viernes, 16 de abril de 2010

ELOGIO DEL PLACER

Marcos Aguinis acaba de publicar un ensayo sobre el placer. Reconocido como novelista que alcanzó un alto rango con su recordada “La cruz invertida” y llegó al cenit con su inigualable “La gesta del marrano”, es también un destacadísimo ensayista. Su formación dentro de la rama del psicoanálisis, lo ha hecho conocer a través de diversos trabajos donde enfoca temas que hacen al hombre, a la sociedad al país Argentina.
Ahora nos sorprende y deleita con un nuevo ensayo. Un ensayo desenfadado, con notas evidentes de autobiografía que ha titulado ELOGIO DEL PLACER (1a. edición, Sudamericana, Buenos Aires, marzo de 2010, 256 págs.).
Aguinis ha tomado para encarar su ensayo, una forma literaria llamativa y a la vez atrapante. Es como si el alter ego, el otro yo, del autor lo increpa, azuza y hace que dialogue o monologue de a ratos, para expresar lo que piensa, siente y, a la postre es para él, el placer.
Dije que era un ensayo desenfadado. Y lo es en cuanto el autor no elude ningún escollo en su avance por penetrar en la intimidad de lo que es el placer. Desde los epígrafes ya aparece lo que en definitiva, se convertirá en un elogio del placer. Esos epígrafes rescatan frases de diversos personajes de la historia. Así cita: “Me puedo resistir a todo, menos a la tentación. Oscar Wilde”. “Vivir los deseos y agotarlos es el destino de toda existencia. Heráclito”. Y: “La vida es una obra de teatro que no permite ensayos. Por eso canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento… antes de que el telón baje y la obra termine sin aplausos. Charles Chaplin” (p.9).

Sobre el placer

REIVINDICACIÓN DE UN FILÓSOFO
Marcos Aguinis reivindica a un filósofo tenido a menos por muchos estudiosos de tal disciplina o por seudos pensadores, Se trata de Epicuro, con quien se podrá estar o no de acuerdo, pero que dejó sentados principios fundamentales para la vida humana. En lo poco que ha quedado de sus escritos, dice entre otras cosas Epicuro que la muerte en nada nos pertenece: “La muerte es una quimera: cuando yo estoy, ella no está; y cuando ella está, yo no” (p. 58). Que me hace recordar a las reflexiones de San Agustín sobre el tiempo en sus “Confesiones”. Aguinis afirma que “Epicuro se dio cuenta de que el placer y la ética se complementan” (p. 59). Y es bueno que se recuerde a quien es considerado uno de los padres del hedonismo, por su pensamiento moral y placentero. Y no sólo por lo que muchos han dibujado (mal) de él.
AUTOBIOGRAFIA

Este ensayo tiene, evidentemente, un sabor y sentido autobiográfico. Como cuando recordando la música de “La leyenda del beso” (que escuchábamos en Victoria en la retreta de la Banda Municipal), se remonta a los pudores del primer beso que dio Marcos. O a su vocación musical.
Asimismo nos muestra su pensamiento no sólo sobre el placer, el sexo, la censura, sino también sobre temas tan actuales como la propaganda y la publicidad, haciendo la diferenciación entre la una y la otra. Y sobre lo que es tan actual en el mundo globalizado: el consumismo.
Para ello recurre a diversos pensadores, entre otros contemporáneos, a Zygmunt Bauman, el conocido autor de la saga que se inicia con “Modernidad líquida” y llega a “Mundo consumo. Ética del individuo en la aldea global”. Marcos Aguinis habla del pensamiento de Bauman y del paso del hecho de producir al de consumir. Allí lo relaciona con Colin Campbell para decir que el consumismo no siempre significa liberación y progreso. Estos autores acusan al consumismo “de ser una nueva forma de esclavitud” (p. 197).
Recuerda que el objetivo del consumismo es el placer y los productos son el medio. En la parte final de este sabroso ensayo, encontramos reflexiones sobre la felicidad, el progreso y los placeres que matan. Asimismo, en sus reflexiones finales nos habla del arte gracias al cual el hombre es creador como el Creador: “Logra elevarse a su imagen y semejanza”.
Este es un ensayo de Marcos Aguinis que se lee (a mí me pasó al menos) de un tirón. Porque más allá de estar o no de acuerdo con todas las afirmaciones del autor, es un libro sencillo en su forma, de fácil y amena lectura y que, al fin, no hace sino reivindicar su título: leerlo es un placer. Y por lo tanto su lectura es un verdadero elogio del placer.

