jueves, 28 de octubre de 2010

LA FIESTA PROVINCIAL DE LA POESÍA

Escribe Carlos Sforza
Los días 23 y 24 de octubre se realizó en el Teatro Victoria la Fiesta Provincial de la Poesía. Fue un encuentro al que asistieron más de 80 poetas de toda la provincia, destacándose asimismo la presencia de numerosos poetas de Victoria. En tandas de cuatro expositores por mesa, se realizaron entre la tarde del sábado y la mañana del domingo, las lecturas de los trabados de quienes asistieron a este encuentro anual.
Las palabras de Roberto Romani, Subsecretario de Cultura de Entre Ríos (quien abrió y cerró la Fiesta), del Presidente Municipal César Gracilazo, de la Directora de la Editorial de Entre Ríos Graciela Iannuzzo y del Coordinador de Cultura Municipal Marcelo Salinas, fueron las que se refirieron al evento como responsables de la organización del mismo.
En esa ocasión, el Subsecretario de Cultura de Entre Ríos me entregó El Cimarrón Entrerriano como galardón a la trayectoria en la escritura, el periodismo y la labor cultural.
A mí me tocó hablar sobre el poeta cuyo nombre llevó esta fiesta, Marcelino Román. Por ello, transcribo a continuación lo que expresé.
SEMBLANZA DE MARCELINO ROMÁN
Hace l9 años se realizó en Victoria, en cumplimiento de la Ley 7984, la Quinta Fiesta Provincial de la Poesía organizada por la Municipalidad de Victoria, La Sociedad Argentina de Escritores, Sección Entre Ríos que entonces presidía, la Subsecretaría de Cultura de Entre Ríos y la Editorial de nuestra provincia. Estuvo convocada bajo el nombre de nuestro gran poeta Gaspar L. Benavento.
Hoy, por segunda vez, se realiza en el mismo escenario que la anterior, la Fiesta Provincial de la Poesía. La Municipalidad de Victoria, la Subsecretaría de Cultura de Entre Ríos y colaboradores, bajo el control y la organización de la Coordinación de Cultura municipal, ha denominado a esta Fiesta con el nombre de otro de los grandes poetas de Victoria, que como Gaspar, ha trascendido el lar nativo, se ha insertado en la lírica de la provincia y se ha incorporado a las muchas y buenas voces de la poesía argentina. Se trata de MARCELINO MARIANO ROMÁN.
Marcelino nació en Victoria, en una casa de calles Vélez Sarsfield y Sargento Cabral el dos de junio de l908 y falleció en Paraná en 1981. Siendo un niño, sus padres se trasladaron con él a Villa Ángela, Antelo, y allí cursó parte de la escuela primaria. Él recordó ambos acontecimientos en sendas poesías incluidas en su primer libro CANTAR Y SOÑAR publicado en 1931, a los 23 años de edad y que Marcelino jamás incluyó en su bibliografía pues como lo escribió en el poemario TIEMPO Y HOMBRE: “En Nogoyá, donde nos iniciamos en el periodismo, publicamos en 1931 nuestro primer muestrario de versificación, bajo la influencia de Carrieguito y de Amado Nervo, éste sobre todo, al punto de que un capítulo del volumen estaba integrado por expresiones de acento místico”.
Marcelino Román fue un trashumante hasta que echó raíces en Paraná. Y lo fue puesto que con una autoformación sólida y con la intuición y la experiencia que lo caracterizaban, jovencito emprendió la tarea periodística que como lo expresó, comenzó en Nogoyá, en el diario “El Radical” en1933, en el mismo año en Gualeguay en “El Día”, En 1935 en “Alerta” de Victoria, en Paraná en “Libre Palabra”. Y culminó esa tarea creando en la ciudad capital en 1935 el Círculo de Periodistas de Paraná del que fue Vocal entonces y luego Presidente. Fue el fundador de la página literaria de “El Diario” de Paraná bajo el nombre de Letras, Autores, Ideas, que hasta el día de hoy continúa en el matutino paranaense. Fue un periodista vocacional y lo fue hasta sus últimas consecuencias.
Simultáneamente, Marcelino dedicó su vida a escribir poesía, ensayos, investigaciones sobre el folklore. Así son insoslayables sus libros “Itinerario del Payador”, “Sentido y alcance de los estudios folklóricos”, “Reflexiones y notas sobre poesía y crítica”.
Marcelino sabía lo que quería cuando dedicaba su palabra a la poesía, al verso. Muchas veces se sale de los cánones académicos pues lo mueve la realidad del hombre cotidiano. Como lo mueve la naturaleza y quienes la habitan como lo demuestra con su poemario “Pájaros de nuestra tierra”.
