación y afirma que lo llevó a escribirlo el estallido de la primera guerra mundial. Afirma por otra parte, que al leer esta obra no sólo se debe considerar el contenido en sí mismo, sino también las circunstancias en las que fue escrito. Dice que su “rechazo a la guerra y la sociedad burguesa de la época eran puramente utópicos” (…) Me encontraba entonces en proceso de viraje de Kant a Hegel, lo cual no conllevaba cambio alguno de opinión con la así llamada escuela de las ciencias del espíritu (…) Teoría de la novela es, en efecto, una producción típica de las tendencias de esta escuela” (pp.6/7).
Está claro que, en el mencionado prólogo, el propio autor admite las limitaciones del método adoptado pero a la vez, sostiene que “nos encontramos en condiciones de reivindicar las características que, en cierta medida, lo justifican históricamente, en contraposición al positivismo dual neo-kantiano” (p.7).
LA OBRA EN SÍ MISMA
El estudio de Lukács se divide en dos partes: 1ª Las formas de la gran literatura épica analizadas según la civilización actual sea integrada o problemática, 2ª Ensayo de tipología de la forma novelística. El ensayista y crítico húngaro plantea la distinción que hay entre la tragedia, la épica y la novela. Sostiene que, conforme fuera planteado por el romanticismo alemán, la “forma de la novela, es, como ninguna otra, una expresión del desamparo trascendental” (p. 32). Ante las transformaciones del tiempo en cuanto a la visión del mundo y la transformación de los géneros, el húngaro afirma que “la tragedia a pesar de las transformaciones, ha sobrevivido hasta nuestro tiempo con su esencia natural intacta, mientras que la épica debió desapareció y dar lugar a una forma enteramente nueva: la novela” (p.33).
Es sumamente interesante e ilustrativo cómo Lukács desmenuzada las diferencias intrínsecas y formales de los tres géneros. Plantea con claridad cuáles son las características de cada uno de ellos y de allí marca las diferencias. La tragedia con los dioses o semidioses devenidos humanos, la razón de ser del coro en las tragedias “cuyo sentido artístico consiste en otorgar vida y plenitud a la esencia situada por fuera y más allá de toda vida” (p.34). Y afirma, asimismo, que la soledad es la verdadera esencia de la tragedia. Por su parte, los poetas épicos no podían abandonar “la empiria para representar la realidad trascendental (…) podían limitarse a ser narradores de acontecimientos” (p.39). En cuanto a la epopeya y la novela, el ensayista sostiene que
“se diferencian no en las intenciones fundamentales de los autores, sino en las realidades histórico-filosóficas a las que los mismos se vieron enfrentados. La novela es la epopeya de una época en que la totalidad extensiva de la vida ya no está directamente determinada, en que la inmanencia del sentido de la vida se ha vuelto un problema, pero que aún busca la totalidad” (p.49).
El estudio tiene partes donde el autor plantea con claridad su punto de vista y marca, según él, las diferencias entre la epopeya y su continuadora, la novela. Dice: “La epopeya le da forma a una totalidad de la existencia ya de por sí incompleta; la novela, en el proceso de configuración, busca descubrir y construir la totalidad de la vida oculta” (p.54).
Siguiendo con su pensamiento hegeliano, el autor afirma que “en la novela lo único que se vuelve visible es la distancia que separa el sistema de la realidad concreta; un sistema que pone el acento en la convencionalidad del mundo objetivo y en la interioridad del subjetivo. Así, en sentido hegeliano, los elementos de la novela son enteramente