martes, 13 de abril de 2010

Recuerdo de Manuel Mujca Lainez

SU OBRA
Mujica Lainez fue un voraz lector y, si se quiere, un precoz escritor. Pero su obra la construyó paso a paso. Cultivó la biografía con “Miguel Cané” (1942), “Vida de Aniceto el Gallo” (1943), “Vida de Anastasio el Pollo” (1947). Escribió en 1936 el ensayo “Glosas Castellanas” que fue de los treinta publicados, su primer libro. Como después de abandonar la carrera de derecho y un puesto en el Ministerio de Agricultura de la nación, entró en la redacción del diario “La Nación” como cronista, estuvo como el calamar en su tinta. Sus crónicas fueron la base de aquel primer libro de 1936.
“Manucho” como lo conocíamos, era un poeta de fácil pluma. No había ocasión, según cuentan quienes lo conocieron íntimamente, que no fuera propicia para que escribiera unos versos alusivos a circunstancias disímiles. Así sucedía en la redacción del diario porteño como en acontecimientos sociales y en su sillón de académico de la Academia Argentina de Letras.
Su único libro en verso publicado fue “Canto a Buenos Aires” en 1943.
Pero es a través de los relatos y las novelas, donde surge la figura del gran escritor que fue (y es a pesar de no estar entre nosotros) Manuel Mujica Lainez. Ya en 1946 se edita “Estampas de Buenos Aires” que son comentarios “a las imágenes de barrios porteños trazadas por la dibujante Marie Elisabeth Wrede” según señala Jorge Cruz.
Luego vienen sus libros de relatos “Aquí vivieron” (1949) y la tantas veces leída “Misteriosa Buenos Aires” (1950).
Libros éstos, de verdadera calidad literaria que han trascendido los mismos para entrar en muchas antologías. ¿Quién, que se precie de lector, no ha gozado con alguno de los cuentos de Mujica Lainez, sobre todo del segundo de los libros citados?
“Manucho” pertenecía a una clase social alta. Conocía las glorias de esa clase así como la decadencia de muchos de sus integrantes. Ese conocimiento le permitió escribir valiosas novelas donde los personajes pertenecen a ese estamento. De allí que algunos seudos críticos en su momento quisieron descalificar esas novelas puesto que trataban de la alta sociedad porteña. Y es que el escritor, el narrador, no elige sus personajes sino que éstos lo eligen a él. Y cada autor pinta, crea conforme a lo que visceralmente necesita pintar y crear. No se puede descalificar una obra literaria porque el enfoque, la temática, los personajes nos resultan rechazables. La ley primera y única para calificar una obra literaria es, lo repito nuevamente aquí, que la obra sea buena literatura o mala literatura. Si es buena literatura, nos guste o no el enfoque, nos agraden o no los personajes, la obra es buena como expresión de arte literario.
En la saga de las novelas de la alta clase social se inscriben “Los ídolos” (1953), “La casa” (1954), “Los viajeros” (1955) e “Invitados en El Paraíso” (1957). Yo tengo personalmente una especial preferencia por “La Casa”, novela que a través de la decadencia de una suntuosa residencia porteña se muestra la paralela decadencia de quienes la habitaron o habitan. Es una novela que a mí me impactó de tal forma, que siempre la he apreciado como una de las obras excelentes de la mitad del siglo pasado. Por su prosa, por su estilo, por las descripciones al servicio de la novela, “La casa” es uno de los libros fundamentales de Mujica Lainez.
HISTORIAS DE EUROPA
Hay en la novelística de “Manucho” un giro hacia el pasado europeo. Y cuando conoció Bomarzo, cercano a Roma, se nutrió de documentación y así fue el hacedor de la novela que recupera la vida de un duque italiano en el Renacimiento del siglo XVI. Se trata de “Bomarzo” (1962) con personajes que van desde príncipes y pasan por condotieros, bufones, artistas, convirtiéndose en la gran novela del autor que mereció el Premio Nacional de Literatura y que fue adaptada para ópera por Alberto Ginastera y estrenada en Nueva York. La novela estuvo prohibida varios años durante el gobierno de facto de Onganía.
A esa novela en la que recrea la vida de Pier Francesco Orsini, le siguió “El unicornio” (1965). Esta novela, que en su lectura resulta apasionante cuando el lector logra meterse en los vericuetos de la misma, se sitúa en la Edad Media, en la época de las cruzadas. En ella, con la maestría y la frondosa imaginación características del autor, Mujica Lainez nos presenta personajes de carne y hueso y otros de los denominados feéricos. Uno anda de aquí para allá con el hada Melusina que relata sus memorias. Al lector posesionado de la historia, le parece que se encuentra junto a Melusina en el campanario de la iglesia de Lusignan. Realmente esta obra es hechura de una portentosa imaginación a la vez que el escritor ha sabido recopilar documentación y tradición muchas veces oral, sobre esos lejanos acontecimientos y la existencia (real, imaginada…) de las hadas y su cohorte.
OTRAS OBRAS
Entre otras obras podría citar una que nos habla de historia, situada en Hispanoamérica en el siglo XVII: “El laberinto”. A ella añado “El gran teatro”, “Un novelista en el museo del Prado” y varias más de la treintena que publicó. Pero no puedo dejar pasar, porque era un gusto leerlas, las crónicas de viajes y sobre diversos temas con las que engalanó las columnas de “La Nación” durante largos, larguísimos años.
Este recuerdo de Manuel Mujica Lainez surge a raíz de sus dos libros que me han marcado mucho: “La casa” y “El unicornio”. Y de la memoria de sus crónicas. Y a ello, agrego que el 11 de septiembre de 2010 se cumplen 100 años del nacimiento de “Manucho” y en este mismo años, 25 de su muerte.
Blog del autor: www.hablaelconde.blogspot.com