De los versos al estilo más clásico, regresa a lo gauchesco, bajo la influencia de José Hernández, pero actualizando los temas y el lenguaje. Así lo hizo con “Coplas para los hijos de Martín Fierro” y la continuación de esta obra, “Nuevas coplas para los hijos de Martín Fierro” publicada en 1968. El aclara bien cuando expresa en el prólogo a este libro que “No usamos la sextina martinfierrista, sino un molde más sencillo: la cuarteta, que probablemente fue la más frecuentada por los antiguos payadores”.
En las “Anotaciones preliminares” de su poemario “Tiempo y Hombre”, Marcelino hace una especie de raconto sobre sus poemarios anteriores, situando el fondo y la forma que les impuso. Así dice que en “TIERRA Y GENTE quisimos testimoniar nuestra fidelidad al terruño y sus pobladores, y a la vez a nuestros antecedentes campesinos, buscando una poesía criolla, de raigambre popular (…)”. Y agrega que en “PÁJAROS DE NUESTRA TIERRA de igual modo habíamos trabajado la expresión en marco sencillo, a la vez que cumplíamos el propósito de exaltar la libertad y la alegría en el mundo alado” Ya en TIERRRA Y AMOR, el poeta da cabida en su temática a “los árboles, los insectos y los yuyos. Y siempre tuvieron su lugar personas populares, andanzas, oficios”.
En otros poemarios advertimos, como el propio Marcelino lo expresa, su búsqueda de lo universal desde lo regional.
Marcelino Román fue un poeta social, como él mismo lo reconoció en sus escritos, en sus prólogos, en sus charlas y encuentros. Me tocó estar con Marcelino en algún encuentro de escritores y en otras circunstancias de charlas mano a mano. En una oportunidad, y valga la anécdota para poder alcanzar la dimensión humana y fraternal de Marcelino, en ocasión de una visita que hizo a Victoria, me dijo “Hermanito, tenemos que llevar la poesía a los clubes deportivos, a la gente que está en ellos”. Y así conseguí al día siguiente, una tenida poética de Marcelino en el salón del Club Huracán. Leyó y habló de poesías, ante la atención de los habitués, que con un vaso de vino en la mesa, lo siguieron atentamente. Marcelino salió entonces, reconfortado con ese dar su poesía a la gente del pueblo, sin protocolos, con la humildad que lo caracterizaba.
Shelley escribió en su “Defensa de la poesía, que ésta, “la poesía crea un nuevo universo después de haber aniquilado en nuestro espíritu el universo formado por la repetición de chatas impresiones”.
Marcelino Román cultivó esencialmente una poesía social. Pero a la vez, supo adentrarse en varias ocasiones en las formas clásicas, como cuando transita su verbo por el soneto. Era un hombre que no hesitaba en buscar la forma más conveniente para expresarse conforme quería hacerlo, para “crear un nuevo universo” como decía Shelley.
Por eso, en esta Fiesta donde se celebra a la Poesía, quiero concluir con breves versos de Marcelino Mariano Román, que hoy tutela esta reunión, publicados en los Pliegos de Poesía del Club de Letras, en 1971:
EL POETA EN LA TIERRA DE NADIE
Sollozo de la noche viuda y luto
deshilachado por los estallidos.
Pero aún la poesía dará fruto.
Se reunirán los prójimos perdidos.

En el lucero roto de su frente
se adelantan los soles venideros.
En la canción florece, ¡oh siglo veinte!
la rosa de lo rumbos verdaderos.

miércoles, 27 de octubre de 2010

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PREMIO “EL CIMARRÓN ENTRERRIANO” PARA CARLOS SFORZA
En el comienzo de la Fiesta Provincial de la Poesía, el 23 de octubre de 20110, la Subsecretaría de Cultura de Entre Ríos entregó el galardón “El Cimarrón Entrerriano” al escritor Carlos Sforza por su trayectoria en su quehacer periodístico, literario y cultural por la comunidad. Hicieron entrega del Premio el Subsecretario de Cultura entrerriano Licenciado Roberto Romani, el Intendente de Victoria César Gracilazo, la Directora de la Editorial de Entre Ríos Graciela Iannuzzo y el Coordinador de Cultura de la Municipalidad de Victoria Marcelo Salinas.
Se realizó en el Teatro Victoria con asistencia de poetas de toda la provincia y público que asistió al acto. Romani destacó la trayectoria del galardonado y expresó que con el galardón “va el corazón agradecido de todos los entrerrianos”: Por su parte Sforza, al agradecer el premio lo dedicó a su esposa “que hace 51 años que comparte mis sueños, me apoya y me alienta”, a sus hijas, hijos políticos, nietos y bisnieto y al pueblo de Victoria “en el que vivo y del que soy parte”.

lunes, 25 de octubre de 2010

EL 5º CUARTEL CENIZA Y HUMO
Escribe Carlos Sforza
Acaba de presentarse la segunda edición del libro que escribiera Raúl R. Trucco sobre el viejo barrio de Las Caleras. Esta edición ha sido posible gracias al empeño y trabajo de la Sociedad Filantrópica “Terror do Corso” cuyo Comité Ejecutivo integran Leandro Guzmán, Juan Manuel Danielli, Eduardo Cabrera (h) y Ricardo Castillo. El libro tiene en tapa y contratapa valiosas ilustraciones de Gabriel F. Calabrese. Se trata del óleo “El Puerto de las Caleras” (tapa) y el dibujo “Cargando Cal” (contratapa).
Asimismo se han anexado a la obra primitiva el cuento de mi autoría: “El fantasma de la cal” ilustrado con otro valioso óleo de G. Calabrese; “Aquel Quinto que imagino”, breve y sentida estampa de Oscar Lami; Raúl R. Trucco”, semblanza de la actuación del autor del libro por Marcela Trucco y la recuperación y rediseño de todas las fotografías que ilustraron la primera edición, realizada por Juan Carlos Gonzálvez.
La edición, de muy buena factura, fue hecha por Ediciones Del Castillo de Rosario (Santa Fe), impresa en el mes de septiembre de 2010. Tuve a mi cargo la escritura del Prólogo de esta segunda edición, que a manera de comentario del libro, incluyo al pie de este breve comentario.
Debo destacar la labor de la Sociedad Filantrópica “Terror do Corso” que ya reeditó “La de las Siete Colinas” y ahora lo hace con esta obra de Raúl Trucco. Es el puente cultural que nos une con Rosario a través de los victorienses nucleados en dicha sociedad, que no olvidan el terruño sino que mantienen enhiesta la llama de la cultura y el arte a través de la unión física del viaducto y, sobre todo, de la comunión espiritual y cultural con la tradición y el quehacer de nuestra ciudad.
PRÓLOGO
Prologar la segunda edición de “El 5º Cuartel CENIZA Y HUMO” es una tarea grata y gratificante. Grata por lo que el libro y su autor, Raúl Ricardo Truco, significan en el quehacer cultural de Victoria. Gratificante porque releer esta breve obra es reencontrarse con un hermoso trabajo de recuerdos y estampas y, en mi caso, con su autor a través de sus escritos, que era amigo y con quien compartimos muchas tenidas literarias y de su boca escuché muchos cuentos, anécdotas y recuerdos del antiguo barrio de las Caleras.
En su brevísima introducción, Trucco define su libro y dice que “No es ningún trabajo con pretensiones históricas” y agrega más adelante: “Es nada más que una estampa, o mejor, varias estampas. Imprecisas como el humo. Informe como la ceniza”. Acertada presentación de lo que es este libro.
La obra está dividida en dos grandes partes. En la primera hace una reseña histórica, recogida en su gran parte por la tradición oral, de cómo nació el quinto y su desarrollo y final decadencia y cuasi extinción, como representante de sus orígenes de mediados del siglo XIX. La segunda la titula “Acá cerca y no hace tanto” en la que desfilan ocho hermosas estampas de recuerdos, personajes, vivencias de ese lugar emblemático de Victoria que en su extinción dejó un halo de misterio, de fantasmas que andan sueltos por las calles terrosas, por la costa, por la vieja Capitanía y se adentran en las casonas y caleras que, muchas ruinosas, hablan de un pasado que no muere porque la memoria y el olvido se conjugan para que puedan ser recuperadas como lo hace Trucco en sus estampas.
En la historia que narra sobre el nacimiento del 5º Cuartel, Raúl nos habla de la cal que era una de las principales industrias del lugar. Y aclara que el 5º “careció de canteras de piedra caliza. Las hubo en Victoria, pero no precisamente allí. Lo que floreció en este lugar no fue la industria extractiva de la piedra de cal, sino la transformación de ella”. De lo que deduce que esa industria no fue causa “sino consecuencia de la radicación inmigratoria”.
Cuando nos habla de la edificación, encontramos clara su explicación y el por qué de las primeras casas de dos plantas a la usanza europea y luego, su adecuación al clima local con casonas de una sola planta. Por haber oído a sus mayores y por sus vivencias de niño y jovencito, Trucco nos hace entrar en la vida comercial del quinto, en la explotación industrial de la cal, en los productos que salían por el denominado “puerto viejo”, con su Capitanía y lo que también hemos escuchado del trajinar de carros y carretones transportando la piedra caliza al lugar y los troncos de árboles para leña que alimentaban las caleras. Toma datos de diversos periódicos y de la recopilación de “Crónicas victorienses” que eran notas que el corresponsal del diario “La Acción” publicaba en Paraná. Ese casi anónimo corresponsal era el benedictino Padre Bernardo Daguerre, que tenía característica de periodista nato y dirigió varias publicaciones de la Orden de San Benito.
LAS ESTAMPAS
En la segunda parte, Raúl R. Trucco se muestra con una excelente veta para retratar a través de atrapantes estampas, momentos y personajes típicos del 5º Cuartel. Para ello hace uso de muy buenas descripciones, emplea una adjetivación adecuada, no sobrecargada, pero que fortalece el sustantivo al que acompañan, metáforas acertadas. Así describe ese lugar donde vivió su niñez y primera juventud: “Como una cuña detenida por el bracito que impedía una penetración más honda, se extendía un caserío de arquitectura y palpitaciones europeas, con calles polvorientas bajo el sol y barrosas cuando las nubes bajaban hasta su techo”. Habla, describiendo, de “nochecitas de invierno junto al brasero crepitante de chispas de ceniza y fuego” y de “atardeceres de verano con mosquitos y amorosos paraísos florecidos y que se renovaba con las luces de cada advenimiento repetido del sol”. Nos dice de las “caleras con su vientre rojo de fuego y su cabellera de humo despeinándose por días y por semanas”. Los recuerdos fluyen en esta parte del libro para recuperar lo que fue. Como en “El baúl de un inmigrante”, donde se guardaban los pocos recuerdos de la lejana tierra abandonada para llegar a la promisoria patria nueva. Y aparece el autor, en el final, ya que en aquel baúl añoso y lejano había libros y códigos. Esos “códigos que un descendiente alzó un día bajo el brazo para cumplir una vocación de abogado”.
Sus retratos de personajes típicos del viejo quinto, desfilan en estampas de excelente factura Y digo esto porque el autor sabe retratar y sabe utilizar recursos literarios apropiados para hacerlo, como cuando habla de “las chicharras con el tirabuzón de su canto”, o de Freschinou con “su sombrero verdinegro de años”. O de Tinoco con “la respiración agitada de un viejo sin edad”. También cuando hace un retrato moral en “Eran tres”: “Un día la muerte se llevó al más viejo. Se fue don Santos, llevándose consigo la rebeldía de su incipiente socialismo. Después fue don Oreste, encorvado de años y bondad”. Pinta las tertulias en el almacén de Fregaiase, que era el de sus antepasados. Desfilan las abnegadas maestras de la precaria escuela que funcionaba en el lugar. Y un halo de nostalgia, mucho de imaginación, no poco de fantasmas, se ciernen en las páginas que Raúl Ricardo Trucco dedicó a su querido 5º Cuartel. Y quedaron muchas otras figuras y anécdotas que solía contarme y que esperaban ser fijadas en el papel pero que se perdieron en el recuerdo de quienes tuvimos la suerte de escucharlas de boca del autor de este libro.
Es una obra que recupera una parte de nuestro pasado, escrita por quien conoció y vivió parte de ese mundo para muchos misterioso, del viejo barrio de las Caleras. Que algunos hemos rescatado en cuentos y relatos de ficción, pero que, como toda ficción, muestra una verdad. Y otros, como Raúl, lo han hecho con su abrevar en la tradición oral y su propia vivencia en el lugar.
¡Felices los pueblos que no olvidan y saben recuperar sus orígenes! En este caso, de los que vinieron en barco y encallaron en el 5º Cuartel y que se insertan en la historia lugareña gracias a la buena pluma de Raúl R. Trucco.

martes, 19 de octubre de 2010

MARIO VARGAS LLOSA: ESCRITOR TOTAL
Escribe Carlos Sforza*
La Academia Sueca concedió el Premio Nobel de Literatura 2010 al escritor peruano Mario Vargas Llosa. Este galardón ha tenido repercusiones en los ambientes literarios y también, en los extra literarios. Porque Vargas Llosa no sólo es un creador de ficciones, sino un permanente luchador por las libertades del hombre. No ha eludido nunca sacarle el cuerpo a las controversias, como tampoco evolucionar en su pensamiento en busca de la verdad. Que se pueda estar de acuerdo o no con él en cuestiones que hacen a la vida de los pueblos, es agua de otro costal si nos ceñimos al premio que acaba de otorgarle la Academia Sueca.
EL NARRADOR
Mario Vargas Llosa tiene un concepto muy amplio y definido sobre la novela. Él ha leído y ha estudiado a los grandes novelistas del siglo XIX y del siglo XX y es un admirador inclaudicable de Gustavo Flaubert, como admira a Dumas y a tantos otros. Asimismo no nos olvidemos que ha sido un ferviente seguidor de las películas del oeste norteamericano.
Todo ello para situarnos en la perspectiva que tiene el autor sobre lo que es una narración. No es un estudio sobre la palabra, no es una exposición seca sin argumento y personajes activos. Todo lo contrario.
El peruano fue conocido en su calidad de novelista cuando en 1963 publicó “La ciudad y los perros” que había ganado el Premio Biblioteca Breve de Editorial Seix Barral de Barcelona. Esta obra es esencialmente antimilitarista, acusadora de la barbarie existente en el Perú y otros pueblo latinoamericanos, y tuvo gran repercusión gracias al premio obtenido en España.
La lista de novelas de Vargas Llosa es extensa y cada una de ellas ha tenido muchísimos lectores. Sin dudas las que la gente más conoce son las que plantean temas profundos y a la vez causan no sólo una sonrisa sino hasta algunas carcajadas de alegría. Así por ejemplo, sucede con “Pantaleón y las visitadoras” (1973) o “La tía Julia y el escribidor” (1977).
Pero si ahondamos en la obra narrativa del peruano, nos encontramos con lo que es un corpus abigarrado de realismo e indagación en la idiosincrasia de Perú y de Latinoamérica: la opresión, la corrupción, los fundamentalismos. A partir de una realidad vivida, conocida, su imaginación va creando una narrativa que lo muestra como uno de los grandes escritores de lengua española.
“Conversación en la Catedral”, “La casa verde, “La guerra del fin del mundo”, son libros esenciales dentro de la literatura de nuestro continente y, por supuesto de la literatura universal.
Personalmente tengo una especial predilección por “La guerra del fin del mundo” publicada en 1981. El libro tiene esta dedicatoria: “A Euclides da Cunha, en el otro mundo; y, en este mundo, a Nélida Piñón”. La última era una gran amiga del escritor. El primero es el autor de “Os Sertoes” que es un relato histórico sobre la rebelión de “El Consejero” en Canudos, perteneciente al Estado de Bahía en Brasil. Para escribir esta novela, Vargas Llosa no sólo leyó la historia de da Cunha, sino que se surtió de toda la documentación necesaria y hallable y viajó incluso a Canudos para conocer in situ el lugar donde nació aquella rebelión en los finales del siglo XIX.
Brasil había proclamado la República y contra los republicanos se levanta “El Consejero” seguido por un gran número de hombres y mujeres. El jefe de la rebelión es un carismático personaje, que plantea ante la nueva República, la eterna lucha que se ha dado en las tierras latinoamericanas: el fanatismo y el tribalismo contra el progreso. Es claro que ese fanatismo encuentra en el bando contrario el fundamentalismo que se le opone y se da la lucha entre dos fanatismos de distinto signo que obvian cualquier diálogo, que eluden cualquier coincidencia, y que quieren imponer sus ideas por la fuerza y la eliminación del contrario. “La guerra del fin del mundo” es una novela total. Una historia en la que se encadenan muchas otras historias. Es un libro complejo pero de lectura apasionante. Para mi gusto y criterio personal, es una de las mejores novelas que ha escrito Mario Vargas Llosa.
El autor ha dicho que “Lo que tiene Canudos de ejemplar para un latinoamericano es esa ceguera recíproca, a partir de la visión fanática de la realidad, de la que participan tanto republicanos como jagunços, es la misma ceguera para admitir la crítica que la realidad hace a la visión teórica. Esa es la historia de América Latina. (…) Pero el fenómeno es general: es el fenómeno del fanatismo, básicamente, de la intolerancia que pesa sobre nuestra historia. (…) Nuestra historia está plagada de esa intolerancia, de esa incapacidad de aceptar divergencias”
EL ENSAYISTA
La labor de Vargas Llosa como ensayista es conocida. Personalmente comencé a leerlo cuando llegó a mis manos su ensayo “La orgía perpetua” (1975), que es un estudio personal y profundo sobre “Madame Bovary” de G. Flaubert. Es una trabajo que causa verdadero gozo al leerlo. Es la visión de un novelista sobre la obra de otro novelista. Pero la de Vargas Llosa es una mirada en profundidad y es un ensayo escrito en tres grandes partes. En las palabras que anteceden al ensayo propiamente dicho, el peruano explica por qué ha dividido el mismo en tres partes. Dice: “La primera es un mano a mano entre Emma Bovary y yo en el que, por supuesto, hablo más de mí que de ella. En la segunda pretendo concentrarme exclusivamente en “Madame Bovary” y resumir con una apariencia de objetividad su gestión y alumbramiento, lo que es y cómo es la novela. Finalmente, en la tercera intento situarla, por lo que hablo sobre todo de otras novelas, en la medida en que su existencia fue posibilitada, enriquecida, gracias a la suya”. Todo eso y mucho más, claro, nos brinda Vargas Llosa en “La orgía perpetua”. De allí que en otra ocasión dije que es una obra vívida sobre un personaje literario y sobre el mundo que rodeó a Flaubert. Libro para leer con fruición de un novelista que reverencia a otro novelista. Y, por supuesto, el que gana en la emergencia es el lector.
En 1997 publicó “Cartas a un novelista” libro en el que el autor peruano le escribe a un aspirante a novelista y contesta todas sus preguntas, dudas que pueden aquejarlo al emprender la labor narrativa. Son doce epístolas que se convierten en un verdadero breviario para quien debe saber lo que piensa, hace, trabaja Vargas Llosa cuando debe componer una novela.
PERIODISMO
El flamante Premio Nobel de Literatura, quien fuera galardonado por su “cartografía de las estructuras del poder y su reflejo agudo de la resistencia del individuo, su revuelta y de su fracaso”, es un consecuente periodista, con artículos de opinión, publicados en los principales diarios del mundo. Es claro que muchos disienten de sus posturas políticas. Y es legítimo que ello suceda. Pero no se puede obviar decir que Vargas Llosa pone el pecho en todos los frentes, no rehuye el combate de las ideas. Su trayectoria filosófica ha ido transitando del pensamiento de J. P. Sastre al de A. Camus, al de A. Malraux, a discutir a Gramsci. Y llegar a Popper.
J. J. Armas Marcelo en su libro “Vargas Llosa-El vicio de escribir” dice que Kart Popper, su tiempo y el nuestro, fue para Mario Vargas Llosa, una revelación, un sistema de pensamiento que el propio escritor peruano intuía en la batalla dialéctica frente a la mentira ideológica”. Y agrega el crítico español que el peruano comprendió que “había que empezar a pensar en la ética, en la verdad, en la libertad”.
Beatriz Sarlo ha dicho que su obra periodística es una culminación de ese deseo de realidad. Como algunos grandes escritores del XIX (Martí, por ejemplo), sus notas en la prensa son la materia caliente de la actualidad”
Se puede disentir del pensamiento político de Vargas Llosa, pero no se le puede negar su capacidad periodística para afrontar y tratar, desde su posición, los temas actuales.
Por otra parte, nadie, salvo un torpe o un fanático, puede negar que es uno de los grandes escritores que viven en la actualidad.

sábado, 9 de octubre de 2010

LO UNIVERSAL, LO PERSONAL Y LAS MASAS
Escribe Carlos Sforza*
Releyendo la obra de Gabriel Marcel, filósofo de la existencia que, como a muchos, me marcó en la pasada década del cincuenta, me encontré con las reflexiones del autor de “El misterio del ser”, sobre lo universal y las masas. Precisamente esas reflexiones están en su libro “Los hombres contra lo Humano” que en la Argentina publicó Hachette en 1955.
En estos tiempos de degradación y “cambalache”, el pensamiento del filósofo francés nos sirven para que nosotros podamos meditar también, sobre lo que nos ha llevado adonde estamos hoy. Porque es cierto que nada surge de la nada, que hay una razón o sinrazón que lleva a ciertos estados a los pueblos y a las comunidades que los integran.
Gabriel Marcel sostiene que el principio de toda su obra se centra en la “íntima conexión entre reflexión y misterio”. Y ante el avance de la técnica, piensa que precisamente ese avance conspira contra la reflexión pues crea una atmósfera antiespiritual que no favorece en nada la reflexión.
LO UNIVERSAL
Afirma Marcel que “lo universal, es el espíritu, y el espíritu es amor”. Y, como consecuencia de esta afirmación, busca su fundamento y dice en consecuencia que “(…) Sobre este punto como sobre tantos otros, es a Platón a quien tenemos que volver, y no, por supuesto, a la letra de una filosofía que por otra parte no nos ha llegado precisamente más que bajo su aspecto exotérico, sino al mensaje esencial que aquélla, todavía hoy, nos aporta. Entre el amor y la inteligencia no puede haber verdadero divorcio”. Y agrega que “la inteligencia y el amor son lo que hay de más concreto en el mundo”.
Cuando prima entre los hombres la inteligencia, y se consubstancia con el amor, las cosas marchan sobre caminos llanos, sin abismos insondables. Caminos que no sólo debemos transitar, sino que debemos hacer al andar como escribiera Antonio Machado.
LO PERSONAL
Cuando se da esa comunión del espíritu igual al amor, uno solo en un ser humano, estamos sin dudas ante una persona. Ser espiritual por excelencia, como sostenía el filósofo italiano Michele Federico Scciaca. Precisamente la persona trasciende al individuo para constituirse en un ser donde lo espiritual se manifiesta en todo momento, que es ella misma y no un ente o un número puesto como identificación en los regímenes carcelarios sea dentro de una institución o de un estado.
De allí que cuando se es persona, como decía Emmanuel Mounier, “la acción personal es afirmación e inserción concreta, con responsabilidad asumida en un mundo de situaciones”. No es aislamiento, no es el sálvese quien pueda, no es mirar para otro lado ante situaciones concretas, no es aislarse en un autismo que pretende sacarnos de un mundo que nos circunda y camina en descenso en vez de buscar el ascenso, sino buscar mejorar ese mismo mundo que debemos construir todos, con todos, y cada uno en su lugar y su situación concreta, poniendo sus talentos al servicio del amor que nace de la persona por ser un individuo que no se agota allí porque es una persona.
LAS MASAS
¿Qué son las masas en el pensamiento marceliano? Él lo aclara perfectamente cuando afirma que “las masas son lo humano degradado, son un estado degradado de lo humano”. Y agrega: “No tratemos de persuadirnos de que una educación de las masas es posible: hay ahí una contradicción en los términos. Sólo el individuo, o más exactamente la persona, es educable. Fuera de eso no cabe sino el amaestramiento. (…) Las masas son esencialmente –digo esencialmente- fanatizables; la propaganda ejerce sobre ellas una acción electrizante, mantiene en ellas no la vida, sino la apariencia de la vida”.
Hoy se advierte en muchas partes del mundo, incluida claro la Argentina, ese fanatismo que emerge de las masas amaestradas por la propaganda, por las dádivas, por los halagos y las promesa que jamás se cumplirán.
Estamos en un mundo acelerado, donde todo es igual: “la Biblia y el calefón”, “San Martín y la Mignon” (¡cuántas verdades nos dejó Discépolo!). Hay un desprecio irracional por la vida; asistimos a un espectáculo que sin dudas horroriza si miramos a través de él hacia el futuro. Pero, como sucede en la historia de los pueblos, hay esperanza. Hay reductos de personas que no son masa. Hay reservas morales, espirituales. Hay gente que sin alharacas, trabaja diariamente para superar esos estadios a que nos llevan la propaganda, la desfachatez de muchos, sean autoridades o simples militantes fanatizados por pertenecer a la masa, la dialéctica del amigo-enemigo, el afán del lucro sin límites, y tantos otras actitudes y hechos que anulan la persona humana.
COLOFÓN
Como nota final de estas acotaciones, merece tener en cuenta algo que afirma Gabriel Marcel, y es lo siguientes: “Hay que comprender que la universalidad se sitúa en la dimensión de la profundidad y no de la extensión”. Y esto vale puesto que alguien desaprensivamente, puede decir que con la globalización asistimos a la universalidad. Y no es así pues aquélla nos habla de extensión y ésta, de profundidad. Lo ideal sería pues, que ambas confluyeran y la profundidad se globalizara. Mientras tanto, tratemos de seguir haciendo camino desde la persona para que no nos aplaste la masa y pueda surgir plenamente lo universal.

lunes, 4 de octubre de 2010

¿PARA QUIÉN Y POR QUÉ SE ESCRIBE?
Escribe Carlos Sforza*
Se puede preguntar ¿para quién se escribe? Y también, como complemento a esa interrogación, ¿por qué se escribe?
Es evidente que las respuestas pueden ser muchas. Dependerán siempre de la visión o actitud del escritor. Pero conviene tenerlas en cuenta para saber dónde estamos parados ante el hecho real, tangible, de la escritura.
CLASE DE ESCRITORES
El ensayista y crítico Walter Benjamin en su “Escritos autobiográficos” sostiene que hay dos tipos de escritores. Así los distingue: “Uno tiene desde su casa un cierto contacto con el público; consigue por sí mismo tratar siempre aquello que está en una estrecha y razonable relación con lo que en cada ocasión preocupa a los lectores. El otro no se desprende de un estrecho interior cerrado que sólo a él le concierne, un reino que, tal y como es, surge y desaparece con él; desarrolla los más diversos temas únicamente como crónica o como código de ese mundo interior, y no puede contar con una participación del público hasta haber logrado darle un concepto de ese su mundo de pensamiento y experiencias. Luego llega un punto en que la gente comienza a interesarse por cada una de las manifestaciones de ese hombre, no porque provenga de él, sino porque le proporciona los medios de conseguir una nueva llave para abrir otra puerta de ese mundo interior”.
Lo que el crítico alemán nos presenta son dos tipos diferentes de escritores. Pero en ambos se trata de escritores, es decir, de gente dedicada de lleno a la escritura y a comunicarse, a expresarse, por medio de ella.
En el prólogo a la segunda edición de la novela “La sinrazón” de Rosa Chacel, el filósofo y ensayista Julián Marías, por su parte, hace una distinción de sobre el que escribe y el escritor, la que siempre suelo mencionar. Marías expresa que “Hace algunos años, a propósito de Ortega, hice una distinción entre el escritor y el hombre que escribe; éste –decía- primero es –lo que sea- y luego escribe, algunas veces muy bien: el escritor, por el contrario, sólo es de verdad y plenamente escribiendo; se hace a sí mismo al escribir, y esto quiere decir que escribe desde sí mismo.”
El filósofo concretamente distingue al escritor ocasional del escritor nato. O el que escribe por una necesidad visceral, como en otras ocasiones lo he graficado. Y de acuerdo a lo que sostiene Benjamin y lo que afirma Marías, podemos deducir para quien escribe, cada uno de los tipos o clase de escritores a que ambos se refieren.
Sabemos que para algunos, existe el denominado lector ideal. Aquel a quien directamente está dirigido un libro por quien ha escrito esa obra. Pero ese lector ideal, en la intención del autor, en la realidad es muy difícil que se encuentre. Y, más aún, diría que es dudoso que uno escriba para un lector ideal.
El escritor, del que habla Julián Marías, escribe por necesidad. Porque se hace escribiendo. Es, escribiendo. Y luego estará el receptor de la obra. El potencial lector. Que no sabe el escritor quién será. Si tendrá cultura o no. Si gozará o rechazará su obra. Pero ese es el juego que se plantea entre el escritor y el lector, libro mediante. Y para ese ignoto, desconocido lector, escribimos los que escribimos como ejemplifica el filósofo español.
En esos párrafos estarían, sucintamente, las respuestas a los interrogantes del comienzo.
¿PARA QUIÉN SE ESCRIBE?
En una encuesta de la revista “Rinacista”, Italo Calvino respondió: “¿Para quién se escribe una novela? ¿Para quién se escribe una poesía? Para personas que han leído otra novela, alguna otra poesía. Un libro se escribe para que pueda ser colocado junto a otros libros, para que entre a formar parte de una estantería hipotética y, al entrar en ella, de alguna manera la modifique, desplace de su lugar a otros volúmenes o los haga pasar a segunda fila, reclamando el adelantamiento a primera fila de algunos otros”. Y agrega que el escritor, ante el lector invisible, “no puede proponerse sólo la satisfacción del lector, sino que debe imaginar a un lector que aún no existe, o bien un cambio en el lector tal como es hoy día”.
No hay dudas que la primera actitud del escritor cuando comienza a narrar, es la de contar una historia. Y contarla bien. No piensa en el lector invisible de que habla Calvino, sino en lo que por necesidad quiere y debe expresar. En su creación no está en la mira el lector. Está lo que narra para narrarlo como debe ser contada una historia. Luego vendrá el lector, cuando el libro ya no pertenezca más al escritor porque ha ingresado en la biblioteca hipotética de la que nos habla el autor de “Las ciudades invisibles”.
¿POR QUÉ SE ESCRIBE?
Está claro que se lo hace por necesidad. Uno escribe porque quiere contar algo, como en las primitivas cavernas en la etapa de las narraciones orales. Y cuando crea una poesía, por la necesidad de expresarse a través del verso.
Pero no debemos olvidar que debemos escribir con nuestras fuerzas interiores y con la forma adecuada para poder expresar lo que se quiere decir.
Italo Calvino en una conferencia pronunciada en Florencia, decía que “La lengua literaria debe estar siempre al tanto del habla vulgar, nutriéndose y renovándose a través de ella, pero no debe anularse en ella ni parodiarla por juego. El escritor debe saber decir más cosas de las que normalmente dicen los hombres de su tiempo, debe construirse una lengua que sea lo más compleja y funcional posible para su tiempo”.
Y para escribir así, el que lo pretenda hacer debe tratar siempre de elevar su tono y medir su ritmo. Es decir, debe haber un trabajo de mejoramiento propio para mejorar al otro. En el juego dialéctico del autor con el lector, corresponde a aquél poner sus mejores artes en lo que su imaginación le dicta para que éste, el lector, reciba un mensaje, sea a través de un cuento, una novela, una poesía, una obra de teatro, que eleve el lenguaje. Como siempre suelo decir, tratar de nivelar hacia arriba y no masificar hacia abajo. Así, con humildad, trabajo y constancia, encontraremos la razón del por qué escribimos los que escribimos.
*Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com